Elecciones en Israel
Golpe de efecto de la izquierda para seducir a los indecisos
A menos de doce horas para la apertura de las urnas en todo Israel, la ex ministra Tzipi Livni, «número dos» de la Unión Sionista –el partido ganador en todas las encuestas–, anunció que renuncia a turnarse en el poder con el líder de la formación, Isaac Herzog, si éste forma la nueva coalición. Cuando ambos acordaron presentarse juntos en estas elecciones, aunando Livni esfuerzos con el Partido Laborista, pactaron que si Herzog se convertía en el próximo primer ministro, él ocuparía el cargo los dos primeros años y ella, los dos últimos. Pero ayer cambiaron de rumbo y Livni afirmó que está dispuesta a renunciar a sus dos años al frente del Gobierno «si eso es un obstáculo en la formación de la coalición». Los analistas aseguran que la decisión al respecto fue precedida por un concienzudo estudio de los expertos acerca de la ventaja que ello podría dar a Herzog, fortaleciendo así su posición y ampliando la diferencia a su favor en las elecciones.
Las últimas encuestas daban una diferencia de entre dos y cuatro escaños entre la Unión Sionista y el Likud, el partido del primer ministro saliente, Benjamin Netanyahu, por lo que, para consolidar su victoria, los asesores de Livni le recomendaron dar este paso y que la personalidad de Herzog adquiera mayor solidez. Sin embargo, fuentes del propio partido señalaban que «a los votantes le gustan las decisiones nobles y los sacrificio personal en aras del bien general».
Netanyahu reaccionó al anuncio de Livni en términos totalmente diferentes y aseguró que a sus contrincantes «les preocupa que el Likud esté acortando la diferencia», a pesar de que no lo demuestre ninguna encuesta. El «premier» también indicó que «o mentían antes o mienten ahora». Herzog contestó a Netanyahu diciéndole que lo que tiene es «pánico» a los resultados.
Quien reaccionó preocupado, pero sin tener certeza de en qué dirección debe mirar primero, fue el jefe del partido Hogar Judío, Naftali Bennett, para quien «la decisión de Livni es un indicio de que la Unión Sionista y el Likud se disponen a formar un Gobierno de unidad nacional». Netanyahu, sin mencionar a Bennett, aclaró que descarta aliarse con la Unión Sionista alegando que «hay un abismo ideológico entre ambas partes». Claro está que antes de las elecciones existe una mayor necesidad de dejar claras las diferencias, pero, una vez se conozcan los resultados, la dinámica es otra.
Aunque la propaganda electoral ayer ya estaba prohibida, todos los candidatos fueron entrevistados por los principales informativos, y también en la última noche preelectoral se pudieron escuchar declaraciones clave que podrían aclarar el voto de los israelíes indecisos. Livni exhortó a los ciudadanos a «no creer a Netanyahu», afirmando que «es débil ante el mundo» y que «lo único que le queda para intentar convencer es su voz». Haciendo referencia a un documento secreto que ha salido a la luz recientemente gracias al periódico «Yediot Ahronot» sobre las concesiones que Netanyahu había aceptado hacer a los palestinos en su Gobierno anterior, Livni dijo que «él no sabe cuidar los intereses de Israel y el hecho es que aceptó negociar en base a las fronteras de 1967», las previas a la Guerra de los Seis Días.
Por su parte, como era de esperar, Netanyahu presentó la polémica de un modo totalmente diferente. El primer ministro hebreo hizo caso omiso del documento en cuestión y recalcó que en el asunto palestino se han producido cambios claros en su postura. Cabe recordar que al comienzo de su Gobierno pronunció el famoso «discurso de Bar Ilan» –así denominado porque se realizó en la universidad que lleva ese nombre– en favor de «dos Estados para dos pueblos». Sin embargo, ahora, según recalcó ayer, dicho discurso ya no es relevante «porque las circunstancias han cambiado e Israel no tiene un verdadero interlocutor para la paz». Es más, Netanyahu volvió a recalcar que mientras siga siendo primer ministro no habrá Estado palestino.
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