Represión en Venezuela
Juan Requesens, la cara partida de la oposición
Agredido por los sicarios del chavismo, lidera una nueva generación de políticos venezolanos sin miedo
El diputado Juan Requesens es de los que suelen estar en el frente de combate. Desde sus tiempos como líder universitario, ha conocido el filo de la violencia que ha tensado la vida política del país en la era chavista. Pero con la agresión que sufrió el pasado martes en las inmediaciones de la Defensoría del Pueblo en Caracas, se encontró con otra dimensión de la brutalidad. Grupos violentos le lanzaron un objeto que le abrió la frente a la altura de la ceja y le alcanzó el hueso. Sólo por protestar junto con otros parlamentarios en contra de la sentencia del Tribunal Supremo de Justicia (TSJ) que voló la inmunidad parlamentaria y usurpó competencias a la Asamblea Nacional.
El rostro ensangrentado de Requesens, que borboteó las redes sociales y produjo un escándalo global, se convertiría en el símbolo más descarnado del golpe continuado a la Asamblea Nacional por parte del chavismo. Pero también el de la persistencia de los diputados de oposición que han decidido salir de los solemnes pasillos del palacio legislativo para acompañar a la gente que los eligió y enfrentar cuerpo a cuerpo los abusos de los poderes secuestrados por el proyecto de la revolución bolivariana.
Al día siguiente del ataque, el diputado se presentó en la sesión parlamentaria burlando el recetado reposo y con su herida con 56 puntos de sutura para declarar: «Estos golpes no duelen más que el golpe que recibe una madre que entierra a su hijo asesinado a manos del hampa. No duele más que lo que sienten esos jóvenes que buscan comida en la basura. No duele más que lo que siente cada abuelo no no encuentra medicamentos en el país».
El diputado de la Asamblea Nacional por la zona sur del Estado Táchira y miembro de la bancada de la Mesa de la Unidad Democrática forma parte de la nueva generación de políticos venezolanos que ha crecido bajo 18 años de dominio chavista.
Al actual presidente de la Comisión de Asuntos Sociales de la AN los micrófonos y las tarimas le son familiares. Como presidente de la Federación de Centros Universitarios, fue uno de los protagonistas que lideró las protestas de 2014 junto con otros dirigentes estudiantiles. Su voz también resuena en un nuevo ciclo de protestas que estalla en medio de la honda crisis institucional de Venezuela.
Sus primeros pasos en la política los dio como militante del histórico partido socialdemócrata Acción Democrática. Ahora viste la camisa amarilla de Primero Justicia, el partido que lideran el ex candidato presidencial Henrique Capriles y Julio Borges, actual presidente de la AN. La vena política le brotó cuando estudiaba en la Universidad Simón Bolívar y cuajó cuando pasó a cursar Ciencias Políticas en la Universidad Central de Venezuela.
A diferencia de muchos «millenials» que han debido partir del agobiado país en busca de mejores oportunidades, el hijo de médico traumatólogo y profesora de inglés ha optado por quedarse y –más aún– hacer política en un territorio de alto riesgo.
La sangrante herida de la cabeza no es el único caso en su catálogo de agresiones. Entre las más recientes, el 30 de marzo de 2017 terminó con la camisa rota por los golpes y forcejeos propinados por agentes de la Guardia Nacional Bolivariana que custodiaban las puertas del TSJ, a donde acudió con otros compañeros a protestar por las sentencias que usurpaban funciones al Parlamento.
Pero esta agresión no lo aminaló. Al día siguiente, inauguró abril con una imagen de primavera: junto con otros diputados, lograron montarse en «la pared», uno de los intimidantes camiones antimotines con el cual la Guardia Nacional bloquea las protestas. Cantaron el himno nacional para pedir fecha de elecciones y «denunciar la dictadura».
El gesto forma parte de las protestas «flash», una estrategia que han asumido los dirigentes de la oposición ante el bloqueo al Parlamento y el agotamiento de canales de protesta. Hace un año, también protagonizó otro «coup de effect»: se encadenó con compañeros de bancada en las instalaciones del Consejo Nacional Electoral para pedir la activación del referendo revocatorio de Maduro, que nunca llegó a concretarse por decisión del TSJ.
Frontal e impulsivo, responde sin ambages los petardos del chavismo. Despacha señalamientos como los del canal del Estado VTV, que en abril de 2016 lo acusó de alquilar un piso en una zona acomodada de Caracas a precios no acordes a su sueldo de diputado: «Aquí los únicos corruptos, terroristas, asesinos y vagabundos son ustedes».
Casado con una licenciada en Educación preescolar, con quien tiene una hija, sorprendió a todos con el cambio de aspecto al inicio del año legislativo 2017. A modo de chiste, atribuyeron a su ahora magra figura a la «dieta de Maduro», como los venezolanos suelen referirse a los estragos que está produciendo la crítica escasez de alimentos en la población.
Hecha mano a todas las redes sociales posibles para difundir sus acciones, desde Twitter (muy activo en una Venezuela debido a la censura) hasta vídeos. Apoya abiertamente el matrimonio igualitario al mismo tiempo que reza en el monumento del Santo Cristo de la Grita, centro de peregrinaje católico muy visitado por los políticos venezolanos.
A diferencia de muchos líderes estudiantiles que dedican mayor tiempo a la lucha política que a las clases, Requesens fue un alumno aplicado según el testimonio de profesores. Pero el movido ex líder estudiantil aún no ha recibido el título de Ciencias Políticas, lo que le machacan sus adversarios. Aún tiene esa tarea pendiente.
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