Elecciones

La abstención árabe, clave para Netanyahu

Los resultados se prevén muy ajustados y el «premier» israelí debe evitar un nuevo bloqueo en los comicios del martes.

Un cartel electoral del partido Likud escrito en ruso cerca de una señal de tráfico en Ashdod, Israel
Un cartel electoral del partido Likud escrito en ruso cerca de una señal de tráfico en Ashdod, Israellarazon

Los resultados se prevén muy ajustados y el «premier» israelí debe evitar un nuevo bloqueo en los comicios del martes.

Como ya ocurriera en las elecciones de 2015, Netanyahu ha vuelto a recurrir a la incitación contra el sector árabe de Israel –casi 2 millones, que representan al 21% de la población- como herramienta para alentar a su base electoral. Entonces, lo hizo alertando con sms de último minuto de que “los árabes venían en autobuses a votar masivamente”. Para las elecciones del próximo martes 17 de setiembre, que supondrán una repetición ya que en abril el premier no logró formar coalición, Netanyahu está prolongando el revuelo generado tras descubrirse que activistas del Likud acudieron con más de 1.000 cámaras secretas a centros electorales en aldeas árabes durante la pasada votación.

A toda prisa, intentó pasar en una Knesset en funciones una ley para legalizar la polémica colocación de cámaras. Y fue más allá: en un chat automático, su perfil de Facebook mandó cientos de miles de mensajes privados: “corremos el riesgo de tener un gobierno de izquierda débil, secular, que confía en árabes que quieres aniquilarnos a todos. A mujeres, niños y ancianos, y que permitirá un Irán nuclear que nos destruirá”.

Su táctica de incitación no es en vano: pretende intimidar a los árabes para que se queden en casa el próximo martes, ya que un porcentaje alto de votos en este sector podría ser clave para su derrota política. El Instituto para la Democracia de Israel (IDI), señaló en un comunicado que “la nueva campaña de Netanyahu es hacer creer que los ciudadanos palestinos de Israel están robando las elecciones por fraude”. Además, cargó contra la propuesta exprés de aprobar la colocación de las cámaras, ya que “contradice la opinión del asesor letrado del gobierno y supone un uso impropio de los poderes de un gobierno de transición”.

La gran incógnita es ver cómo responderá el público árabe en esta nueva ronda electoral. Si bien en 2015 cuatro formaciones árabes con enormes divergencias ideológicas –desde nacionalistas, a comunistas o islamistas- lograron converger en la “Lista Árabe Unida” para superar la barrera del voto mínimo y se consolidaron como tercera fuerza del país con un 10,54% del sufragio, en abril volvieron a aflorar las diferencias y se separaron en dos listas, que conjuntamente sumaron 10 escaños, en un parlamento de 120. La división desmovilizó al electorado árabe, y tan solo un 49,2% acudió a las urnas.

No obstante, ahora han vuelto a reeditar la “Lista Árabe Unida” bajo liderazgo de Ayman Odeh, que semanas atrás abrió las puertas a unirse a una coalición de “bloqueo” de centroizquierda para derrotar a Netanyahu, una propuesta que fue rechazada desde el centrista Azul y Blanco de Benny Gantz, el más firme candidato a batir al actual premier, ya que no quieren ser asociados con facciones consideradas por muchos como “quintacolumnistas”.

Por primera vez, la coalición árabe lanzó su campaña en hebreo para intentar captar voto judío de izquierdas, ya que el ideal pacifista y anti-ocupación del pacifista Meretz quedó diluido al formar la coalición “Frente Democrático” junto al ex primer ministro Ehud Barak. “Netanyahu es un psicópata sin límites que quiere ver sangre. Pedimos de inmediato terminar con la incitación racista y peligrosa contra la población árabe”, escribió Odeh tras el incendiario mensaje del líder del Likud.

El reto de Odeh será movilizar un sector de población que, en parte, se siente discriminado y no representado, y cuyas principales preocupaciones son el fin a la violencia descontrolada en sus aldeas, una mayor integración en la sociedad, y el acceso a la vivienda, ya que el estado apenas otorga licencias de construcción en zonas árabes. Además, deberá lograr activar el voto joven -60% se abstuvo en abril-, que en parte pidió el boicot en la pasada ronda de abril. Según una encuesta de la televisión pública Kan, un 53% de población árabe de Israel afirmó que votaría, mientras que un 9% ya tenía claro que no acudiría a los colegios electorales.

En una conversación captada en un reportaje televisivo en el poblado costero de Jizr a-Zarqa, el activista político Afif Abu Much destacó que “hay entre 250.000 y 300.000 votantes árabes que jamás votarán a la Lista Árabe Unida. Y el hecho de que los partidos judíos no lo aprovechen, enciende el racismo y la ignorancia”. Junto a él, el asesor estratégico Sami Ali apuntó que la gran abstención se debió a que “muchos sienten que no influyen”. Junto a ellos, en un debate encendido, un lugareño se quejó de que “la Lista Árabe Unida no vale nada, solo quieren asientos”.

El ex político israelí y negociador con los palestinos Yossi Beilin escribió en una columna en Al-Monitor que “la negativa de Azul y Blanco de querer dialogar con los partidos árabes para frenar la formación de un gobierno derechista podría contribuir a la desmovilización. La comunidad, que sufre discriminación en los presupuestos públicos, siente que no hay diferencia real entre la derecha e izquierda israelí, y que sus propios representantes les han fallado constantemente”.

En su tienda en Yaffo, un distrito mixto árabe-judío al sur de Tel Aviv, el pescador Raed Mansour quiso remarcar su postura a La Razón: “no me interesan las elecciones, ni me importan las etiquetas. Vivo por el trabajo, la familia y el respeto. No diferencio si mis clientes son judíos o árabes, veo a todos igual. Sin racismo ni discriminación, así me enseñó mi padre”. Y avanzó su decisión para el próximo martes: “vendré a la pescadería y no pienso ir a votar”.