Política

Catástrofe en Asia

La corrupción local, el peor enemigo de la solidaridad

La Razón
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El caso del alcalde rebelde de Maribojoc no era lo que parecía a simple vista. En octubre, tras el terremoto en la isla de Bohol (una de las 3 calamidades que ha afectado a más de 3.3 millones de personas en Filipinas en apenas dos meses), Leoncio Evasco Jr. echó a la Cruz Roja de su pueblo mientras repartían paquetes de beneficiencia, por no cursar esa distribución a través del Gobierno local. La ONG actuaba según su reglamento internacional, que exige distribución de ayuda directamente a los afectados. Esto ocurría mientras la Policía nacional investigaba a políticos de otros pueblos cercanos acusados por sus constituyentes de estar guardando paquetes de ayuda para ellos mismos. Evasco culpó al jefe de la Cruz Roja, Richard Gordon, de utilizar su posición para promover su carrera política, alegando además que la ONG se negó a cooperar con los funcionarios locales para asegurar un reparto organizado, según criterios de quién lo necesitaba más. Aunque el alcalde argumentase puntos válidos, se le podría juzgar por algo más elemental: ostentar un poder que no le tocaba. Esto es normal en Filipinas.

El pequeño oficial aquí se maneja como "sheriff"del "wild west", haciendo y deshaciendo según cómo le ha sentado el desayuno. Esto se le permite porque, durante las campañas electorales, asegura los votos de su pequeño feudo de manera más o menos íntegra al cacique que tiene por encima, y el al su supracacique, y así hasta llegar a coronar el presidente de turno. Todo esto se consigue de forma frecuentemente ilegal, a cambio de un reino incontestado como subsubinfracacique. El estamento político tiene entonces poder fragmentado a la hora de implementar reformas, y por otro lado la capacidad fulminante de hacer lo que le de la gana, para lo bueno y para lo malo. Por esto, pasan cosas como el asesinato de una mujer en Davao que organizó una serie de manifestaciones multitudinarias para denunciar irregularidades en la distribución de ayuda tras el supertifón Pablo. Se decía entonces que los oficiales estaban guardando estas aportaciones para redistribuirlos meses más tarde como donaciones que provenían de sus campañas electorales.

El pueblo no confía en sus líderes, y en momentos de catástrofe se dirige directamente a la comunidad internacional, a través de las ONGs, para que solucione los problemas. Pero el modelo humanitario está construido para paliar daños a corto plazo, no para realizar operaciones cuerdas a largo plazo. Con las prisas y con poca paciencia por las costumbres políticas locales y con algo de soberbia occidental, optan por excluir a la comunidad de las decisiones que les incumben. Y cuando se van, cae lo que han construido, volvemos a la casilla uno y toda esa inversión es simplemente un parche que caerá con el siguiente tifón.

Pero el que sufre no es el pez que se muerde la cola. El que sufre es la persona que se muere de hambre mientras el pez marea la perdiz.