Relaciones internacionales
La extraña amistad entre dos enemigos de la vieja política
Trump y Macron llegaron al poder tras una exitosa carrera en el mundo de los negocios
Trump y Macron llegaron al poder tras una exitosa carrera en el mundo de los negocios.
La química entre Emmanuel Macron y Donald Trump es uno de esos inexplicables misterios de las relaciones humanas. Sus evidentes diferencias biográficas y políticas harían pensar a primera vista en una incompatibilidad total de caracteres. Sin embargo, ambos líderes han construido en el último año una relación de confianza tal que ha convertido al presidente francés en el interlocutor privilegiado de Washington en Europa. Atrás quedan la «relación especial» entre Reino Unido y Estados Unidos tan cacareada por Theresa May o la amistad de la canciller Angela Merkel con el ex presidente Barack Obama.
Tanto Macron como Trump son «outsiders» de la política que tras una exitosa carrera empresarial han llegado al poder con la promesa de reformar a fondo sus respectivos países en contra del «establishment». Estas cualidades son, al parecer, las que admira el presidente estadounidense de su homólogo. «Macron es un tipo innovador y carismático que está intentando hacer las cosas de manera diferente en Francia y su partido político no existía hace un par de años. En este sentido es pionero», explicaba en un «briefing» un asesor de la Casa Blanca. En su opinión, «ambos tienen en común algunas cosas en su experiencia».
La historia de esta extraña pareja de la política internacional arranca en la cumbre de la OTAN en Bruselas de mayo pasado, cuando Macron sorprendió en su primer encuentro con Trump con un fuerte apretón de manos que desconcertó a su interlocutor. El magnate de 71 años, acostumbrado a importunar a otros mandatarios con este gesto, cayó en su propia trampa a manos de un joven líder francés de 39 años que apenas llevaba diez días en el Palacio del Elíseo. Y es que Macron, un actor amateur que a punto estuvo de dejarlo todo en su adolescencia por el teatro, sabe cuán importante es seducir en política y cuidar la puesta en escena. Gestos como el del saludo a Trump no fueron ni mucho menos una improvisación. «Mi apretón de manos con él no era inocente, no era el alfa y omega de la política, pero era un momento de verdad», reconoció a «Le Journal du Dimanche». «Hay que mostrar que no se hacen pequeñas concesiones, incluso simbólicas, pero tampoco mediatizar nada en exceso», contaba un presidente que se caracteriza por no morderse la lengua y decir lo que piensa a sus homólogos extranjeros.
Esa misma semana la cumbre del G-7 en Sicilia había puesto sobre la mesa el abismo que separaba al Viejo Continente del nuevo inquilino de la Casa Blanca. Especial malestar causó en Francia la decisión de Trump de abandonar el Acuerdo de París contra el calentamiento global. Oportunidad que aprovechó Macron para invitar a Trump al Desfile del 14 de Julio con la esperanza de disuadir al magnate. Un tributo al centenario del envío de los primeros soldados estadounidenses a las costas de Bretaña para luchar por la democracia francesa durante la I Guerra Mundial. «La amistad entre nuestras naciones y nosotros mismos es indestructible», aseguró en Paris Trump junto a su anfitrión, que insistió en que «nuestra relación personal es muy fuerte».
Lo cierto es que en la estrategia de Macron de reforzar el papel diplomático de Francia ha contribuido el creciente aislacionismo de Trump, lo que permite a París ocupar aquellos espacios abandonados por EE UU.
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