Política

Elecciones europeas

La identidad europea se decide en las urnas

Proeuropeos y euroescépticos tratan de seducir a a un electorado polarizado que duda si participar en los comicios del 23 y 26 de mayo. Bruselas confía en que los populistas sean incapaces de bloquear el proyecto comunitario por sus divisiones.

La Razón
La RazónLa Razón

Proeuropeos y euroescépticos tratan de seducir a a un electorado polarizado que duda si participar en los comicios del 23 y 26 de mayo. Bruselas confía en que los populistas sean incapaces de bloquear el proyecto comunitario por sus divisiones.

Bruselas contiene el aliento. La capital comunitaria se enfrenta a la recta final antes de los comicios europeos que se celebrarán durante el 23 y 26 de mayo. Unas elecciones marcadas por la excepcionalidad del Brexit y el auge de los partidos euroescépticos. Dos retos a los que se enfrenta el proyecto europeo cuarenta años después de las primeras elecciones a la Eurocámara.

Al comienzo de la legislatura, en el otoño del año 2014, el presidente de la Comisión Europea, Jean Claude Juncker, cogió el testigo del portugués José Manuel Durao Barroso advirtiendo de que el actual Ejecutivo comunitario sería el de la «última oportunidad».

Cinco años después y cuando el mandato de Juncker toca sus últimas notas, la sensación en la capital comunitaria apenas ha variado: los euroescépticos acechan por casi todos los flancos y el «club» europeo puede dejar de existir. A la deriva autoritaria y euroescéptica de Ejecutivos como Hungría o Polonia, se ha unido la llegada al poder en Italia del Gobierno de Giuseppe Comte, formado por una coalición de populistas de derecha e izquierda que han desterrado a las fuerzas tradicionales al tercer y cuarto puesto en los sondeos en un país tradicionalmente europeísta y fundador de la UE.

El proyecto de integración comunitaria ha dejado de ser percibido como irreversible y un resultado positivo de aquellos que sueñan con el repliegue nacional puede ser el comienzo del fin del sueño de los padres fundadores. El Parlamento Europeo tiene un doble objetivo: aumentar la participación implicando a los más jóvenes –un caladero de votos estratégico– y que los partidos eurófobos y/o euroescépticos no ganen terreno. «Nunca hasta ahora me había encontrado a a tantas personas que vienen a mí y me preguntan cómo pueden ayudar», asegura una alta fuente diplomática en referencia a todo tipo de asociaciones que están dispuestas a arrimar el hombro y dar a conocer la importancia de estos comicios y, por extensión, del proyecto comunitario.

De momento, los últimos sondeos a la Eurocámara (publicados el pasado día 18 de abril) advierten de que tanto populares como socialistas perderán influencia y que deberán apoyarse en los liberales para que una nueva Gran Coalición europeísta más amplia pueda plantar cara a los euroescépticos. Por primera vez, las dos familias políticas tradicionales quedarán lejos del 50% de los votos y, por ende, de la mayoría absoluta, 376 eurodiputados en una Eurocámara que conservará sus 751 escaños por el retraso de la salida de Reino Unido de la UE.

Los cálculos del Parlamento Europeo aseguran que las fuerzas antieuropeas solo podrán bloquear el funcionamiento de la institución si consiguen un tercio de los escaños y que deberán reorganizar sus fuerzas para conseguir ser decisivos. Actualmente están diseminados en tres partidos diferentes, aparte de los eurodiputados que no están inscritos en ninguna familia europea. Una fragmentación que lastra su influencia real, más allá de su capacidad de armar ruido en el hemiciclo. «Para ganar poder deberán formar un grupo o dos», vaticinan fuentes diplomáticas, quienes también advierten de las dificultades encontradas por Steve Bannon, el ex asesor de campaña del presidente Donald Trump, para aglutinar a todos los partidos eurófobos europeos. A pesar de esto, en la capital comunitaria nadie quiere alzar las campanas al vuelo ante la dificultad de hacer predicciones.

La presencia de eurodiputados británicos, que deberán abandonar el hemiciclo el 31 de octubre (si no hay otra prórroga para el Brexit) o las dudas sobre a qué familia se incorporarán nuevos partidos como Vox en España hacen que las alianzas sean más frágiles que nunca. Puede incluso que no estén del todo resueltas al comienzo de la legislatura, prevista para el 2 de julio. A líder ultraderechista francesa, Marine Le Pen, le costó más de un año conseguir un nuevo grupo de ultraderecha tras los comicios de 2014 y nadie sabe a ciencia cierta si los eurodiputados británicos euroescépticos (con el nuevo partido de Nigel Farage, el Partido del Brexit, como primero en las encuestas) acabarán quedándose durante toda la legislatura y remando en contra del proyecto de integración europeo durante tan solo unos meses o cinco años. Las diferencias entre los partidos soberanistas hacen muy difícil su cooperación en la Eurocámara.

Según las últimas proyecciones, el Partido Popular Europeo (PPE) seguirá siendo la fuerza política más votada en los comicios de mayo con 180 escaños, por encima de los socialistas y demócratas (149) y los liberales (76). Una cifra que está sujeta a cambios conforme vaya acercándose la fecha decisiva.

El buen resultado de los socialistas españoles en las elecciones generales del 28 de abril puede hacer de la delegación española la más influyente de esta familia política y, a su vez, conseguir salvar los muebles y paliar el mal resultado previsto en Italia, Alemania, Francia y Países Bajos. El agónico resultado en Finlandia, dónde los socialdemócratas consiguieron imponerse por la mínima a la ultraderecha de los Verdaderos Finlandeses también da alas al optimismo.

A pesar de esto, estas proyecciones del Parlamento Europeo están sujetas a una gran incertidumbre en la formación de posibles alianzas ante un panorama político más fragmentado que nunca y la aparición de nuevas fuerzas (también en la bancada proeuropea). Por ejemplo, estos sondeos no contabilizan al partido la República en Marcha de Emmanuel Macron (22 escaños) dentro de ninguna de las grandes familias de la Eurocámara. El presidente francés ya ha mostrado sus intenciones de unirse a los liberales, aunque no se descarta que intente aglutinar a partidos socialistas y conservadores, al igual que ha realizado en su país. El propósito de Macron sigue siendo sustituir la habitual brecha izquierda/derecha por otro paradigma diferente: europeístas frente a eurófobos, en línea con las elecciones presidenciales de 2017, en las que él tuvo que medirse en una segunda vuelta, cuerpo a cuerpo, con Le Pen. En los últimos sondeos, el partido de ultraderecha francés le pisa los talones e incluso podría ganar las próximas elecciones europeas ante las bajísimas cotas de popularidad del inquilino del Elíseo, lo que sería una malísima señal para Francia y para la UE.

La sensación generalizada en las instituciones comunitarias es que las próximas elecciones europeas no estarán secuestradas por la agenda nacional, pero que el interés por el proyecto de integración europeo atrae no solo a quienes lo defienden, sino también a quienes quieren combatirlo desde dentro.