Venezuela

La noche de los cuchillos largos en Miraflores

El chavismo se fractura. Diosdado Cabello, presidente de la Asamblea, toma posiciones y no descarta usar la fuerza bruta. La tensión se ha disparado en el estamento militar ante la creciente pérdida de credibilidad de Maduro

Colas interminables. Varios soldados esperan su turno para votar, en un colegio electoral de Caracas
Colas interminables. Varios soldados esperan su turno para votar, en un colegio electoral de Caracaslarazon

La anunciada derrota electoral en las elecciones de ayer ha abierto las brechas en el seno del chavismo. En concreto, en el brazo militar del Gobierno bolivariano. La tensión se disparó a lo largo de esta semana sobre la respuesta ante ese fracaso electoral. El ministro de Defensa, Vladimir Padrino López, es partidario de respetar los resultados, debido al peligro de que los miembros del Plan República –los efectivos militares desplegados durante la jornada electoral– se nieguen a aceptar un fraude. Según los analistas consultados por LA RAZÓN, tampoco el Alto Mando Militar estaría dispuesto a apoyar una intervención militar contra la voluntad popular.

Por su parte, el hombre duro del chavismo, el presidente de la Asamblea Nacional (AN), Diosdado Cabello, líder del ala militar del Gobierno, defiende la opción de maquillar los resultados e incluso aplicar la fuerza con la agitación de las fuerzas violentas, como ha sugerido el presidente Nicolás Maduro durante la campaña.

En medio de esas fisuras internas, la figura de Maduro sería la más perjudicada ante una derrota. El analista político Vícctor Mijares indica a LA RAZÓN que «Maduro quedaría en una posición muy débil», aunque «el hecho de ser presidente de la República le da poder dentro de su partido, pues los jerarcas como Padrino y Cabello dependen de que Maduro siga en el poder». Con las elecciones regionales del próximo año a la vista y en el ecuador de su legislatura, entra en juego la posibilidad de que la oposición presente un revocatorio a Maduro. Por eso, no le conviene al Partido Socialista Unido de Venezuela debilitarlo más.

El presidente se ha implicado personalmente en la campaña, así que «la mayor reprobación (al menos pública) la sufrirá en las bases, que lo verán como el culpable de la derrota», señala Mijares. Asimismo, Luis Alberto Butto, jefe del departamento de Ciencias Sociales de la Universidad Simón Bolívar, en Caracas, señala que «Maduro se convierte en un lastre para el chavismo tras la derrota».

Desde 2013, según fuentes cercanas al chavismo, el presidente Maduro ha tenido que mantener una negociación constante con las estructuras de su partido, incluida la cúpula. Algo que no sucedía con Hugo Chávez, que detentaba un poder monolítico concentrado en su personalismo. Por el contrario, como califica el politólogo, «Maduro es un «primus interpares» (primero entre iguales) dentro de su partido. Por ejemplo, está al mismo nivel que Cabello, el teórico número dos».

En ese sentido, se abre la posibilidad de que se desencadene un traspaso de poderes internos hacia Cabello, «pero no sería drástico, sino gradual», apunta Mijares, y añade que «Cabello puede arrinconar a Maduro y empezar a tomar posiciones dentro del chavismo, colocando a su gente en los puestos de poder del Ejecutivo y los órganos internos». La debilidad del líder bolivariano favorece al presidente de la Asamblea, que tiene en sus manos la posibilidad de «atribuir la responsabilidad de la derrota al presidente y sacar ventaja de ello». El número dos del Gobierno juega con la baza de ser un histórico militar, algo que le permite recabar el apoyo incondicional del tercio de las Fuerzas Armadas formadas por militares retirados. «De todos modos», matiza el analista, «creo que Cabello, en este momento, prefiere ser el segundo de a bordo, mantenerse en el trono bajo la oscuridad, y que Maduro sufra el desgaste del desplome del chavismo». La crisis interna en el partido oficialista se ha venido fraguando a lo largo del año, según medios locales, que destacan esas rencillas y las maniobras del sector civil del Gobierno para apartar a Cabello, por su influencia en el poder militar. Esa fractura ahora acrecentada ante el varapalo electoral está al borde de desmontar el «Pacto de La Habana». Este acuerdo, surgido como iniciativa del ex presidente cubano Raúl Castro, buscaba «garantizar la sucesión a Hugo Chávez en paz y sin traiciones». Se trata del ordenamiento de transición pactado en la capital de Cuba por las distintas facciones dentro del chavismo en las semanas previas al anuncio de la muerte de Hugo Chávez. A partir de ahora el chavismo corre el riesgo de pulverizarse en los mismos grupos arropados bajo el paraguas del comandante. Una capacidad cohesionadora que ni Maduro ni Cabello gozan. Se avecinan turbulencias en el seno de la revolución bolivariana.