Política

La amenaza yihadista

La última cruzada contra el yihadismo

DESPLAZADOS. Un cristiano iraquí de Mosul lee frente a la iglesia del Patriarcado Latino en Jordania
DESPLAZADOS. Un cristiano iraquí de Mosul lee frente a la iglesia del Patriarcado Latino en Jordanialarazon

El año 1189, Ricardo Corazón de León, promotor de la III Cruzada, desembarcaba en Palestina con el propósito de expulsar a Saladino y a sus muyahidines, que habían vuelto a conquistar Jerusalén. En la actualidad, ochocientos veinticinco años después, el Reino de Jerusalén está nuevamente amenazado por los sucesores de Saladino y sigue siendo la primera línea defensiva de mundo occidental frente al islam radical. Hoy Jerusalén se llama Tel Aviv y los caballeros cruzados llevan uniformes del Ejército israelí. Todo ha cambiado, pero todo parece seguir igual. La yihad se extiende por toda la costa sur del Mediterráneo y por Próximo Oriente. La barbarie de los yihadistas vive anclada en una tradición de crueldad e intolerancia nacida en el siglo VII. El odio de muchos musulmanes a todo lo que supone la cultura europea y el cristianismo no ha cambiado. Cristianos maronítas e iraquíes son masacrados por los integristas islámicos, pasados a cuchillo al igual que hace mil años. En Occidente se habla de la necesidad de luchar contra el terrorismo y de la bondad de llevar nuestras instituciones y lo mejor del progreso material que hemos alcanzado, de nuestra forma de vida, a la población que vive en los países islámicos, pero la percepción que tienen muchos europeos de que los musulmanes desean ser como nosotros es en casi todo falsa. La realidad es que a comienzo del siglo XXI estamos nuevamente envueltos en una guerra de culturas, de religiones, al igual que hace mil o hace quinientos años.

Los regimenes políticos no islámicos existentes en países musulmanes, tipo el Baaz de Siria e Irak, la anacrónica y ya desaparecida monarquía de Reza Palhevi en Irán o el tiránico y sui géneris Gobierno del asesinado Gadafi en Libia han sido eliminados, o están camino de serlo, con el apoyo pasivo o activo de los Gobiernos de Washington, París o Londres por su apoyo a la Primavera Árabe, que ha sido tanto como decir en la práctica apoyar el triunfo del integrismo islámico más radical.

Hamas y el resto de los movimientos yihadista, todos distintos y al mismo tiempo iguales, únicamente aspiran a aniquilar la cultura, valores y forma de vida occidentales. Luchan por imponer el islam y transformar nuestro mundo. Un proceso bélico que no va a tener fin y que va en aumento. Una guerra abierta, aunque nada tiene que ver en su forma exterior con las guerras que hacemos los occidentales entre nosotros, y que desde el punto de vista de los muyahidines sólo puede tener un final, la victoria total de su guerra santa (yihad) y la implantación del islam en el mundo.

Esta guerra tiene muchos frentes. No solamente se combate en la calles de Bagdad, en la franja de Gaza o en riscos de Afganistán. Europa se ve cada día inundada de pequeñas pero constantes oleadas de musulmanes que vienen a vivir y a trabajar en nuestros campos y ciudades. Viven entre nosotros, pero no adoptan ninguno de nuestros valores y muy pocas de nuestras costumbres y formas de vida. Es una guerra silenciosa, una invasión de vientres que ha llevado a decir a varios líderes religiosos musulmanes que lo que no se pueda lograr con el uso de las armas lo lograrán con su imparable demografía. Con sorna en círculos islámicos españoles se afirma, y no sin cierta razón, que la futurible República de Cataluña será la primera republica islámica de Europa. Basta con pasearse un domingo temprano por el centro de Lérida para comprobar cuánta razón tienen con está afirmación. Este problema no es nuevo. Ya nuestros bi-sabuelos tuvieron el mismo problema y le dieron una solución radical, la expulsión de los moriscos. Los moriscos eran la quinta columna de los turcos, del islam, en el sur de España. No digo que tengamos que hacer hoy lo mismo, pero la historia nos tiene que servir para reflexionar, para aprender y para afrontar el futuro con perspectiva. Con todo, las cosas han cambiado algo en los últimos quinientos años, aunque la situación empiece a tener paralelismos preocupantes. El poder de los actuales yihadistas no se puede comparar con el poder de un Imperio Turco poniendo asedio a Viena, pero su fuerza crece lentamente mientras que Occidente cada día es más débil. Existe una diferencia entre los paralelismos aquí expuestos. En el siglo XVI ningún europeo era proislam, a pesar de que Francisco I de Francia fuese circunstancialmente aliado del turco en su lucha con el emperador Carlos I de España y V de Alemania. Todos los europeos eran conscientes de la guerra de civilizaciones existentes entre la cristiandad, Occidente y el islam. Hoy no es así, muchos europeos no musulmanes piensan que la amenaza yihadista es algo circunstancial y poco importante. Se manifiestan por nuestras calles en contra de que nuestros soldados viertan su sangre por defender nuestra forma de vida y nuestro derecho a ser libres.

La izquierda y el buenismo imperante defienden a palestinos, yihadistas, Hermanos Musulmanes y otros enemigos de nuestra civilización, sin comprender que, si ganan, nuestra mujeres llevarán «burka», perderemos la libertad de tener una u otra religión o ninguna. Su victoria es el fin de la democracia, de la libertad individual, de nuestra cultura y forma de vida. Las agresiones a las capillas católicas por parte de nuestros jóvenes izquierdistas serían imposibles, pues no existirían iglesias. ¡Hurra! Bueno sólo habría mezquitas y la disidencia religiosa de cualquier tipo sería eliminada por el filo de un cuchillo en manos de un muyahidín vestido de negro y con un arma de fuego bajo el brazo. Quizás ha llegado el momento de que nuestros líderes piensen en la necesidad de organizar de verdad una nueva cruzada, de comprender que Israel es el actual Kral de los Caballeros en Palestina y que debemos reconocer la necesidad de responder a la violencia con la violencia, a la guerra con la guerra, para defender a los cristianos del Próximo Oriente del holocausto al que están siendo sometidos. Hoy día este conflicto puede aún ser controlado. Nuestros aliados y amigos norteamericanos no han perdido la voluntad de luchar, a pesar de llevar casi solos el peso de la nueva cruzada. Puede que haya llegado la hora de empezar a llamar a las cosas por su nombre y de asumir la realidad de las cosas. El pacifismo buenista que proclama la izquierda, la alianza de civilizaciones, es una utopía. Si los europeos, los españoles, no asumimos la realidad de las cosas, puede que condenemos a nuestros hijos o nietos a tener que luchar en una batalla decisiva como Lepanto y es muy posible que ahora no venzamos. España, Europa, ya no tiene capitanes como don Juan de Austria ni Tercios como en los que combatió Cervantes.