Francia
Las elecciones europeas avivan la crisis entre Francia e Italia
Salvini y Di Maio utilizan la rivalidad con Macron de cara a la batalla electoral del 26 de mayo
Salvini y Di Maio utilizan la rivalidad con Macron de cara a la batalla electoral del 26 de mayo.
Cualquier corredor de fondo sabe que es necesario medir bien los ritmos antes de afrontar una dura prueba. Y como la política no es otra cosa que una competición constante, después de subir revoluciones es necesario tomarse un respiro. Ayer los primeros en despresurizar fueron los empresarios, quienes se juegan su dinero. «Pido al 'premier' [Giuseppe Conte] que llame al presidente Emanuel Macron, y normalice las relaciones con Francia», dijo Vincenzo Boccia, presidente de la patronal italiana. Las exportaciones del país transalpino con Francia representan un 40% del comercio exterior.
La alerta roja se produjo después de que empezaran a apreciarse consecuencias visibles tras la crisis diplomática. Air France, una de las posibles interesadas en comprar Alitalia, comunicó ayer que desistía debido a «motivos político-institucionales», según el diario económico «Il sole 24 ore». Desde Francia insisten para que se construya un tren de alta velocidad entre ambos países, cuyas obras ya están empezadas, pero el Movimiento 5 Estrellas (M5E) se resiste.
Aunque no era el momento de seguir con la pelea. En Roma se habían propuesto rebajar el tono. El Gobierno populista frenó, porque la tensión había llegado a un momento inédito desde la Segunda Guerra Mundial, aunque viendo el recorrido en perspectiva, es muy improbable que no vuelva a acelerar cuando se acerquen las elecciones europeas. El M5E ha estado siempre más preocupado por mantener el Gobierno, pero desde que la Liga firmó una alianza con ellos, los ultraderechistas van midiendo fuerzas para llegar en su mejor momento a las europeas. Y esto podría provocar un desplome de los «grillini», de modo que también ellos han subido el ritmo. Tras el 26 de mayo tocará redefinir lo pactado en casa. Pero antes se enfrentarán en las urnas su modelo soberanista con el europeísmo de Macron.
En Francia, la ministra de Asuntos Europeos, Nathalie Loiseau, declaró ayer que el Gobierno no pretende dramatizar con la llamada a consultas a su embajador en Italia, sino decir «que el recreo se acabó». Con este comentario poco afortunado parece que París tampoco busca temperar la crispación que ha surgido entre los dos países en los últimos meses, y que ha vivido su punto culminante con la visita de Luigi di Maio a un grupo de «chalecos amarillos» sin siquiera tener la cortesía de comunicarlo a las autoridades francesas.
El vicepresidente italiano ha intentado justificarse con una tribuna en «Le Monde» en la que insiste en su «voluntad de colaborar» con París. Di Mario comienza su carta poniendo como referencia «la tradición democrática milenaria» de Francia, un lapsus histórico que le ha valido algún comentario irónico en la prensa francesa. El líder del M5E no es avaro en alabanzas a Francia, pero tampoco en críticas. Afirma que siempre ha mirado al país vecino y su sistema de Estado-providencia como «la estrella polar» y ésa es la razón que le lleva ahora a entender el desarraigo del pueblo francés ante «el desmantelamiento de algunos de sus derechos».
Di Maio concluye que miran al pueblo francés «como un punto de referencia y no como un enemigo» y que las divergencias políticas y de visión de sus gobiernos «no deben afectar la relación histórica de amistad» que une los dos Estados. Sin embargo, estas buenas palabras no parecen haber puesto fin al «recreo». El ministro del Interior italiano, Matteo Salvini, invitó a su homólogo francés, Christophe Castaner, a ir a Roma para discutir el rechazo de migrantes en la frontera francesa, los terroristas de extrema izquierda condenados en Italia e instalados en Francia, y los controles a los trabajadores italianos. Castaner respondió secamente que a él no se le convoca.
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