Atentados terroristas en París
Las madres belgas de los yihadistas
«A los14 años me pidió convertirse al islam y pensé: ¿por qué no? A los 23 se esfumó a Siria». Veronique Loute es una de las 520 madres de jóvenes belgas que se han unido a las filas del Estado Islámico en Siria. Ella es cristiana pero no bautizó a sus hijos. Sammy se sintió atraído por el Corán y empezó a frecuentar círculos islamistas. Su radicalización fue lenta pero firme. Lleva ahora tres años sin verlo y dos sin hablar con él.
En una Bruselas desierta por el estado de máxima alerta ante un «atentado terrorista inminente y real», Veronique Loute acepta encontrarse en un café de la capital belga con LA RAZÓN. Veronique tiene marcado a sangre y fuego aquel viernes 27 de octubre de 2012 en que su hijo, Sammy (entonces de 23 años) se esfumó hacia Siria. No hubo despedidas, ni explicaciones. Sabe, no obstante, que primero estuvo en Turquía hasta que terminó su entrenamiento y entró en Alepo para su «bautismo» como combatiente del Estado Islámico: la prueba de fuego. Su hijo se fue con un grupo de amigos belgas. En marzo de 2013 uno de ellos murió y fue el propio Sammy quien telefoneó a su madre para informarle de su muerte. A partir de ese día decidieron formar una asociación para apoyarse los unos a los otros, por desgracia, en Bruselas, no eran los únicos padres en esa situación.
Para la mayoría, son los crueles terroristas del 13-N; para 130 familias, los asesinos de sus seres queridos; pero para ocho parejas son sus hijos. Niños a los que un día dieron de comer, mecieron para que se durmieran y abrazaron después de una caída. La gran pregunta que les corroe es ¿por qué? Y aunque ahora quedan cada una vez a la semana gracias al paraguas de la organización «Des Parents Concernés» (Los Padres Concernidos) no logran una verdadera respuesta. Ahondan en la falta de integración, la búsqueda de una identidad, los hogares rotos, el paro entre la juventud musulmana que asciende a un 40%. Sus hijos eran «totalmente normales» hasta que un día se radicalizaron y se marcharon a Siria. La mayoría sueña con volver a verlos para estar cerca de ellos y pagarían por borrar sus años de yihad y poner el contador a cero. Sin embargo, lo que más temen es escuchar su nombre en las noticias o verlos como protagonistas de los macabros vídeos del Estado Islámico. En total, son unos 520 belgas los que han abrazado el extremismo y han viajado a Siria, la mayor cifra per cápita de la Unión Europea. Para Veronique Loute, que se jubiló el mes pasado, no hay un perfil común de «foreign fighter» (combatientes extranjeros), aunque ella hace mucho hincapié a lo largo de la conversación en que con la separación de su marido, de origen africano, Sammy sufrió mucho. «Yo soy cristiana, pero no bauticé a mis hijos. A los 7 años, él mismo me pidió bautizarse y después hacer la comunión». A los 14 años, cuando culminó la separación, su primogénito dio un giro y demandó convertirse al islam. «Pensé, ¿por qué no?» Poco después pidió el cambio de instituto porque en el anterior no había asignatura de fe musulmana. Ella lo achaca a las malas compañías, al fin y al cabo los amigos de su hijo adolescente. «En cuanto cumplió 20 me dijo que ya no quería vivir con su padre, quien se volvió a casar muy rápido y ya tenía un hijo». Tampoco le extrañó que aprendiera árabe en 2011. En apenas un año ya fue capaz de entenderlo. Veronique describe a su hijo como un chico muy independiente aunque lo cierto es que no pasaba un día sin que la llamara. En cada palabra referente a Sammy, se nota que le echa terriblemente de menos. «Hablábamos todos los días, era súper cariñoso y estábamos muy apegados. Teníamos, yo creía, una relación madre-hijo estupenda. Ahora él también lo tiene que estar pasando mal».
Desde hace dos años ya no le llama, nunca. Él le pidió que no contara su caso a la prensa, pero Veronique es valiente y decidió montar la asociación y concedió una entrevista. «Tenía sentido si hablar evitaba que otros hijos se fueran a Siria». Se cambió el nombre y la fotografiaron de espaldas. «Pero lo leen todo, son adictos a internet» y nunca más se puso en contacto con ella. Ella hace una demarcación entre los que se fueron a Siria antes de junio de 2014 (cuando se estableció el autodenominado Estado Islámico) y los que se han unido posteriormente. «La radicalización de mi hijo fue lenta y religiosa. Las de ahora son rápidas, más violentas y la fe no es algo ni secundario. A mi hijo le gusta vivir en un estado religioso». Asimismo, Veronique destaca que antes los reclutadores tenían un papel más primordial, figuras importantes para los chavales que lavaban el cerebro de tú a tú, ahora es internet el mayor captador de jóvenes yihadistas.
En su caso en particular, Veronique no teme en dar el nombre y el apellido de quien radicalizó a su hijo: lo escribe en el cuaderno para que no existan dudas de quien es el predicador que logró que su hijo y otros casi 40 belgas partieran hacia Siria. Jean Louis Denis «Le Soumis», un belga a quien se le ha acusado por terrorismo en su relación de reclutador de combatientes a través de la organización «Sharia4Belgium» y quien ella personalmente ha denunciado y se persona como demandante civil durante uno de sus juicios, aún abierto. Al preguntarle si no le da miedo acusar a alguien tan peligroso y con lazos yihadistas, responde rotunda «¿de qué?». Durante un tiempo Veronique no hablaba del tema, «le ocurre a muchas madres», asevera. «No es fácil que alguien quiera reconocer sí, soy la madre de un yihadista, sienten vergüenza. Una de las madres de la asociación estuvo un año entero sin contarlo». A la ya de por sí dura falta de un hijo se une el estigma de la sociedad. Veronique reconoce que a pesar de ser un problema nacional, las autoridades belgas no están haciendo frente al radicalismo de sus jóvenes. A una de las madres se le fueron sus seis hijos a Siria. «¿Por qué nadie los frenó en la frontera si había hasta menores? Ella decidió viajar hasta allí y por lo menos se volvió a Bruselas con sus dos hijas pequeñas. Dos de sus hijos ya han muerto allí y hay otro que se ha quedado sin extremidades». Dimitri Bontienk también viajó por su hijo y lo consiguió. Ahora está en la cárcel. «Pero era un antiguo militar».
¿Os preocupaba que uno de vuestros hijos hubiera atentado en el 13-N? «Claro, y así ha ocurrido. El lunes conocimos la identidad de Bilal Hadfi, uno de los suicidas del Estadio de Francia, y vecino, al igual que el cerebro de los atentados, de Molenbeek. Su madre es de la asociación. Está rota, destruida. Es inimaginable su dolor. La culpabilidad debe inundarte». A modo de compañerismo o empatía, Veronique tiene la teoría de que al no poder entrar en el Estadio, por miedo a represalias del EI, se suicidaron fuera. «Por eso Bilal no mató a nadie». Muchas de las madres creen que a sus hijos les apuntan con una pistola para que aparezcan en los vídeos y que no pueden desertar porque eso significa la muerte de ellos o de sus familias. «Ellos no toman decisiones, reciben órdenes. Es un ambiente muy sectáreo. son pocos los que logran escapar con vida».
Al tercer día de no saber de su hijo, Veronique, que estaba de viaje en Alemania, volvió a Bruselas. Le extrañó que unos meses antes su hijo dejara de cobrar el paro y no se preocupara por cómo iba a vivir. «¿Sabes lo que había hecho dos semanas antes: pagarle las facturas de la luz y el gas. Se acercaba el invierno y como madre pensé que iba a pasar frío». Después, puso una denuncia de desaparición, hasta que tres semanas después Sammy llamó para decirle que se estaba preparando para ayudar a los sirios a luchar en contra de Bachar al Asad. Apesar de todo lo que le ha hecho sufrir, aún lo quiere. «Claro que sí, nunca dejaré de hacerlo. Soy su madre».
Tras los pasos de Abaaoud en el barrio belga de Molenbeek
En Molenbeek, el barrio belga donde vivía el terrorista yihadista Abdelhamid Abaaoud–cerebro de los atentados del pasado viernes en París– y su familia, los vecinos explican a LA RAZÓN que sus padres, desolados por el dolor y para comenzar una nueva vida, se han marchado a Marruecos con cuatro de sus seis hijos, el país de origen de los padres del ideólogo de los atroces atentados del 13-N. De hecho, el negocio de ropa en el que trabajaba el padre de familia, y en el que, en ocasiones, también lo hacía el propio Abaaoud, lo habían cerrado hace tiempo. «Ahora Omar está pensando en vender la casa para no que tener nada que ver con esto, con Abdelhamid, con Bélgica. Su hijo ha causado demasiado daño a toda la familia», insisten los que les conocían. El viernes, en el distrito multiétnico respiraban tranquilos por la muerte del joven belga, pero ayer, con el riesgo de máxima alerta terrorista y la posibilidad de un ataque inminente, prácticamente nadie salió a la calle. Por la mañana, además, corrió el rumor en el distrito bruselense de que había una amenaza química. La sensación de inseguridad y miedo impregna el barrio. «Espero que los radicales no acaben con nosotros», comentó la joven S. J., que pidió que su nombre no saliera publicado.
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