Puerto Rico
La revolución de Puerto Rico tumba a su gobernador Ricardo Rosselló
Los casos de corrupción y la difusión de un chat privado en el que el mandatario de la isla y sus asesores se burlaban de las víctimas del huracán “María” terminaron en un pulso que ganó el pueblo
Los casos de corrupción y la difusión de un chat privado en el que el mandatario de la isla y sus asesores se burlaban de las víctimas del huracán “María” terminaron en un pulso que ganó el pueblo
Al filo de las 4 de la tarde del miércoles se notificó que el gobernador de Puerto Rico, Ricardo Rosselló, se dirigiría al país con un importante mensaje, que sería transmitido en poco menos de una hora. Las expectativas crecían no solo entre los manifestantes, que, sin descanso, tomaron las calles durante doce días, sino alrededor de toda la isla.
A principios de mes todo cambió con dos hechos. Altos funcionarios del gabinete de Rosselló fueron arrestados acusados por la justicia de malversación de fondos públicos destinados a la recuperación de la isla tras el huracán María (2017), por valor de unos 15 millones de dólares. En segundo lugar, el Centro de Periodismo Investigativo (CPI) filtró el contenido completo de un chat de Telegram entre el gobernador y sus asesores con casi 900 páginas –cargado de misoginia, homofobia y hasta burlas al pueblo tras el paso del huracán «María»–, destaparon un sistema de corrupción, fraude, y lavado de dinero sin precedentes en la isla. No hubo una sola esquina de Puerto Rico en que no se hablara del asunto, y el malestar trascendía ideologías de todo tipo. En un ejercicio de unión que ha sido reconocido en todo el mundo, los puertorriqueños se levantaron en la gesta más grande de su historia y dejaron claro que no habría pausa o marcha atrás contra el gobernador. A pesar de que se aferró hasta el final, ya no era una opción que Ricardo Rosselló abandonara su silla; más bien una cuestión de tiempo.
La indignación del pueblo tomó forma de protestas masivas, performances artísticos, y hasta un histórico paro nacional al que se unieron artistas locales y de la talla de Ricky Martin, Bad Bunny y René Pérez, quienes enérgicamente exigieron la renuncia de Rosselló. Entre que se ordenaran ataques con gases lacrimógenos y pistolas de balines a los manifestantes, las noticias de repudio a la Rosselló daban la vuelta al mundo engalanadas con los rostros jóvenes que encabezaron esta lucha, que sin lugar a dudas ejerció una presión que culminó con la tan esperada dimisión.
No obstante, lo que se vivió en el Viejo San Juan en las horas previas a la renuncia fue un ambiente que entretejía ardor y dudas. En las afueras del Palacio de Santa Catalina, residencia de los gobernadores de Puerto Rico, un creciente grupo de manifestantes esperaba con ansias el mensaje. Pero pasaban las horas y el gobernador no aparecía. Periodistas dentro del palacio se notaban molestos y cansados, considerando que desde la noche anterior se venía rumoreando fuertemente que Rosselló renunciaba a su cargo y hasta que había salido del país. Tras casi dos horas de espera, uno de sus representantes salió a notificar que el gobernador necesitaba tiempo adicional, puesto que se encontraba finalizando detalles de su mensaje. La consigna de «¡Ricky, renuncia» y los cacerolazos se convirtieron, una vez más, en el eco de la ciudad amurallada.
Si las autoridades apostaron por cansar y desgastar al pueblo, fallaron en su estrategia: pese a la incertidumbre, en los alrededores del Viejo San Juan también reinaba la solidaridad entre los manifestantes. Música de todo tipo, cánticos y bailes eran el lenguaje de resistencia y, pese a la gran presencia policial en la zona, las plazas se mantenían llenas de grupos que esperaban alguna noticia del gobernador.
Poco antes de la medianoche, las calles se tornaron silenciosas como nunca en las pasadas semanas: comenzaba a correr por fin lo que se esperaba fuera el mensaje final de Rosselló. Se congregaron los manifestantes como si se conocieran de siempre, compartiendo móviles, megáfonos y altavoces para que todos pudieran escuchar el discurso.
Una vez confirmado de boca del propio gobernador que su renuncia era oficial, la multitud estalló en gritos de júbilo, muchos confundiéndose en abrazos y limpiando lágrimas de sus caras. La lucha había dado frutos, y los manifestantes, en su mayoría jóvenes de la generación «millennial», celebraban, mas no bajaban la guardia.
Y es que, en un país que lleva más de una década en recesión y casi ha laminado los derechos laborales, los jóvenes no tienen el miedo que han tenido otras generaciones a lanzarse a la calle; es más, entienden el valor de exigir cuentas a quienes fallen en su misión de liderar con transparencia y ética. Sin duda, la noche en que renunció Roselló fue una celebración de batallas ganadas, y otras que apenas comienzan.
Por las calles se escuchaba que lo próximo es estar pendientes a la gobernadora interina, Wanda Vázquez. Teniendo en cuenta la renuncia del secretario de Estado y siguiendo el orden designado en la Constitución, el cargo le correspondería a Vázquez pues es la titular del Departamento de Justicia.
Vázquez ya ha enfrentado problemas por ejercer influencia mediante su posición política anteriormente; y tan reciente como en la mañana después de la renuncia se filtraron chats en que supuestamente intenta desviar una investigación sobre Unidos Por Puerto Rico, una campaña de recaudación de fondos tras el paso del huracán María, y que tenía como líder a Beatriz Rosselló, primera dama del país.
En medio de esta revolución que se ha gestado en Puerto Rico, algo queda claro: una tradición de políticos acostumbrados a ciudadanos dóciles tendrá ahora que comenzar a rendir cuentas y trabajar con el bienestar del pueblo como norte. Eso, o esperar resistencia. Un nuevo país ha nacido.
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