Internacional
Le Pen y Salvini lanzan su alianza antieuropea
Los líderes de la extrema derecha francesa e italiana anuncian en Roma una «revolución» para recuperar la soberanía nacional tras las elecciones a la Eurocámara del próximo mayo
Los líderes de la extrema derecha francesa e italiana anuncian en Roma una «revolución» para recuperar la soberanía nacional tras las elecciones a la Eurocámara del próximo mayo.
Los días previos hubo gresca para acreditarse. En la sala en la que comparecieron el secretario federal de la Liga, Matteo Salvini, y la líder de Agrupación Nacional (antiguo Frente Nacional), Marine Le Pen, apenas cabían ellos y unas 30 o 40 personas más. No parecía el lugar más indicado para catapultar la que plantean como la nueva corriente mayoritaria europea, y sin embargo, lo era. Las dependencias eran las de un sindicato de clase heredero de los movimientos posfascistas, ubicado además frente a la histórica sede del extinto Partido Comunista. Valía la pena sacrificar la comodidad a costa de enterrar simbólicamente un tiempo y levantar otro.
Porque lo que proclamaron los populistas italianos y franceses fue el inicio de «una revolución mayoritaria y pacífica». Sonaba a eslogan del 68, cuando en realidad Le Pen se estaba autodefiniendo como «paladín de las naciones, que no deben desaparecer bajo este imperio en el que se ha convertido la Unión Europea». Aunque fuera por coherencia con el lugar elegido se habló mucho de trabajo, de derechos sociales, de crítica al capitalismo y no tanto de inmigración, salvo si era para enmarcarlo en las nuevas relaciones laborales. «Estoy convencido de que la gran finanza que sostiene a la izquierda quería inmigración masiva porque necesitaba nuevos esclavos», puntualizó Salvini.
Y por ahí siguió girando el debate. «Con Marine ponemos en el centro el valor de la familia, de la vida, de los derechos sociales», exponía el italiano, alumno aventajado de su colega francesa. Pero como ella fue precursora y tiene más experiencia en el ámbito de las ideas, era la que exponía el marco teórico de algo que hace años sonaría a nueva izquierda y que hoy es extrema derecha: «En realidad Europa no fue construida para el bienestar, sino para reforzar los poderes de una pequeña clase mundial que genera mucho dinero, pero del que se beneficia ella sola. Europa se ha construido sobre la negación de los pueblos. Nuestro papel es devolverle a los pueblos su poder, que es la esencia de la democracia». A fin de cuentas, Le Pen proclamó un proyecto «contra la globalización salvaje».
Justo el terreno en el que mejor se mueve Salvini, el de contraponerse con los otros. «Los enemigos de Europa no son los populistas, los enemigos están en los búnqueres de Bruselas. Son Juncker [presidente de la Comisión Europea] y Moscovici [comisario de Economía], quienes nos han llevado a la pobreza. Nosotros somos los salvadores de Europa», sostuvo. Y de ahí al chascarrillo quedaba ya solo un trecho. Le preguntaron por Emanuel Macron y el periodista italiano Roberto Saviano, habituales blancos de sus dardos. «Qué tristeza, simplemente espero que no se hayan hecho un 'selfie' juntos desnudos», respondió.
Salvini utilizó el mismo recurso para explicar la situación económica en la que se encuentra Italia, con su prima de riesgo en los niveles más altos desde 2014, cuando la crisis financiera azotaba con fuerza, y su Bolsa bajando a diario como consecuencia de unos presupuestos que suponen un desafío frontal a las exigencias de estabilidad europeas. «Hoy el diferencial [con el bono alemán] ha superado los 300 puntos, aquí se ve la diferencia entre la vida verdadera y realidad financiera. Si quisiera pensar mal, diría que quienes están agitando el fantasma de la prima de riesgo piensan que una Italia que crece y recupera el empleo no va a vender sus empresas», justificó. Ni la economía italiana crece a un ritmo muy elevado ni se acerca su país al pleno empleo, pero en su pensamiento, se trata de «ataques especulativos a la antigua usanza, como acostumbra a hacer George Soros», el magnate estadounidense, convertido también en némesis de los populistas.
Por todo esto, ambos líderes hablaron de las elecciones europeas del próximo 23 de mayo como una «cita histórica», el «inicio de una revolución» o el «momento para devolverle a Europa sus valores perdidos». No lo harán con una lista comunitaria única, ya que, según Le Pen, «no tendría sentido al defender cada uno su nación». «Cada uno celebrará su victoria y después nos uniremos en Bruselas», apuntilló Salvini, que hace meses sí que planteó la idea de extrapolar su grupo a una liga europea. Uno de sus más firmes aliados, el primer ministro húngaro, Viktor Orban, con quien ya se reunió en Milán, de momento se muestra reticente a abandonar el seno del Partido Popular Europeo, por lo que el momento para encuadrar estos movimientos vendrá después de las elecciones, no antes.
Se trata, en cualquier caso, de cuestiones protocolarias. Nada importante, comparado con «el inicio de una revolución en el buen sentido», que pregona Salvini. Su cita es en Bruselas, pero también se sirvió del «resultado de las elecciones brasileñas como símbolo de que no solo está ocurriendo en Europa, sino en todo el mundo». El vicepresidente italiano se puso como ejemplo de buen gobernante y su acompañante sonrió. Se dieron la mano, faltó el beso entre el italiano y la francesa, y se citaron para el próximo mayo.
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