Parlamento Europeo

Rebelión polaca contra la Europa de las dos velocidades

La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, encabeza la resistencia del Este a la creación de un «núcleo duro» porque supone un «club de élites». Sin embargo, para la canciller Merkel las multivelocidades están recogidas en los Tratados y permiten el avance de la UE ante el divorcio británico

La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, incide en la unidad de la UE
La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, incide en la unidad de la UElarazon

La primera ministra de Polonia, Beata Szydlo, encabeza la resistencia del Este a la creación de un «núcleo duro» porque supone un «club de élites». Sin embargo, para la canciller Merkel las multivelocidades están recogidas en los Tratados y permiten el avance de la UE ante el divorcio británico

La UE intenta, de manera denodada, dar imagen de unidad. Pero no siempre le sale bien, más bien casi nunca. A pesar de que los socios europeos ante la inminencia de inicio del proceso de divorcio de Reino Unido, intentan cerrar brechas y heridas consciente de que ahí reside su gran Talón de Aquiles, Polonia ha vuelto ha convertirse en el nuevo socio incómodo de los Veintisiete. Nada nuevo bajo el sol, ya que el discurso y las formas recuerdan a la rebelión continuada de los hermanos Kacyniski hace diez años durante el proceso de ratificación de la Constitución Europea, cuando Polonia era un socio novato en el club. Hoy uno de ellos sigue gobernando en la sombra el país y su pupila reproduce su discurso. La primera ministra polaca, Beata Szydlo, se mostró en contra de cualquier vestigio de Europa a la carta pergeñada por Merkel con el apoyo de Francia, España e Italia. «La diferencia de velocidades abriría la puerta a construir clubes de élites y a dividir la Unión Europea», manifestó ayer rotunda a pesar de que su Gobierno el día anterior había quedado completamente aislado sin conseguir que ninguno otro socio vetara al candidato a la presidencia del Consejo, Donalt Tusk, que fue reelegido en la renovación de su mandato durante dos años y medio más. Ni siquiera Theresa May apostó por las abstención, tal y como se había barajado como un simbólico gesto de apoyo y a la espera de que el favor fuera devuelto en la negociación de desconexión de Bruselas. A pesar de este aislamiento polaco, que tampoco contó con el apoyo del tradicional grupo de Visegrado del que forma parte junto con Hungría, República Checa y Eslovaquia, la primera ministra se monstró dispuesta a dar la batalla. Afirmó que sería una conclusión «buena y positiva» debatir las normas que se seguirán para elegir los puestos más destacados de las instituciones comunitarias, y pidió incluir una «cláusula de consentimiento» del país de orígen del candidato. «Puedo decirles que hoy (por ayer) tenía la impresión de que muchos jefes de Estado y de Gobierno se sentían muy incómodos con lo que pasó ayer», declaró Szydlo, quien insistió en declarar «inválidas» las conclusiones de la reunión «no en su opinión, sino en la de los tratados», tras negarse a apoyarlas (los demás países sólo pusieron las decisiones en forma de declaración de la Presidencia). Aun así, Szydlo confirmó que participará en las futuras reuniones del Consejo Europeo y calificó de «chantaje» unas declaraciones del presidente francés, François Hollande, en las que sugería suspender los fondos estructurales a Polonia. «Algunos viejos Estados miembros parecen no entender la democracia», indicó. El gran interrogante es si Varsovia considerará poco a poco sumar aliados a su causa cuando el malestar del resto de los países del Este es más que evidente y cuando no es la primera vez que estos países se unen para, por ejemplo, vetar la gestión de la crisis de refugiados de la canciller alemana.

La de ayer fue una cumbre en la que Bruselas intentó sofocar cualquier intento de represalia por parte de estos países. «Algunos de nuestros colegas lo ven como un nuevo telón de acero entre el Este y el Oeste. No es la intención», aseguró el presidente de la Comisión Europea, Jean-Claude Juncker utilizando una referencia de máxima sensibilidad histórica y que va directa a la razón de ser de la incorporación de los antiguos países comunistas al club europeo. La canciller alemana también reconoció al final del encuentro que algunos países mantienen diferencias a esta Europa de varias velocidades que puede acabar arrollando a los vagones de cola. El propósito, por el momento, es seguir manifestando que este «núcleo duro» es poroso y no cierra la puerta a nadie que quiera incorporase después, con el propósito de que la efeméride del Tratado de Roma del 25 de marzo transcurra en la mayor armonía posible. La canciller también recordó que su proyecto de varias velocidades resulta plenamente compatible con los actuales tratados y que, de facto, en el actual proyecto europeo ya hay socios que apuestan por una mayor integración que otros en la adhesión a la moneda única o el espacio sin fronteras Schengen. Es evidente, sin embargo, que esta posibilidad siempre se había visto en las cancillerías como un mal menor, antes que como una apuesta capaz de suscitar entusiasmo y que los nuevos socios temen verse discriminados.