Política

Reino Unido

Westminster vuelve a humillar a May

Westminster rechazó una moción con la que la primera ministra buscaba renovar el respaldo de los diputados a su plan de continuar negociando con Bruselas el acuerdo del Brexit

Theresa May, a su llegada al Parlamento británico
Theresa May, a su llegada al Parlamento británicolarazon

Westminster rechazó una moción con la que la primera ministra buscaba renovar el respaldo de los diputados a su plan de continuar negociando con Bruselas el acuerdo del Brexit

Nueva derrota para Theresa May en Westminster por el tortuoso proceso del Brexit. La imagen de unidad en sus filas que la «premier» quería proyectar a la UE quedó anoche hecha añicos después de que el núcleo duro de los «tories» euroescépticos se revelara al sospechar que la responsable del Ejecutivo no está realmente dispuesta a dejar el bloque sin pacto en caso de que las cosas se compliquen realmente de cara al 29 de marzo. La Cámara de los Comunes rechazó por 303 votos en contra frente a 258 a favor una moción con la que May tan solo buscaba renovar el respaldo de los diputados a su estrategia para continuar negociando con Bruselas el «backstop». La salvaguarda con la que se quiere evitar una frontera dura en Irlanda sigue siendo el principal escollo por el que sus señorías aún no han ratificado el acuerdo de retirada que la «premier» cerró con los Veintisiete el pasado noviembre.

La cláusula rechazada indicaba que el Parlamento «reiteraba su apoyo al plan para abandonar la UE expresado por esta Cámara el 29 de enero y tomaba nota de que el diálogo entre Reino Unido y la Unión Europea sobre el mecanismo de salvaguarda para Irlanda del Norte está en marcha». Pero el diablo está en los detalles y los «tories brexiters» criticaron la redacción de la moción porque incorporaba de forma implícita una enmienda aprobada en la sesión de finales del mes pasado, por la cual los Comunes descartan dejar el bloque sin pacto.

Hasta el último momento, los euroescépticos pidieron al Gobierno que la cambiara para aclarar que la posibilidad de una ruptura sin convenio sigue estando sobre la mesa. Pero, ante la negativa de Downing Street, decidieron abstenerse precipitando una nueva derrota de la «premier», la octava desde que empezó el debate sobre el divorcio. La humillación es más simbólica que otra cosa, pero merma aún más el liderazgo de May cara a la UE. En definitiva, al otro lado del Canal de la Mancha tienen razones para desconfiar cuando asegura que puede conseguir, en última instancia, el respaldo de Westminster para ratificar el pacto.

Durante el debate también se votaron dos enmiendas, ninguna legalmente vinculante, presentadas por el Partido Laborista y los independentistas escoceses del SNP. La primera pedía el voto definitivo del acuerdo de retirada para antes del 27 febrero. La segunda quería posponer el Brexit, al menos por tres meses. Como se preveía, ninguna salió adelante, ya que tanto la oposición como los «tories» pro UE están preparando la artillería pesada de cara a la próxima sesión que May ha prometido para finales de este mes.

Antes de la votación, el ministro del Brexit, Stephen Barclay, trató de ganar el respaldo de los euroescépticos al asegurar que el Gobierno ejecutará la ruptura con la UE en la fecha prevista, el 29 de marzo, aunque para entonces no se haya ratificado un acuerdo. Por su parte, May también ha rechazado hasta ahora descartar una salida no negociada del bloque, un escenario que los euroescépticos consideran una de las principales bazas británicas en la negociación con Bruselas. La jefa de Gobierno se ha comprometido a regresar al Parlamento a finales de este mes para volver a someter a votación su hoja de ruta en caso de que todavía no haya logrado redefinir los términos de la salida.

Aunqe el Ejecutivo mantiene sobre la mesa la opción de una ruptura abrupta, medios británicos han revelado esta semana que el jefe del equipo negociador británico, Olly Robbins, contempla otros planes. En una conversación que escuchó un periodista, Robbins aseguró que el Gobierno prevé pedir una extensión del plazo de salida más allá del 29 de marzo si para entonces no se ha aprobado un pacto que evite el divorcio caótico.