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¿Por qué los paraguas de Hong Kong no llegan al resto de China?

Un abismo les separa. Mientras Chan acude cada día al corazón de las protestas en Hong Kong; Viva, desde Pekín, considera que su compatriota hace el «tonto» y que el movimiento está dañando la economía de la isla.

Las diferencias entre Hong Kong y la China continental dificultan que el espíritu democratizador de la isla pueda extenderse a otras partes del país asiático, según coinciden los analistas, que alejan la posibilidad de que la revolución de los paraguas tenga el mismo “empuje” que el movimiento de Tiananmen.

Hay una diferencia abismal entre Chan Chun-fung y Viva, ambos de 25 años. Mientras Chan acude cada día, antes de salir y entrar al trabajo, al corazón de las protestas en Hong Kong; Viva, desde Pekín, considera que su compatriota está haciendo el “tonto” y que el movimiento está dañando la economía de la isla.

Ambos son el claro ejemplo de las diferencias existentes entre los jóvenes de la isla, que han crecido disfrutando de derechos como la libertad de expresión y de prensa, y han recibido una educación crítica, sin censura, y los del continente, bajo un sistema estrictamente controlado por las autoridades comunistas.

“Sus sistemas políticos y sus ambientes son muy diferentes, y por eso la protesta no saldrá de Hong Kong”, afirma el director del Instituto de Estudios de China y del Mundo, Li Fan, en declaraciones a Efe en Pekín.

En opinión de Li, la “barrera” para que la llamada “revolución de los paraguas” dé el salto no reside tan sólo en las herramientas que utiliza el régimen -como la represión o la censura- sino en todo el sistema que ha construido el Partido Comunista en 65 años, y que ha dado como resultado jóvenes que hoy “sólo se preocupan por encontrar un buen trabajo”.

“Es muy difícil, no está la base”, señala Li, quien convive día a día con la nueva generación de chinos, que asumirá en un futuro las riendas del país y que es muy distinta a la que en Hong Kong lleva saliendo casi un mes a la calle para pedir elecciones libres en 2017.

También es muy distinta de la generación que hace 25 años ocupó la plaza de Tiananmen de Pekín, y protagonizó protestas en numerosas urbes del país asiático, desatando una grave crisis política que puso contra las cuerdas al régimen y que acabó en masacre.

Ren Jianming, catedrático de la Universidad de Beihang de la capital, también rechaza que el espíritu de Hong Kong vaya a extenderse y alude a otra de las razones que, en su opinión, ha impulsado las multitudinarias protestas en la isla.

“Las manifestaciones no son sólo por motivos democráticos, sino también para expresar su descontento con el Gobierno de Hong Kong. Los jóvenes tienen dificultades para encontrar trabajo y los pobres viven en condiciones muy difíciles”, arguye.

“Antes (los hongkoneses) se sentían privilegiados respecto a la China continental, pero ahora cada vez menos”, añade Ren, en alusión a las dificultades que cada vez pesan más sobre los graduados de Hong Kong, a quienes cuesta encontrar empleo, y el encarecimiento de la vida en la poblada y capitalista isla, situación que no es tan dramática en el continente.

Esto también lo evidencian Chan y Viva (que, a diferencia del primero, se esconde bajo un pseudónimo). Mientras el hongkonés hace prácticas en un instituto de enseñanza media como profesor asistente con la esperanza de poder cubrir una baja al término de su estancia, una posibilidad que ve “lejana”, Viva lleva ya cuatro años trabajando para una radio en Pekín y posee un piso en alquiler en la capital junto a su marido.

“Los jóvenes del continente no salen a la calle porque, para ellos, ahora mismo no tienen ningún problema mayor del que quejarse... Pero, claro, siguen desconociendo la realidad”, opina Chan.

Y es que, aunque las probabilidades de que los paraguas lleguen a una plaza como Tiananmen sean muy reducidas, el Gobierno no se arriesga: la información sobre las protestas que aparecen en los informativos de la televisión oficial son breves y centradas en las voces contrarias a la democracia.