México
Promesas cumplidas
La semana 1 en la Casa Blanca. Trump es impulsivo y quiere hacer realidad su programa electoral cuanto antes, pero sabe dar marcha atrás. Algunas de sus medidas tendrán efecto inmediato, pero otras necesitarán el apoyo del Congreso
Trump es impulsivo y quiere hacer realidad su programa electoral cuanto antes, pero sabe dar marcha atrás. Algunas de sus medidas tendrán efecto inmediato, pero otras necesitarán el apoyo del Congreso
Donald Trump ganó contra todo pronóstico porque supo canalizar la rabia e inseguridad de la población blanca de clase media y baja sin estudios universitarios, ante una globalización y cambios profundos que percibe como una amenaza a su nivel y tipo de vida. Sabiendo que dicho grupo demográfico lo ha aupado a la presidencia, querrá mantener sus promesas electorales para aspirar a la reelección en cuatro años. La política de Trump se basa en la premisa errónea de que tanto aliados como rivales de EE UU están aprovechándose de tratados de libre comercio, flujos de movimientos de trabajadores y el paraguas militar protector de la OTAN para sacar el máximo provecho, lo que perjudica a los intereses de Estados Unidos.
El lema que repite incansablemente Trump es que los demás países –y la clase política tradicional de EE UU– abusan de la bondad o ignoran al estadounidense medio. La política exterior de Trump será una proyección de su afán de recuperar y generar empleo, especialmente en el sector industrial y mediante un plan de construcción de infraestructuras valorado en un billón de dólares. En sus primeros diez días, Trump está cumpliendo muchas promesas mediante la firma de órdenes ejecutivas, a las que recurre un presidente cuando el Congreso tarda demasiado en legislar. Algunas de dichas órdenes ejecutivas tendrán efectos inmediatos. La retirada de EE UU del acuerdo comercial TPP con once países de la cuenca de Pacífico probablemente lo hundirá. Ha suspendido el programa de acogida de refugiados y prohibido la entrada a ciudadanos de siete países con mayoría musulmana. También agilizará la expulsión de inmigrantes ilegales con antecedentes penales. Ha congelado las subvenciones a la Agencia de Protección Medioambiental, una entidad con rango ministerial odiada por los republicanos. Pero no podrá cortar fondos federales a las ciudades refugio para inmigrantes ilegales porque dicha financiación fluye a través de los estados. Trump ha conseguido que algunas empresas (Ford, GM, Carrier) abandonen planes de inversión o deslocalización de producción en otros países bajo amenaza de aplicación de aranceles o impuestos. Pero muchas órdenes ejecutivas son una declaración de intenciones y no pueden entrar en vigor sin el refrendo del Congreso. La mayoría republicana respalda y trabaja en una reforma fiscal que disminuirá el impuesto de sociedades y sobre las plusvalías pero suprimirá ciertas deducciones fiscales. La orden de autorizar nuevamente la expansión de dos gasoductos (Dakota Access y Keystone XL) y la exploración de hidrocarburos en terrenos federales y las costas no exime a las empresas interesadas de obtener permisos y superar estudios de impacto. Tampoco será fácil eliminar las regulaciones que considera que son trabas innecesarias. Funcionarios de varios ministerios están difundiendo información por las redes sociales sobre temas medioambientales a pesar de la imposición de una prohibición.
Trump es impulsivo y quiere resultados rápidos. No obstante, sabe dar marcha atrás cuando sus intenciones suscitan mucha polémica. Ha aceptado no emplear la tortura, que EE UU acuda en apoyo de sus aliados de la OTAN al margen de lo que gasten en defensa y retrasar la decisión sobre el levantamiento de las sanciones contra Rusia. La idea de aplicar aranceles o impuestos a empresas que deslocalicen actividad a países con un superávit comercial abultado con EE UU parece una estrategia negociadora. El magnate sabe perfectamente que perjudicaría a los consumidores (vía precios más altos), a las empresas que importan componentes y desataría represalias contra las exportaciones de Estados Unidos.
Trump se postula como un gran aliado de Israel y priorizará la lucha contra el Estado Islámico y otros grupos terroristas islámicos. Pero tampoco se atreve por ahora a trasladar la embajada de EE UU de Tel Aviv a Jerusalén. Trump nunca será un multilateralista comprometido con el marco institucional surgido de la Segunda Guerra Mundial. Recortará drásticamente la aportación financiera de EE UU a la ONU y otros organismos internacionales y seguirá flirteando políticamente con populistas como Marine Le Pen o Geert Wilders. El boicot a empresas de EE UU en México y la obsesión con la construcción del muro auguran como mínimo escaramuzas comerciales. Pero ante los obstáculos a su política exterior, es previsible que se centre en su agenda nacional.
Los decretazos
►Adiós al Obamacare
El 20 de enero, Trump firmó una orden para desmantelar la reforma sanitaria de Obama, que ofrece cobertura a 20 millones de personas.
►Tratado comercial TPP
El 23 de enero, selló la salida de EE UU del Tratado Transpacífico con las regiones asiáticas con vistas a negociar acuerdos bilaterales.
►Oleoductos
El 24 de enero, activó la construcción de dos canalizaciones petroleras (Dakota Access y Keystone XL) pese a las críticas de ecologistas.
►Muro de México
Un día despúes, firmó la orden para iniciar los trámites de contrucción del muro al sur del país, que costará 15.000 millones de dólares.
►Ciudades santuario
Ese mismo día estampó su firma en otro decreto para penalizar a las más de 400 ciudades que acogen a inmigrantes ilegales.
►Veto musulmán
El viernes rubricó la orden para limitar la entrada en el país de ciudadanos de países islámicos.
►Refuerzo militar
Desde el Pentágono, aprobó un documento para reforzar y modernizar el Ejército.
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