Ucrania
Putin reaviva las llamas de la guerra contra Ucrania
El presidente ruso visita Crimea en medio de la escalada de tensión y ordena nuevos ejercicios militares en la Península, mientras Kiev no descarta declarar el estado de guerra
El presidente ruso visita Crimea en medio de la escalada de tensión y ordena nuevos ejercicios militares en la Península, mientras Kiev no descarta declarar el estado de guerra
Todas las visitas de Putin a Crimea son motivo de controversia desde su anexión hace ya dos años y medio, pero la de ayer llegó en un momento especialmente sensible, en plena escalada de tensión militar en la frontera de la península. Ambos países reforzaron su despliegue en la zona la semana pasada después de que Moscú anunciase la detención de un grupo de ucranianos cuando intentaban cruzar la frontera cargados supuestamente con 40 kilos de explosivos, una operación en la que murieron dos uniformados rusos. El Gobierno ucraniano tacha la versión de «fantasía» y el presidente del Consejo Europeo, Donald Tusk, la calificó el jueves de «poco fiable». Ayer, en Crimea, el líder ruso se reafirmó en su versión y volvió a acusar al país vecino de intentar atentar en la península para desestabilizarla durante el periodo electoral, es decir, coincidiendo con las elecciones parlamentarias previstas para el 18 de septiembre. «Evidentemente hemos convocado esta reunión por un motivo, el infame incidente en el que saboteadores armados de Ucrania trataron de irrumpir en nuestro territorio», afirmó Putin, que participó en una reunión del Consejo de Seguridad nacional.
«Parece que nuestros socios de Kiev tomaron la decisión de agravar la situación, al no poder explicar a su propia población sus errores en política social y económica», criticó el presidente. «Está claro por qué se hizo, porque (Ucrania) por alguna razón no quiere o no puede cumplir los acuerdos de Minsk (para la paz en Donbás)», aseguró Putin, que en todo caso apeló al «sentido común» y descartó romper por el momento relaciones diplomáticas, como amenazó recientemente el primer ministro Medvedev.
En el este del país, el proceso de paz no sólo continúa estancado sino que en las últimas semanas se han intensificado las escaramuzas entre los bandos, dejando ayer dos bajas en el Ejército ucraniano, en ataques de los separatistas «lanzados con artillería pesada», según denunció Kiev. La acusación de zancadillear el proceso de Minsk es mutua entre las partes. El presidente ucraniano, Petro Poroshenko, aseguró el jueves que Putin provoca artificialmente la escalada de tensión y «no cesa en sus intentos de torpedear el proceso, con declaraciones absolutamente irresponsables sobre su salida del formato de Normandía». De todas formas, a día de hoy la mayor tensión entre los países se registra en Crimea, donde Rusia concluyó ayer nuevos ejercicios militares en los que participaron 2.500 efectivos y 350 blindados, informó el Ministerio de Defensa.
Por su parte, el presidente ucraniano, que la semana pasada puso a las tropas fronterizas en «alerta máxima de combate», advierte que la probabilidad de una escalada del conflicto sigue siendo «notable». «En caso de que se cumplan los peores pronósticos, Kiev declarará el estado de guerra y la movilización de la población», advirtió Poroshenko. «No descartamos una invasión rusa en toda regla, nuestras Fuerzas Armadas están listas para hacer frente al enemigo tanto en el este del país como en la frontera administrativa con Crimea», dijo el presidente ucraniano. «Frontera administrativa» es la expresión que utiliza Kiev para remarcar que se trata de una frontera interna pues, recordamos, considera Crimea «territorio bajo ocupación temporal».
Durante la visita de Putin a la península se descubrió en el parque central de Simferopol (capital regional) un monumento a la emperatriz Catalina la Grande, la zarina que incorporó Crimea al imperio tras una guerra con Turquía. La estatua había sido demolida durante la etapa soviética, como muchos otros símbolos zaristas. «Con la recuperación de este monumentos estamos haciendo justicia histórica», presumió el líder regional, el heterodoxo Serguéi Aksiónov.
La visita del presidente ruso ayer a la península coincidió también con el 25 aniversario del golpe de Estado del ala conservadora del Partido Comunista soviético que precipitó la caída de la URSS, oficializada sólo cuatro meses después, y calificada por Putin de «catástrofe geopolítica» por la pérdida de territorios como Crimea, habitados por mayorías étnicas rusas. Hoy el 48% de los rusos, según una encuesta del centro Levada, aseguran sencillamente desconocer o no recordar aquellos hechos, si bien muchos lamentan la pérdida de influencia geopolítica del país que trajo consigo la caída del bloque, de la que se culpa mayoritariamente a Mijaíl Gorbachov, figura en cambio respetada en Occidente. El entonces secretario general de la URSS se encontraba de vacaciones precisamente en Crimea cuando los golpistas sacaron los tanques a las calles de Moscú. El fracaso de aquella intentona encumbró a su rival político Boris Yeltsin, presidente de Rusia en los noventa y padre político de Putin. «Vivimos en el país del triunfo de aquel golpe, porque los golpistas querían más o menos lo mismo que hace en estos momentos Rusia», lamentó esta semana el periodista opositor Semion Novoprudski.
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