Putin y Kerry rompen el hielo

La primera visita a Rusia del jefe de la diplomacia estadounidense en dos años suaviza la tensión bilateral. La crisis ucraniana no impedirá la colaboración entre ambos países

La visita ayer a Rusia del secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry, la primera desde mayo de 2013, antes de que estallase el conflicto en Ucrania, abre una vía hacia el deshielo de las relaciones entre los dos países, que atraviesan su peor momento desde que terminase la Guerra Fría. Aunque las posiciones siguen distantes, especialmente la interpretación de los hechos en Ucrania, la reunión con el presidente ruso, Vladimir Putin, a puerta cerrada y sin declaraciones a la Prensa aunque con apretón de manos y fotografía previa, representa «un paso positivo», en palabras de Dimitri Peskov, portavoz del Kremlin. Kerry, por su parte, calificó el diálogo de «franco».

La presencia en territorio ruso de un alto representante del Gobierno estadounidense constituye una novedad y puede interpretarse como una señal de Washington para empezar de nuevo. «Es importante mantener abiertas las líneas de comunicación entre EE UU y Rusia para afrontar temas globales», pidió Kerry, en lo que supone la suavización del discurso de aislamiento del Kremlin propugnado por Washington durante los últimos meses.

El secretario de Estado había denunciado en febrero que Rusia se encuentra «inmersa en la mayor espiral de propaganda desde la Guerra Fría» y que Moscú «miente insistentemente a la cara de sus socios sobre sus actividades en Donbás», en referencia a la presencia de tropas. Por su parte, el ministro de Exteriores ruso, Serguei Lavrov, acusó la semana pasada a la Casa Blanca de «hostilidad» hacia Moscú, de tratar de aislarla hostigando a los socios comunes, en referencia a Europa. Ayer, Lavrov también rebajó su tono y afirmó que «siempre que se respeten los principios de igualdad y no intromisión, Moscú está dispuesto a cooperar de manera constructiva con EE UU, tanto en el ámbito bilateral como en el internacional», dado que ambos países, como miembros permanentes y con derecho a veto del Consejo de Seguridad de la ONU, tienen una «responsabilidad especial por la seguridad y la estabilidad globales». Un ambiente de cordialidad reinó durante todo el encuentro en Sochi, planeado a última hora, en el marco del viaje de Kerry a Turquía para participar en la cumbre de ministros de Exteriores de la OTAN.

A su llegada a la ciudad olímpica, el jefe de la diplomacia estadounidense realizó una ofrenda floral en el monumento a los soviéticos caídos en la II Guerra Mundial, a donde Lavrov acudió en un antiguo coche soviético modelo Poveda (victoria en ruso), conmemorativo de la victoria en la contienda. EE UU, en cambio, estuvo representado únicamente por su embajador en el desfile militar del sábado en la Plaza Roja. En su reunión posterior, Lavrov regaló a Kerry una cesta con hortalizas de la región de Krasnodar, correspondiendo así al presente (patatas de Ohio) que el secretario de Estado le hizo la última vez que se vieron en EE UU. También le regaló una camiseta «made in China» con símbolos de la victoria sobre el fascismo. «Rusia no es responsable de la crisis actual de las relaciones entre Washington y Moscú», reivindicó el titular de Exteriores ruso, en referencia a las sanciones que, advirtió, «no harán que Moscú abandone sus intereses nacionales». Aunque el conflicto en Ucrania fue el tema central del encuentro, también hablaron de otros asuntos internacionales que dividen a las dos potencias, como el programa nuclear iraní y la entrega a Teherán de los sistema antiaéreos rusos S-300 anunciada por Moscú.

Las posturas sobre la guerra en Siria siguen igualmente distantes, dado que Rusia defiende la continuidad en el poder de su socio Bachar al Asad, una vez completado el desarme químico, mientras que Washington no ha dejado de armar a la oposción moderada en su lucha por derrocar al presidente sirio.

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Ep/ Efe