Política

Parlamento Europeo

Resultado de la miope clase política británica

Contrarios al Brexit se manifiestan en Bruselas a favor de un nuevo referéndum
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El contexto cultural y político en el que el Brexit maduró es el de un Estado miembro históricamente euroescéptico. Desde una perspectiva diacrónica, la historia de la integración europea de Reino Unido se ha caracterizado por muchas espinas y pocas rosas. Los tres círculos concéntricos de la política exterior británica –la relación especial con EE UU, la Commonwealth y Europa– han representado un freno en lugar de una oportunidad para la integración europea en su conjunto, haciendo de Reino Unido el caballo de Troya de EE UU en la UE. La preferencia británica por una integración estrictamente económica ha obstaculizado la profundización del proceso de integración, a veces a favor de una ampliación que ha diluido el alcance supranacional del proyecto. En este sentido, a partir de la difícil entrada de Reino Unido en 1973, continuando con el obstruccionismo de Thatcher a la reforma de los tratados sin resolver el nudo de recursos de la comunidad, los ejemplos de la interpretación restrictiva y a menudo crítica que Reino Unido ha dado del proceso de integración europea son numerosos.

El alejamiento de los ciudadanos de las élites políticas experimentado en las principales democracias occidentales en los últimos años, en varios Estados miembros de la UE y, especialmente en Reino Unido, se ha caracterizado por la apuesta populista de culpar a la UE. Los fallos y la incapacidad de toda una clase política decadente para responder a las preguntas de los ciudadanos y actualizar los proyectos de las culturas políticas democráticas a los desafíos de la globalización se han descargado en la UE para la búsqueda de un consenso electoral fácil. En Reino Unido, esta apuesta tomó la forma extrema de Brexit y fue ganada por Farage, quien elevó las apuestas hasta el máximo resultado posible. Tras el referéndum de 2016, Theresa May inició los procedimientos de retirada de la UE, que debería ser completado este 29 de marzo. El condicional es obligatorio, porque el acuerdo alcanzado entre May y la UE no recibió el voto favorable del Parlamento británico, lo que generó una situación de grave crisis política interna. La próxima semana, los Comunes tendrán que votar por tercera vez. En comparación con los fracasos anteriores, el amplio consenso que la moción de May a favor de una prórroga obtuvo la semana pasada indica una posible solución a este «impasse». La «premier» ha logrado compactar la desagradable mayoría dividida entre los «halcones brexiters» y los aliados norirlandeses que exigen garantías legales sobre el controvertido «backstop».

¿Qué podría pasar en caso de un nuevo rechazo del Parlamento? Las principales alternativas son un «Brexit duro», con el que Reino Unido deja a la UE sin un acuerdo que establezca lo que sucede a continuación. Alternativamente, un improbable retirada unilateral del Brexit que desapruebe el referéndum de 2016. Como considera Sergio Fabbrini, ninguno de los escenarios, duro o acordado, es aceptable para las perspectivas de crecimiento, la estabilidad política y para la posición internacional de Reino Unido. Por el contrario, sería un verdadero desastre. En este último período, el Brexit ha manifestado abiertamente su verdadera naturaleza como un búmeran y una elección miope de la clase política británica. La economía del país está comenzando a abordar los problemas asociados a la pérdida del principal mercado de referencia para el intercambio de bienes y servicios. El argumento soberanista fundamental para la recuperación de la contribución neta a la UE ha desinflado toda evidencia empírica.

El principal problema del mensaje político de populistas y soberanistas en todas las latitudes está representado por el limitado horizonte temporal de las soluciones que proponen, que contrasta con la capacidad de condicionar la agenda política nacional y europea con argumentos de fuerte impacto emocional. Sin embargo, la inconsistencia de las soluciones identificadas es evidente. El Brexit es un ejemplo. La guerra comercial de Trump y el proteccionismo son otro caso que podría mencionarse. Fukuyama en su último libro subraya cómo, para salir del engaño del populismo, es necesario desarrollar nuevas formas de integración de identidad que creen un plan común entre diferentes personas o nuevas comunidades e identidades. Este análisis refleja bien la situación en la UE, cuya principal deficiencia es la crisis de identidad y la idea de Europa. Desde la Cumbre de La Haya en 1969, la noción de identidad europea ha sido elaborada y articulada en formas y contenidos. Sin embargo, faltan pasos fundamentales para su maduración y sedimentación en las identidades de los ciudadanos. En este vacío, populistas y soberanistas han entrado en la búsqueda de culpables y soluciones inmediatas a las profundas crisis de los sistemas socioeconómicos y políticos. Afortunadamente, las democracias establecidas tienen anticuerpos, controles y equilibrios que intervienen para corregir estas distorsiones.