Política

Adiós a Mandela

Retrato de la orfandad

La muerte de Mandela ha permitido que uno de sus principales legados, la concordia y la reconciliación entre negros y blancos, inunde las calles de Suráfrica
La muerte de Mandela ha permitido que uno de sus principales legados, la concordia y la reconciliación entre negros y blancos, inunde las calles de Suráfricalarazon

Ahí están todos, blancos y negros mezclados, delante de la casa de Madiba, donde reposan sus despojos y su semilla a la espera del universal homenaje póstumo. Ha muerto el padre de todos. En sus rostros se refleja la orfandad. Se les ve serenos y tristes. Puede que en sus ojos se adivine también, si bien se mira, una leve sombra de inquietud por el futuro. Ya se sabe: el ayer es hermoso, pero el futuro no está escrito. Y ahora se han quedado huérfanos. Ese chico rubio, que consuela a la desconsolada mujer negra –en la secuencia completa, que ha dado la vuelta al mundo como símbolo de la reconciliación y expresión gráfica del legado de Mandela–, la abraza estrechamente, y ahora entrelaza sus manos con las de ella; al lado, la muchacha negra, que contiene el llanto con la mano en la boca; el chico de la cámara y la mujer de las gafas, que desean guardar este momento para la posteridad, y detrás, el joven negro, con un gorro en la cabeza, que representa en su rostro todo el dolor silencioso y la fuerza de una raza esclavizada y ahora, por fin, liberada.

Hay escasos momentos luminosos en la historia de la humanidad. Hoy asistimos a uno de ellos. Y, gracias a la globalización instantánea de la información, todo el mundo es consciente de ello. Seguramente será un momento efímero, pero habrá que aprovecharlo para elevar nuestra autoestima y la condición humana. El mundo necesita líderes que sean padres de la patria. Este domingo en Suráfrica es día de oración. De todos los rincones del país brotan plegarias y se encienden cirios en honor del hombre que cumplió el supremo mandamiento de tender la mano al enemigo, superar el odio y cubrir de bálsamo las heridas del pasado. Por eso Mandela se ha convertido en uno de los símbolos universales que pueden contarse con los dedos de una mano. En realidad, todos estamos hoy un poco huérfanos.