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Guerra

Rusia recluta a los menores ucranianos para sembrar caos

Les ofrecen hasta 8.000 euros por colocar «paquetes bomba» en lugares sensibles como comisarías a través de Internet

El presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, visita a las fuerzas del frente ucraniano de Pokrovsk, ayer PRESIDENTIAL PRESS SERVICE HANDOUT HANDOUTEFE

En su guerra contra Ucrania, Rusia no solo despliega soldados, drones y misiles. Sus fuerzas especiales ahora apuntan a los más vulnerables de la nación –sus niños– para sembrar el caos y debilitar al país desde dentro. La semana pasada, un policía en Ternópil, una ciudad del oeste de Ucrania, descubrió una bolsa sospechosa bajo un coche cerca de una comisaría durante una patrulla rutinaria. Dentro había explosivos, una batería externa y un teléfono móvil encendido, preparado para detonar a distancia y causar el mayor daño posible. ¿La culpable? Una menor de 14 años, chantajeada por operativos rusos para colocar la bomba.

Los investigadores desenredaron rápidamente su historia. La adolescente había estado buscando dinero fácil en «Telegram», una aplicación de mensajería muy utilizada en Ucrania. Los operativos rusos notaron sus publicaciones y hackearon su teléfono, encontrando fotos personales. La amenazaron con publicarlas en Internet si no obedecía. Bajo presión, ella construyó un artefacto explosivo casero y lo colocó bajo el coche, donde sus reclutadores planeaban activarlo en el momento más devastador.

Este escalofriante incidente forma parte de un patrón más amplio que está emergiendo en Ucrania. La Policía Nacional reporta al menos 17 «actos terroristas» con menores involucrados desde enero de 2025.

Hace dos semanas, una explosión en Ivano-Frankivsk mató a un chico de 17 años y dejó gravemente herido a su amigo de 15 años tras detonar remotamente la bomba casera que habían armado. Las autoridades dicen que los chicos recibieron instrucciones por «Telegram» para colocar el artefacto en una estación de tren, sin saber que también les costaría la vida. En febrero, un mensajero de 15 años murió junto a un soldado cuando el paquete que entregó a la sede de la Guardia Nacional explotó. Operativos rusos lo habían guiado paso a paso, aprovechándose de su confianza.

Más allá de estos ataques mortales, la policía ha registrado cientos de delitos menores –incendios de transformadores, autos quemados– llevados a cabo por menores. La periodista Tetiana Protsyak, quien entrevistó a varios adolescentes detenidos, descubrió que solo uno expresó simpatías prorrusas. El resto fue atrapado por una mezcla tóxica de promesas de pago, amenazas y manipulación.

Los reclutadores, identificados por Ucrania como miembros de los servicios especiales rusos, también tratan de reclutar a menores a través de la Red. Sin embargo, los menores, con sus vulnerabilidades psicológicas y financieras, son presas especialmente fáciles para operativos experimentales. La edad no parece ser un obstáculo: el detenido más joven tenía apenas 12 años. Estos reclutadores rusos rastrean grupos de «Telegram» donde los adolescentes publican anuncios buscando trabajos a tiempo parcial. Al principio, las tareas de cuentas desconocidas parecen inofensivas: repartir volantes, pintar grafitis. Posteriormente, algunos son contratados para entregar paquetes misteriosos –recibidos por correo– a comisarías o centros de reclutamiento militar, sin saber qué contienen.

«Todo empieza de forma agradable y divertida, con juegos y tareas simples, algo de dinero. Luego las tareas se vuelven más difíciles,» advierte en la televisión estatal Vitaliy Kim, jefe de la administración regional de Mykolaiv. Cuando un menor duda o se resiste a cometer actos claramente criminales como incendiar un transformador ferroviario, el tono cambia. Las amenazas se intensifican junto con promesas de dinero. «Una vez que me negué, me enviaron el número de mi padre y dijeron que algo malo le pasaría», confesó un adolescente detenido a Protsyak. Una vez que la bomba estuvo lista y conectada a un teléfono, tuvo miedo de desobedecer: sabía que los rusos podían activarla en cualquier momento si actuaba en contra de sus órdenes.

Por otro lado, las recompensas –que van de 1.000 a 8.000 euros por colocar explosivos– seducen a los adolescentes, especialmente de familias de bajos ingresos o huérfanos, para quienes esas sumas parecen gigantescas. as reacciones de los ucranianos ante esta sombría realidad varían. Algunos sostienen que deberían entender el peso de sus acciones. Otros recuerdan lo fácil que incluso muchos adultos caen en estafas.