Atenas

Sueños de gloria

La Razón
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La votación final para la presidencia de Grecia dio al traste con las aspiraciones de Samara en la que confiaban los círculos de gobierno de la Unión europea y abre la puerta al proyecto rupturista de Syriza y de su líder Alexis Tsitras. Las bolsas europeas acusaron el golpe y el euro se debilitó frente al dólar. Las encuestas son favorables a Syriza ante el hartazgo de la ciudadanía griega contra un mundo político corrupto e incapaz. Hasta aquí la noticia que recogen todos los medios de comunicación, pero se impone un comentario. Grecia hasta muy pocos años era un país de hombres vestidos de gris y de mujeres eternamente de negro. De repente al calor de los juegos olímpicos de 2004 se operó una transformación radical. Explosión de colores y auge de las clases medias. Atenas pasa de la austeridad al sibaritismo. Se puede trazar un paralelo con la transformación española en la que contribuyeron también los fondos estructurales europeos y se pasó a considerarse un país rico, en el que los inmigrantes hacían las tareas más duras e ingratas. Toda una oleada de prosperidad se respiraba de la Acrópolis al Pireo. El ritmo de la vida cotidiana mutua y las cansinas rutinas varían. Se respiraba optimismo entre el caos terrorífico de Atenas y el dinamismo de Salónica, la capital del norte de Grecia. La coyuntura europea ayudaba y las obras públicas se adjudicaban al gobierno griego evitando decir al igual que en España que la Unión Europea en definitiva y principalmente Alemania, Austria y Holanda financiaban casi la totalidad de la transformación, aeropuertos, puertos, autopistas, circunvalaciones. En las inauguraciones los políticos sacaban pecho y no se resaltaba el decisivo apoyo comunitario. La caza a las subvenciones era la gran actividad económica. En nuestro país ocurría lo mismo y se respiraba un optimismo de prestado. Retrotrayendo esta reflexión al tiempo actual veo aparecer sueños de gloria al amparo de la crisis económica. Se cita impropiamente a Gramsci a su famoso pesimismo de la razón y optimismo de la voluntad. No hace falta ser un reputado sicoanalista argentino para darse cuenta de las raíces internas del deseo de cambio radical, que estriba en la mejora de la vida personal, el dar un toque heroico a vidas sin brillo, sacar del anonimato a personas sin huella y progresar socialmente. Esta estratagema de los populismos alcanza un gran calado en momentos de tribulaciones. Es un ahora o nunca. Los nacionalistas también se frotan las manos y detrás de la palabra sagrada independencia se eleva el altar de las promesas futuras, de las bienaventuranzas sin cuento con todas sus pompas y vanidades de himnos y banderas. En Grecia el panorama es de izquierda pura y dura en un país donde existieron dos partidos comunistas y muchos helenos aspiran a llevar a cabo la revolución frustrada. En España los sueños de gloria se reparten entre los del poder popular guevaristas y los nacionalistas ultramontanos. Hay más tela que cortar en un 2015 en que nos consuela el viejo aforismo que en la historia se pasa de la tragedia a la comedia, mientras tanto las marchas triunfales de Aida repican y resuenan en los oídos enfervorizados de los manifestantes de la Plaza de Sintagma y en las tribunas y gradas del Camp Nou, la nueva Plaza de Oriente. Dios nos pille confesados.