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África

Los terroristas y el miedo a los terroristas amenazan al abastecimiento de combustible en Mali

Las limitaciones geográficas, las largas vías de comunicación y la respuesta de las fuerzas de seguridad malienses han sido los principales responsables del fracaso parcial de la campaña del JNIM.

Una patrulla conjunta entre los soldados franceses de la fuerza Barkhane y los soldados de las Fuerzas Armadas Malienses en una foto de archivo Frederic Petry / Hans LucasAFP

El pasado tres de septiembre, el grupo terrorista conocido como Grupo de Apoyo al Islam y los Musulmanes (JNIM) anunció un bloqueo total de todo el combustible que fuera a entrar en Mali. La amenaza era peligrosa. El país africano obtiene un 57% de su carburante de Costa de Marfil y otro 37% de Senegal. Y se calcula que más de 1.000 camiones entran diariamente con combustible en Mali, sirviéndose siempre de las rutas principales que conectan con los países vecinos.

Mali ya ha atravesado en los últimos años episodios periódicos de escasez de combustible. En julio de 2024, por ejemplo, el aeropuerto internacional de Bamako se quedó sin reservas suficientes de carburante para los aviones. Las aerolíneas internacionales tuvieron que repostar en terceros países y lo sucedido afectó en gran medida la conexión aérea de Mali. A esto se suman otros bloqueos de rutas comerciales en regiones dominadas por los distintos grupos armados que operan en el territorio, quienes interrumpieron a inicios de 2024 la entrada de bienes esenciales y generaron escasez tanto de alimentos como de carburantes en áreas del centro y norte malienses.

Como era de esperar, el bloqueo total con que amenazaba el grupo terrorista no se ha cumplido… del todo. Las limitaciones geográficas, las largas vías de comunicación (la distancia que separa Bamako de la frontera senegalesa supera las doce horas de trayecto) y la respuesta de las fuerzas de seguridad malienses han sido los principales responsables del fracaso parcial de la campaña del JNIM.

Sin embargo, nada de esto quita que los ataques contra camiones se siguen produciendo, en mayor o menor medida, mientras que el temor a las pérdidas lleva a los proveedores a actuar con una cautela que puede ser fatal para el abastecimiento de Mali.

El mismo día que se anunció el bloqueo, los terroristas secuestraron a seis camioneros senegaleses que no fueron liberados hasta tres días después por el ejército maliense. Además, el JNIM ha aumentado la presión de los cobros de “peaje” a vehículos de pasajeros y camiones de transporte de mercancías en las regiones occidentales de Mali.

Esto incluye las vías de comunicación que conectan al país con Senegal. Aunque el cobro de impuestos en las carreteras es desde hace años una forma de financiación habitual en el JNIM, cabe a destacar que los últimos días ha aumentado el precio: hasta 10.000 francos CFA se cobran a cada particular, lo que equivale a poco más de 15 euros. Esta dinámica demuestra el control que mantiene el JNIM sobre tramos enteros de algunas de las carreteras más importantes de Mali.

La región de Kayes puede considerarse como la más afectada por el bloqueo; esto es, la zona por la que entra el carburante senegalés. El ejército maliense respondió a la amenaza bombardeando posiciones estratégicas el 8 de septiembre, centrando sus acciones en los alrededores de Diema y Nioro du Sahel (al este de la ciudad de Kayes, cerca de la frontera mauritana). Además, el 11 de septiembre se anunció una ofensiva terrestre de las Fuerzas Armadas de Mali (FAMA) en el distrito de Diema, cuyos resultados no han evitado que los ataques de los terroristas contra camiones cisterna hayan continuado.

El 13 de septiembre se produjo la mayor emboscada en lo que va de año, cuando miembros del JNIM atacaron 130 camiones cisterna cerca de Kayes y incendiaron un número indeterminado de vehículos (las cifras rondan entre los 40 y los 80). Los terroristas emitieron un comunicado donde reclamaban la autoría del ataque y aseguraban que los militares que custodiaban el convoy huyeron durante la emboscada.

De las acciones registradas puede comprobarse que el bloqueo “total” que se prometía no es tal. Los terroristas han centrado sus acciones en la vía que comunica con Senegal, dejando cierta libertad de movimiento a los transportistas que entran desde Costa de Marfil. Esto implica que, al menos, un 57% del combustible maliense está a salvo. Además, el total de camiones inhabilitados en las dos últimas semanas no alcanza el centenar, donde se conoce que circulan 1.000 al día por el país. Esto significa una tasa de éxito del 0.5% por parte de los terroristas.

LA RAZÓN ya avisaba cuando se anunció el bloqueo que la acción del JNIM debía leerse antes desde el prisma de la propaganda que desde una interpretación literal de la amenaza. Y es cierto que el temor a los ataques, que se traducen en pérdidas económicas e inseguridad, han llevado a una importante reducción de la entrada del hidrocarburos en Mali… por parte de los propios proveedores.

Que el gobierno maliense asegurara que ofrecería escoltas a los convoyes, pero que se supiera a continuación que una escolta escapó el 13 de septiembre tampoco ayuda a generar confianza. Un miembro del sindicato de transportistas de Mali aseguró la semana pasada que varias compañías de transporte han suspendido sus operaciones en lo que respecta a la ruta que lleva de Dakar a Bamako.

La situación para el gobierno maliense es, en definitiva, crítica. Pese al escaso impacto real de los ataques del JNIM contra las cadenas de suministro, la histeria desatada podría llevar a una crisis de abastecimiento de carburante. Esto pondría en duda la capacidad de los militares de hacer frente a la amenaza, pero también asestaría un grave golpe a una economía ya lastimada tras más de una década de conflictos y golpes de Estado. Y los militares lo saben. Fue el primer ministro maliense, Abdoulaye Maïga, quien declaró el 16 de septiembre que “aunque haga falta ir a por nuestro combustible a pie y con cucharas, lo haremos así”.