Reino Unido
Theresa May pone rumbo fijo hacia la desconexión
La propuesta popular para celebrar una segunda consulta sobre el Brexit llega hoy al Parlamento británico sin opciones de éxito
La propuesta popular para celebrar una segunda consulta sobre el Brexit llega hoy al Parlamento británico sin opciones de éxito
Con el Brexit vino el «shock». Y aunque las vacaciones estivales han puesto una necesaria distancia para asumir el resultado de un referéndum que ha puesto en jaque al bloque comunitario, todavía existe un gran número de británicos que guarda esperanza para que la decisión se revoque. Hoy lunes, la Cámara de los Comunes debatirá la petición ciudadana de celebrar una segunda consulta. Sus señorías están obligados a hacerlo con todas las peticiones que superen las 100.000 firmas y, en este caso, en concreto, en cuestión de días, se reunieron más de cuatro millones. La propuesta, iniciada por William Oliver Healey, solicita al Ejecutivo dictar una norma para convocar otro plebiscito si el bando ganador obtiene «menos del 60% de los votos con una participación menor al 75%».
Vincenzo Scarpetta, analista político del reputado «think tank» Open Europe, asegura sin embargo que «no existe ninguna posibilidad de que salga adelante». «Los diputados están obligados a debatirla pero no habrá votación. Es cierto que el referéndum del pasado 23 de junio no era vinculante, pero políticamente no se puede ignorar. Más de 18 millones de personas apoyaron el Brexit (51,9% de los que estaban llamados a las urnas) y la participación fue del 71,8%, la tasa más alta desde las elecciones de 1992», aclara.
Según el experto, la única vía para revocar el resultado sería si, en caso de elecciones, un partido que se presentara con la promesa de mantener al país dentro del club ganara por mayoría absoluta. «Es una opción bastante remota porque ninguna formación se atrevería a hacerlo». «Además, Theresa May ha prometido invocar formalmente el artículo 50 el año que viene. Eso significaría que para 2019 Reino Unido estaría fuera de la UE, es decir, un año antes de que tengan lugar las nuevas generales en 2020», puntualiza.
La primera ministra británica quiere solicitar formalmente el divorcio sin una votación parlamentaria previa. Y es aquí cuando surgen los problemas. De los 650 diputados que hay en la Cámara de los Comunes, 480 están en contra del Brexit y varios de ellos han presentado al Tribunal Supremo un recurso para que sea obligatoria esta votación antes de mover cualquier ficha en Bruselas. Un portavoz de Downing Street asegura que «el departamento legal del Gobierno ha determinado que no existe obligación de tener esa votación». Y en este sentido, Scarpetta matiza que la tarea de requerir el artículo 50 atañe al Gobierno y no a la Cámara. «Con todo, si en otoño el Tribunal Supremo da la razón a los diputados se podría presentar un conflicto entre legislativo y ejecutivo complicado», recalca.
En cualquier caso, May ya se ha puesto a trabajar para «cumplir con la voluntad de los británicos» y ha señalado que la restricción de la inmigración será una línea roja en las negociaciones con la UE, frase que se ha interpretado como paso previo a poner también fin a la adhesión de Reino Unido al mercado único. Esta cuestión tiene completamente dividido al gabinete. Mientras el ministro del Tesoro, Philip Hammond, encabeza ahora el bloque de ministros que defienden la permanencia en el mercado único, los tres mosqueteros euroescépticos –Boris Johnson, David Davis y Liam Fox– se han expresado sin embargo a favor de la ruptura total con Bruselas.
Los modelos que Londres puede tomar ahora como inspiración son el noruego, suizo o canadiense. «No creo que el primero y el segundo interesen porque aceptan la libre circulación de personas. Y aunque el canadiense podría servir como punto de partida –no acepta la libre circulación de personas y no contribuye al presupuesto europeo– no es un buen acuerdo para la liberalización de los servicios financieros, uno de los puntos más importantes para la City», matiza Scarpetta. En este sentido, asegura que Londres elaborará su propia hoja de ruta aunque «debe asegurarse que las negociaciones no se centren sólo en cuestiones económicas y comerciales».
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