Nueva York
Tontos útiles de ayer y hoy
L a adulación de los dictadores y los líderes de la izquierda por parte de intelectuales, periodistas y famosos occidentales no empezó con Stalin y, desde luego,no acabará con él. La escritora Mona Charen recogía el fenómeno en su soberbia obra de 2003 «Los tontos útiles», que pone un sorprendente ejemplo tras otro de progres estadounidenses que defienden, halagan y justifican los crímenes de un dictador izquierdista y un régimen comunista tras otro: Fidel Castro, Ho Chi Minh, Mao Tse-tung, el Jemer Rojo, Leónidas Brezhnev, Kim Il Sung, los sandinistas... Una y otra vez se repite el patrón, desde los albores de la Revolución Bolchevique a la caída del Telón de Acero y más allá.Y la estupidez útil perdura. Cuando el pasado 5 de marzo falleció el caudillo venezolano obsesionado con EE UU, Hugo Chávez, Human Rights Watch (HRW) resumía su herencia de una forma curiosa: «Una dramática concentración de poder y desprecio flagrante a las protecciones elementales de los derechos humanos». A lo largo de sus 14 años de Gobierno, el mandatario bolivariano logró reformar la Constitución para abolir el Senado venezolano y derogar el límite a las legislaturas de los presidentes, asfixió la independencia judicial, reprimió la libertad de expresión y utilizó sus competencias para «intimidar, censurar y procesar a los venezolanos» contrarios a su programa político. Chávez cimentó la alianza de Venezuela con Cuba –«el único país de Latinoamérica que reprime de una forma sistemática prácticamente todas las formas de disidencia política», destacaba HRW– y respaldaba de forma verbal a los dictadores de otras regiones, incluyendo al sirio Bachar al Asad y al libio Muamar Gadafi. Nada de ésto dio qué pensar a los ideólogos, que competían por elogiar al matón fallecido. Chávez «entendió la democracia y el deseo humano básico de una vida digna», se deshacía el congresista de Nueva York José Serrano. El ex presidente Jimmy Carter homenajeaba su «compromiso con la mejora de las condiciones de vida de millones de sus paisanos». Y el ex congresista de Massachusetts Joseph Kennedy II, veterano respaldo de Chávez, se despedía de él diciendo que era un «humanitario interesado en los pobres».
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