Canadá
«Tras la imagen de Alan, el mundo reaccionó»
Desde Vancouver / Tima Kurdi, tía de Alan
Su voz se rompe al otro lado del teléfono cada vez que pronuncia el nombre de su sobrino: Alan. No es Aylan, como todo el mundo se refiere al pequeño refugiado de dos años cuya imagen dio la vuelta al mundo cuando su cuerpo sin vida yacía sobre una playa de Turquía. En su intento de llegar a Grecia, la madre y el hermano de Alan también murieron. Sólo su padre sobrevivió. Tima Kurdi, la tía del pequeño y hermana de Abdullah, explica a LA RAZÓN desde Vancouver, que su sobrino fue llamado Alan en honor a una ciudad kurda. Seis meses después de la tragedia explica su dolor, que no rencor. «Mi sobrino era un niño inocente de dos años que siempre estaba sonriendo y al que le gustaban mucho los plátanos», afirma.
Su hermano, Abdullah, «sigue roto, ha perdido su vida y no puede seguir adelante porque quiere que su familia vuelva, y eso es imposible. Yo estoy a su lado para mitigar su dolor, pero todo lo que puedo hacer es hablar con él por teléfono dos veces al día (él sigue en Siria), diciéndole que la tragedia de Alan sirvió para que la gente despertara y viera la dimensión de la tragedia de los refugiados».
Aunque le duela reconocerlo y asegure que «no era necesaria la foto de Alan para que la gente comprendiera el problema», confiesa que «sí es cierto que la gente comenzó a reaccionar sólo entonces». Insiste en que el problema migratorio no puede ser ignorado, «no debemos dejar de atender a estos seres humanos que huyen porque su vida está en peligro. Sabemos de su dolor y tienen derecho a marchar a sitios seguros», añade. Hasta que ocurrió la desgarradora muerte de Alan, se habían visto terribles imágenes del drama de los exiliados, pero «la foto de Alan fue muy potente, incluso, es terrible saber que a su lado yacía el cuerpo sin vida de su hermano y nadie le fotografió. Esa foto tenía un significado especial, era un mensaje de dios, pero por favor, que no haya más Alan», pide entre lágrimas.
Kurdi intenta poner distancia a la hora de analizar el drama migratorio y por ello reconoce que «ahora existe un verdadero caos en Europa, sé que la gente está cerrando puertas y están volviendo a bloquear las fronteras. La gente protesta y no quieren que los inmigrantes vayan a sus países. En cierto modo, no les culpo por ello. Sin embargo, creo que la gente no debería protestar contra los inmigrantes sino contra los políticos para presionarles y que ayuden a poner fin a la guerra siria». Desde los casi 8.000 kilómetros que separan Vancouver de Bruselas, la tía del pequeño Alan recuerda a las autoridades europeas «que los refugiados tienen derecho a ir a otros países por seguridad y que las fronteras deben estar siempre abiertas, que dejan sus países porque no les queda otra opción», explica para insistir, además, en que «lo que quieren los sirios es decidir su futuro, que la solución a la guerra siria es política. Deben poder elegir quién queremos que gobierne para que, por fin, Siria pueda ser un país que viva en paz», sentencia.
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