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Túnez vota bajo la sombra yihadista

Más de 3.000 tunecinos se han unido a grupos radicales en Siria e Irak. Cinco candidatos han sido amenazados por los salafistas

Túnez vota bajo la sombra yihadista
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El nivel de participación en los comicios presidenciales en Túnez alcanzó un 34 % a las 14.00 hora local (13.00 GMT), según anunció la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE) en rueda de prensa.

El nivel de participación en los comicios presidenciales en Túnez alcanzó un 34 % a las 14.00 hora local (13.00 GMT), según anunció la Instancia Superior Independiente para las Elecciones (ISIE) en rueda de prensa.

Dos horas después de la apertura de los colegios electorales, el porcentaje de participación supuso un 11,85 %, pero la ISIE apuntó que fue aumentando después del mediodía, cuando llegó al 34 %, de los 5,28 millones de ciudadanos inscritos en las listas electorales.

Túnez no está acostumbrado a la amenaza del terrorismo. Y no quiere que sus logros democráticos –hoy celebra las históricas elecciones presidenciales en libertad– se vean empañados por el yihadismo de grupos como Ansar al Sharia, creciendo en las montañas cercanas a Argelia. «Hemos reforzado las fronteras y estamos recuperando mezquitas», indicó a LA RAZÓN la ministra de Turismo, Amel Karboul. Aunque para la ministra, la clave en la lucha contra el terrorismo también reside en «mejorar la economía y generar empleo para los jóvenes». La falta de expectativas es un importante motivo por el que los tunecinos se unen al Estado Islámico (EI).

Las nuevas autoridades se tendrán que enfrentar al problema de los retornados y de cómo evitar que se extienda el radicalismo en suelo tunecino. De los 22 candidatos a las presidenciales, cinco han sido amenazados por los salafistas. Incluso el independiente y ex director del Banco Central Kamel Nebli abandonó la carrera presidencial por las presiones. Aunque Beji Caid Essebsi, líder de Nida Tunis y gran favorito, es visto como «el hombre de Estado» que garantizará la seguridad, no le será fácil después de tres años de descontrol político y policial no sólo en Túnez, sino en todo el norte de África y Oriente Medio.

La última vez que Latifah Gasmi, natural de Tatauine (sur de Túnez), habló con su hermano Slim, de 29 años, fue el 31 de septiembre de 2013. Llamó por teléfono y le dijo que en una hora cruzaría la frontera a Siria. Estaba en Turquía, donde había recibido entrenamiento en armamento. Siete meses después, en abril, un colega de Slim en Siria llamó a la familia para informarles de que había muerto. No dijo quién lo mató, pero sí que murió por un tiro en la cabeza y hasta les envío un documento gráfico por Facebook. Latifah se emociona al ver la fotografía de su hermano. La joven lleva en su bolso el retrato de Slim y una hoja impresa con la imagen de él ensangrentado. Hiciera lo que hiciera, ella y toda su familia, e incluso pese a los meses de sufrimiento, le perdonan. En el fondo, Latifah desea que su hermano siga vivo. La trágica historia de Slim no es un hecho aislado. Alrededor de 3.000 tunecinos han abandonado el país para enrolarse en las milicias que combaten en Siria e Irak. La radicalización de la juventud ha sido muy rápida. Según los expertos, el extremismo ha progresado por la falta de oportunidades, la oleada de imanes e islamistas amnistiados tras la caída de Ben Ali y el descuido de la seguridad y las fronteras con Argelia y Libia.

Qué le ocurrió en Libia es algo que Latifah no sabe responder. En Túnez era «un buen musulmán, no es un radical», asegura. Slim dejaba Tatuine para irse a Libia a trabajar, quería ahorrar para casarse. Y es que también abandonó a su prometida. A ella la llamó el 1 de abril, se olía que algo malo podía pasarle y, efectivamente, aquel día falleció. Slim se unió a las filas del Daesh –el EI en árabe– para en un principio «luchar por sus hermanos musulmanes sirios». Después cambió de milicia, a la siria Jabhat al Nusra. Latifah sospecha que fue asesinado por sus propios ex compañeros del EI. Ahora espera que el nuevo presidente le ayude al menos a recuperar su cadáver.

Para Mohamad Iqbel Ben Rejeb, que salvó a su hermano pequeño del yihadismo en Siria y ahora preside la Asociación de Rescate de Tunecinos Atrapados en el Extranjero (RATTA), «no es una cuestión de dinero», como cree Occidente, lo que hace que los jóvenes se unan a la yihad, «sino de religión». Sin duda, «el nuevo Gobierno tiene la obligación de resolver este problema, que va más allá de elaborar un plan de lucha contra los terroristas». Ben Rejeb sí cree que muchos de los que se marcharon deben ser traídos de vuelta y tratados para «reintegrarse en la sociedad».