Moscú
Un Parlamento dominado por Yanukovich y una oposición sin líderes
Uno de los aspectos que sigue haciendo fuerte al presidente Viktor Yanukovich es el hecho de que no exista un líder opositor capaz de hacerle sombra. La ex primera ministra Yulia Timoshenko es la única rival que goza del carisma y el apoyo ciudadano suficientes para disputarle el cargo. Sin embargo, a sabiendas de este peligro, el presidente se ha cuidado de mantenerla alejada del ring político. Desde 2011, cumple una condena de siete años por haber sido la artífice de un supuesto contrato de gas desventajoso para Ucrania que firmó con Rusia cuando era primera ministra y ahora paga su controvertido error encerrada en la novena planta de la clínica del Ferroviario aquejada de una hernia discal. Su liberación es uno de los requisitos que ha marcado la UE para tender la mano a Ucrania, y quizá por ello, Yanukovich haya movido ficha hacia Moscú. Ésta es una condición que nunca cumpliría, ya que estaría firmando su «sentencia de muerte». Mientras, en el Parlamento no hay representantes que puedan hacerle sombra. Se ha apuntado en varias ocasiones al ex boxeador Vitali Klitschko como un posible adversario de éxito, pero ha sido más de cara a los medios internacionales que un sentir doméstico. Su partido, UDAR, cuenta con 40 de los 445 asientos de la Rada Suprema, una cifra inferior al partido Patria de Timoshenko, que posee 101 representantes, un número aún alejado de la mayoría de la que disponen el Partido de las Regiones de Yanukovich (185 escaños) y sus aliados comunistas (32). Pero tampoco entre ellos hay quien pueda recoger el testigo del maltrecho presidente, quien sigue pensando en presentarse a la reelección en 2015. Ni siquiera dentro de su formación existe una figura que pueda dar un lavado de imagen al partido preferido en las regiones orientales del país. Es más, los parlamentarios oficialistas viven con el miedo a las represalias de su «patrón». De hecho, hace una semana, dieron su visto bueno a una ley que simplifica la pérdida de inmunidad de los miembros de la Cámara ante la presión de Yanukovich. Tampoco sería justo presentarles como víctimas del presidente ucraniano, ya que en sus años de presidencia han estado beneficiándose de su control omnipresente. Por eso, quien en estos momentos tuviera el valor de levantar la voz perdería los privilegios y beneficios cosechados en esta etapa. Este panorama vuelve a poner sobre la mesa el difícil entramado de la política ucraniana.
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