Política

Disturbios

Una sociedad que se siente despreciada

«El Gobierno ha conseguido con su gestión algo muy difícil, que la extrema izquierda y la extrema derecha se unan contra él. Para llegar a eso, hay que ser muy malo».

La Razón
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«El Gobierno ha conseguido con su gestión algo muy difícil, que la extrema izquierda y la extrema derecha se unan contra él. Para llegar a eso, hay que ser muy malo».

¿Dará Macron su brazo a torcer con la crisis de los «chalecos amarillos»?

La situación es bastante complicada para el Gobierno y para el presidente Macron. No se dieron cuenta en su momento de lo grave de la situación y cambiar de estrategia ahora implica un paso bastante radical. No estamos hablando del principio de la crisis, y se está consiguiendo algo muy difícil: que la clase media de la extrema izquierda y la extrema derecha se junten y salgan a la calle. Para llegar a eso hay que ser muy malo. Deshacer todo el movimiento va a ser muy complicado, van a tener que cambiar no solo las medidas para dar satisfacción a la gente que protesta –el exceso de impuestos lo explica todo–, sino que también van a tener que cambiar el método, que es lo más complicado. El Gobierno no se ha dado cuenta de que tienen en frente un gran peligro social y político. Desde un principio lo minusvaloraron.

¿Cuál sería el perfil que describe a los manifestantes?

Los manifestantes en general suelen estar controlados por sindicatos u órganos intermediarios, pero en este caso no; esta gente no está representada por nadie, no tienen una plataforma común y no se ponen de acuerdo en lo que quieren revindicar. Ni ellos mismos saben lo que quieren. Una vez que el movimiento se desarrolla lo intentarán reivindicar tanto unos como otros –los extremistas son los que tienen mayor peligro–, pero por ahora no hay ninguna organización constituida por lo que es especialmente difícil discutir o negociar con ellos.

¿Qué es lo que Macron hizo tan mal?

Pienso que las razones fundamentales de la crisis de popularidad de Macron estaban ya intrínsecas en el Gobierno. La gente acaba de salir de una crisis y no quiere sufrir más. Aquí, la actitud del Ejecutivo ha sido muy poco hábil para decir las cosas diplomáticamente. Las medidas tomadas no son tan malas, pero están muy mal explicadas e incluso transmitidas con cierto desprecio. La gente que no está acostumbrada a ser despreciada se ha sentido así en muchas ocasiones. La clase media, los pensionistas, la gente que vive en las provincias y necesitan coger el coche para ir a trabajar... Toda estas personas ahora tienen el sentimiento fundamentado de que los gobernantes de París los desprecian, algo muy difícil de solventar. Se trata de una actitud, no de una medida.

En cuanto a la crisis de los chalecos en concreto, se trata de un problema de orden público que crea uno de credibilidad del Gobierno. La manera de subir los impuestos sin bajar los gastos implica que la gente se canse y explote. Algo de lo que además han intentado sacar partido tanto la extrema izquierda como la ultraderecha.