PMC Wagner
Yihadismo, dictadores y oro: así afecta en África el conflicto entre Wagner y Rusia
Mali, República Centroafricana, Sudán, Libia... la presencia de Wagner en el continente africano traerá repercusiones a los gobiernos que decidieron contratar sus servicios
La pugna entre Vladimir Putin y Yevgueni Prigozhin atraviesa 5.000 kilómetros y levanta un vendaval en el corazón de África. Mientras el líder del Grupo Wagner recorre, al más puro estilo de Jenofonte, los pocos kilómetros que le separan de la capital rusa, un puñado de naciones africanas miran con recelo lo que pueda ocurrir en las próximas horas, a sabiendas de que su propio futuro está en juego. Mali, Burkina Faso, Sudán o República Centroafricana han estrechado en los últimos años sus relaciones con Moscú y con el Grupo Wagner, pero ni siquiera en sus pesadillas más descabelladas imaginaban que Moscú y Wagner serían un día dos entidades enfrentadas.
Un breve repaso a la presencia de Wagner en África no conseguiría despejar una bruma de secretismo, donde los números exactos de mercenarios rusos en cada nación se extraen de las estimaciones que ofrecen los expertos. En República Centroafricana se calcula que cerca de 2.000 “instructores” colaboran con el gobierno de Faustin-Archange Touadéra en su lucha contra François Bozizé; Libia, escenario de guerra desde la muerte de Gadafi, cuenta con 1.000 mercenarios que se piensa que combaten junto al líder rebelde Khalifa Hifter; en Mali, el bastión dorado del grupo en África subsahariana, entre 1.000 y 2.000 mercenarios colaboran con el ejército maliense en su lucha contra el yihadismo.
El número de efectivos desplegados en Sudán es incierto desde el inicio de la guerra civil en abril de este año, igual que se desconoce hasta que punto está el Grupo Wagner involucrado en la misma. Lo único que se sabe con certeza es que Prighozhin cuenta con minas de oro en territorio sudanés y que sus mercenarios son los encargados de custodiarlas, tal y como confirmó una investigación del New York Times en 2022. Este oro estaría destinado a aumentar la riqueza personal del “chef de Putin”, pero también a pagar los salarios de la compañía privada, dado que siempre paga a sus mercenarios con dinero en efectivo.
Igualmente corren rumores de una presencia Wagner en países como República Democrática del Congo y Burkina Faso, igual que se habla una reanudación de la misión de Mozambique. El dilema al que se enfrentan hoy las naciones que decidieron apoyarse en Wagner y Rusia para solucionar sus conflictos internos es hoy evidente: si Prighozin no llegara a triunfar en su extravagante cruzada, el futuro de la compañía de mercenarios pendería de un hilo, y con ella su asociación con los gobiernos citados. Sin la ayuda de Wagner, y después de haber expulsado a las tropas francesas de sus respectivos territorios, países como Mali o República Centroafricana podrían verse desbordadas por la situación que les afecta.
¿Es Rusia o Wagner?
Una duda que corroerá hoy al gobierno maliense: ¿Debe apoyar a Rusia o a Wagner? En sus múltiples actos propagandísticos han vendido a su población la idea de que su socio en la lucha antiterrorista era el Estado ruso, Vladimir Putin, un hombre fuerte, el líder del nuevo orden mundial, y su retrato acompaña desde hace años las banderas rusas que ondean aquí y allá por las aceras de Bamako… cuando realmente pagaban la ayuda a una compañía privada que hoy se encuentra enfrentada a Vladimir Putin. El pastel se ha descubierto. Y si Putin triunfase en las próximas horas y desmantela Wagner, ¿cómo explicará Assimi Goita entonces que este hombre fuerte y líder del nuevo orden mundial les ha dejado en la estacada? ¿Volverá a pedir ayuda a la Francia que ha vilipendiado y expulsado con mensajes de odio de su país?
La guerra en Ucrania ya perjudicó notablemente la efectividad del Grupo Wagner en el continente debido a la retirada de tropas en Libia y Mali para abastecer la guerra en Europa. Lo que pudo servir de aviso para que los africanos reculasen en su decisión fue visto con ojos de ciego, mientras Goita y Touadéra antepusieron una asociación con un grupo mercenario a un partenariado construido en la confianza con Europa. Y ya lo dijo Maquiavelo hace cinco siglos: “Los mercenarios y auxiliares son inútiles y peligrosos; y el príncipe cuyo gobierno descanse en los soldados mercenarios no estará seguro ni tranquilo, porque están desunidos, porque son ambiciosos, desleales, valientes entre los amigos pero cobardes cuando se encuentra frente a los enemigos; porque no tienen disciplina, como no tienen temor de Dios ni buena fe con los hombres”. Maquiavelo lo avisó; Putin lo desoyó y tanto él como Goita y Touadéra pueden pagar hoy las consecuencias de su error.
Los últimos informes sobre el terreno aseguran que las actividades de Wagner “continúan según lo previsto” y sin incidentes en África, mientras se rumoreó durante algunas horas del sábado que Prigozhin estaba trasladando a sus tropas africanas a Rusia (algo poco probable, tanto por las horas de vuelo que separan África de Rusia como por la importancia que supone para el poderío de Wagner mantener intactas sus minas africanas). Todavía es pronto para sacar conclusiones, pero queda claro que en las horas que vendrán no sólo se decidirá el futuro de Ucrania y de Rusia, sino que también afectarán los próximos sucesos al destino de un puñado de naciones africanas.
Por lo pronto, las noticias que trae Rusia muestran a los africanos que decidieron aliarse con Moscú la importancia de buscar socios estratégicos fuertes y estables para afrontar un futuro que no quede marcado por la incertidumbre actual. Y no es la primera vez que ocurre algo similar. Ya en los años 90, con la caída de la Unión Soviética, decenas de naciones africanas se vieron “abandonadas” por los soviéticos, en cuanto estos tuvieron que ocuparse de sus problemas internos y dejaron de lado el continente africano hasta bien entrado el siglo XXI.
Todavía es pronto para saber lo que ocurrirá. Puede que Prigozhin triunfe y los africanos ganen la mano. Puede que Prigozhin fracase y los africanos se vean despojados del escudo protector que les ofreció Wagner. Sólo queda claro que el mundo se ha hecho muy pequeño, puede que demasiado, y que una columna de mercenarios que marchan hoy por la autopista del Don pueden sellar la suerte de millones de africanos en los años que vienen.
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