«La bicicleta verde»: Arabia para principiantes

La sencillez del cine iraní traspasó fronteras haciendo de la infancia el centro neurálgico de las polvorientas crónicas de la vida en un entorno rural noble pero empobrecido.

La sencillez del cine iraní traspasó fronteras haciendo de la infancia el centro neurálgico de las polvorientas crónicas de la vida en un entorno rural noble pero empobrecido. No es extraño que, para ilustrar el recorte de libertades de la mujer en la sociedad de Arabia Saudí, Haifaa Al-Mansour haya escogido a una niña de diez años que, de manera harto estratégica, va encontrando sus huecos para dinamitar desde dentro del sistema las prohibiciones a las que el integrismo islámico somete a las chicas desde la mismísima escuela.

Uno de los más felices hallazgos de «La bicicleta verde» es observar cómo Wadjida entiende que la mejor manera de cometer un pecado –comprarse una bicicleta, algo sólo permitido a los hombres– es buscar la complicidad ignorante de los que castigan. Aprenderse el Corán para transgredirlo, ser la mejor de la clase recitando versos del libro sagrado para luego saltárselo a la torera, ganar un concurso para financiarse un capricho que no se conjuga en femenino. Como en «El espejo», de Panahi, basta un gesto para explicar las tensiones de una sociedad que ha hecho de la opresión hacia lo femenino su razón de ser. Es lógico, pues, que la película se publicite como la primera dirigida por una mujer en Arabia Saudí: mucho mérito tiene Al Mansour.

Otra cosa es que la película funcione con la misma frescura cuando se separa del mundo infantil. Miramos el mundo a través de Wadjida, pero su altura tiene sus limitaciones: la madre queda desdibujada y el padre es una sombra. Quizá es voluntad de la directora que sea así, pero, dado que parece que el costumbrismo del filme tiene una finalidad didáctica para el público occidental que desconoce la realidad saudita, el tono anecdótico, sin dramatismos, de «La bicicleta verde» puede quedarse corto.