La Guerra Civil, cine de género

A primera vista, «Insensibles» tiene la apariencia de una película de terror: niños que sufren una enfermedad rara encerrados en un hospital psiquiátrico en la década de los treinta, un neurocirujano golpeado por la tragedia que busca la verdad sobre sus orígenes en la actualidad... Una atmósfera siniestra propia de una película de género que, sin embargo, encierra un trasfondo político poco habitual en este tipo de producciones. «Toca la memoria histórica en la medida en que indaga en una herencia mal reconocida o mal resuelta. El caso de David, el protagonista, tiene un paralelismo con este país, que quizá ha sido ocultado. Una parte de estas vivencias no se incluye en la historia oficial, aunque sí se cuenta en la intimidad de las familias», explica el director, Juan Carlos Medina.

Incapaces de sentir dolor físico

La historia transcurre durante el estallido de la Guerra Civil y en la actualidad, dos épocas que terminarán relacionadas por el protagonista, interpretado por Alex Brendemühl. Sin que se tratara de un tema de actualidad cuando se escribió el guión, en 2004, «Insensibles» también habla de bebés robados: «Es otro tema presente en el inconsciente colectivo español. Se ha producido una eclosión en la conciencia nacional. Es también la historia de mi padre. Sin ser un niño robado, tiene esa dicotomía entre un parentesco afectivo y otro biológico que siempre ha sido un tabú», añade el realizador. ¿Existió este psiquiátrico en el que se encerraron a niños incapaces de sentir dolor físico? «La enfermedad –asegura Medina– es real. Lo que hice fue imaginar qué ocurriría si aparecieran en una aldea remota de Cataluña. Es una forma de mostrar los horrores de la Guerra Civil a través de los ojos de estos niños», añade. Así, Medina une uno de los grandes temas del cine español con una forma de contar historias que ha dado grandes alegrías a la industria española durante los últimos años: «El aspecto de película de género es muy importante para mí. Me gusta mucho el cine asiático en este sentido, porque combina el aspecto más lúdico del cine con temáticas serias. Este tratamiento te permite no estar determinado por una estética realista, que se considera la más legítima, lo cual es absurdo. Lo único legítimo en una película es que te produzca placer estético y te haga pensar. Hay muchas maneras de llegar a esa coherencia. El género te permite irte a los extremos; contar mentiras para mostrar verdades. Creo que se llega al público mucho mejor de esta forma», termina.