Cumbre de la UE
David Cameron
El primer ministro británico es un hábil conservador pero tan corajudo que en ocasiones parece que embiste los problemas. Sutil no es. A los independentistas escoceses les cogió con el pie cambiado fechándoles un referéndum y con la pregunta redactada y clara: «¿Se quedan o se van, con todas las consecuencias?». Lo plantea porque sabe que va a ganar el voto unitario. Ahora amplía su asamblearismo proponiendo a los británicos para 2017 su permanencia o ausencia de la Unión Europea. Primero, Cameron, que es un europeísta, se consolida dentro de su propio partido con una fuerte corriente euroescéptica, y, al mismo tiempo, se garantiza con la apuesta su reelección, porque esa carta querrán verla. Dentro de cinco años, todos calvos y Merkel flaca. Europa ha de reformarse para seguir permaneciendo unida, pero no sólo atendiendo al «cheque británico» y a la libra esterlina fuera de la eurozona. No hace falta ser agrario para saber que no hay que cambiar de caballos a mitad del río, y el segundo referéndum de Cameron sólo ha gustado, precisamente, en Chequia, donde lo que quieren es salirse del proyecto. Es como si Cameron subastara propuestas que afectan a tantas personas. Acabará presidiendo Sotheby's.
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