La Razón del Domingo

La mafia que viene del frío busca el calor

La detención en Lloret de Mar del «capo» Andrei Petrov junto a políticos locales ha dejado al descubierto una mínima parte de los negocios de una red que viene de lejos y que está muy enraizada en la política rusa

Política y delincuencia. La Guardia Civil se lleva material tras una operación contra la mafia rusa en Lloret de Mar
Política y delincuencia. La Guardia Civil se lleva material tras una operación contra la mafia rusa en Lloret de Marlarazon

Boris Petrovich Sheremietiev censó para Pedro el Grande de Rusia a los 30.000 criminales de Moscú. La definición abarcaba delitos como el de portar barba sin permiso o comer frente a un noble. La cifra no es fiable. El censo causó efecto y en el siglo XVIII aparecieron los primeros signos de unión en la delincuencia rusa, como la «jenia», o jerga de los delincuentes rusos.

Las revueltas de los Streltisi, Baskires o la revuelta de Astracán reclutan presos liberados con sobornos o comprados que juran fidelidad a las milicias y sus jefes a cambio de la vida, práctica que hoy mantienen las organizaciones criminales. Se crea una clase mercenaria marginal que a cambio de vivir comete las mayores atrocidades en la vida social rusa. Pese a la regla de no tener familia, son los hijos de esta camada humana los que forman la primera gran estructura criminal en Rusia, los Zhigani. Reclutados por los zaristas contra los comunistas, se les impone un código de comportamiento que incluye no trabajar, no formar familia estable, no contribuir al bienestar social, no prestar servicio militar y no acudir a la Policía. Su inexperiencia y juventud llena las cárceles soviéticas: en 1920 más de un 80 por ciento de la organización está presa. En 1930, una guerra interna en los penales rusos y la gran purga de Stalin divide a la delincuencia entre los anticomunistas y los partidarios de fidelidad al delito y apartados de la política. Los urkis o jefes escindidos crean la hermandad Vor, que extermina a los Zhigani.

La Segunda Guerra Mundial provoca una nueva escisión del hampa. Los miembros del Vor que aceptan tomar las armas y son enviados como comandos a Alemania y Stalingrado; si regresan serán libres. Al acabar la guerra los Sukis, como se denominan, se organizan en la clandestinidad con un código que acepta la colaboración con las autoridades. Contratados como espías, saboteadores, ejecutores de opositores dentro y fuera de la URSS, escriben la historia más oscura de la Guerra Fría.

La creación en los 70 de la sociedad mixta Sovhispan convertía Canarias en base principal de la flota soviética en el Atlántico. Para Bresnev, un triunfo comercial y estratégico; para Franco, un alivio económico, y para la CIA, la oportunidad de espiar a los soviéticos en sus rutas africanas.

Miles de marineros y técnicos soviéticos de las empresas Sovisphan, Intramar y Sovryflot crearon en Canarias un mercado negro donde vodka, caviar, matriuskas y cigarros Cohíbas se cambiaban por ropa interior femenina, transistores, zapatos y tabaco americano, que no tarda en infiltrarse hasta Moscú, donde funcionarios del Ministerio de Pesca son descubiertos camuflando entre latas de sardinas para la alimentación en los barcos cargamentos de caviar desviados desde las fábricas . El aeropuerto de Gando se convirtió en la central internacional de Aeroflot por su actividad y un garaje en la localidad de Vecindario en el almacén de caviar mejor surtido de Europa. Dos deserciones y un avión especial que trasladó a los funcionarios detenidos directamente al penal de Lefórtovo en Moscú cerraron el escándalo, pero el garaje de Vecindario siguió abierto.

En 1981, y en lo que se atribuye como venganza de los damnificados, el Cesid recibe pruebas de las actividades de espionaje que el hombre nombrado por Yuri Andropov para controlar Canarias realizaba bajo cobertura comercial. Yuri Bichkov es expulsado por espía y la primera estructura económica de carácter criminal se fortalece en torno al Ministerio de Pesca.

La muerte de Andropov coincide con la excarcelación de dos jóvenes ladrones chechenos detenidos en tiempos de Bresniev, Khozh-Akhmed Nukhaev y Movladi Atlangeriyev. En prisión han simpatizado con los Sukis y habían trabajado para los servicios de seguridad en los 70 asaltando pisos de estudiantes árabes con información para el KGB y suculentos botines para ellos.

Se organizaron en torno al restaurante Lozanskaya, con «lasaña» de Moscú, y allí fueron llegando Nikolay Suleymanov «Khoza», Lecha Altamirov «Cabezaloca», Mussa Talarov «El Viejo», Lecha Islamov «El Barbudo», Mustafá Shidaev «El Bebé» y hasta un infiltrado de la seguridad del Estado, Maksim Lazovsky «El cojo de Grozny», todos chechenos.

En Moscú rivalizan con la Baumanskaya y Lyuberetskaya, mafias moscovitas apoyadas por militares y funcionarios para contrarrestar la influencia de los chechenos, que gozan del apoyo de la Policía. La brutalidad de los chechenos hace que los moscovitas pidan ayuda a organizaciones locales de Tambo, Tambovskaya, Solntsevskaya, Mazukinskaya e Izamailovskaya, que acuden a Moscú reforzadas por georgianos de Pankisi. Se declara la guerra mientras Gorbachov y la «perestroika» comienzan la apertura. Es una guerra local sin repercusiones externas y donde España, con Canarias, Alicante y Granada, se convierte, en refugio y hospital para los jefes y familiares de ambos bandos.

El inicio del conflicto del Cáucaso hace perder el apoyo policial a los chechenos y las nuevas organizaciones criminales aprovechan las leyes económicas para estructurar y legalizar sus beneficios. Comienzan a establecerse bases comunes de actuación y arbitraje e incluso un fondo de pensiones.

Negocios de ida y vuelta

Se definen como organizaciones locales rusas, interesadas en actuar en el negocio internacional sin ánimo de control o monopolio, abiertas a la colaboración y sin estructura única, piramidales y aseguradas por la obediencia debida certificada con pruebas de fidelidad como el asesinato o la tortura. Sin ideología política, la jerarquía es vertical: un jefe controla cuatro células y la membresía limitada para aquellos que buscan razones étnicas o reconocimiento criminal.

Su primera experiencia internacional tras el caviar canario fue en Cuba y el «caso Ochoa», que les cerró las puertas de la isla. Con las triadas en Macao, Hong Kong y Malasia, ofreciendo el puerto de Vladivostock como base de operaciones no cuajó. Latinoamérica se ofreció con cocaína, relaciones con servicios de seguridad locales y perspectiva de un mercado que permitía la legalización de activos. Las mafias ofrecieron tres rutas de transporte para metanfetaminas y cocaína: la del Pacífico, desde México a Vladivostoc; la occidental de Turbo en Colombia por el Cabo de Buena Esperanza hasta Liepaja, en Lituania; y la ruta Báltica desde puertos de México.

Las rutas aseguran negocios de ida y vuelta y los barcos, que suministran armas en los mercados del centro y sur de América regresan con cargas de droga para el mercado europeo en el que actúan como transportistas, reservándose la exclusividad de su mercado. Los beneficios reparten su legalización en actividades de todo tipo y país. Grecia, Chipre y Rumanía están considerados destinos del dinero obtenido por el tráfico de armas que se reinvierte en negocios en Israel y EE UU. Alemania fue durante largo tiempo zona de lavado gracias al mercado automovilístico; ambas actividades se han deslocalizado a Rusia con empresas de importación. En los Emiratos Árabes se adquieren gruesas cadenas de oro y en España, hasta ahora, se descansaba.

Hasta la fecha, en las actuaciones de la Policía española contra las mafias rusas han estado más en el cumplimiento de órdenes internacionales de búsqueda que en la realización de actividades ilegales, y algunas de las que se le han atribuido inicialmente resultaron ser obra de moldavos o balcánicos.

El caso de la red desarticulada en Lloret de Mar (Gerona) descubre que España ya no es sólo zona de vacaciones, también de negocio. Una galería comercial de restauración y alimentación es un negocio legal que da acceso a una de las vías abiertas para el blanqueo de pequeños capitales, las facturas de compra de alimentos y restaurantes consumidos por ciudadanos rusos en sus viajes a España. La otra cara está en la inexistencia de dinero en metálico relevante, cuando tradicionalmente éste se envía a las playas catalanas camuflado entre bolsas de «Duty Free» y equipaje de los viajeros. De ser Andrei Petrov, el supuesto cerebro, un brigadier, ambas vías coincidirían.

Petrov puede ser un alfil en la estructura de ajedrez que sostiene el entramado económico de las organizaciones delictivas rusas que controlan, según los cálculos más optimistas, el 60 por ciento de la actividad económica interna y cuyos beneficios provienen de ambos lados del mercado. Un número más que, a partir de ahora, figurará en las listas de seguridad rusas con un asterisco tras su detención en España y su inclusión en una lista interminable de eslabones de la Podoskaya o mafia económica, encargada, entre otras cosas, de la caja de pensiones que da protección a las familias de los miembros de las mafias que mueren o dejan de existir.

UNA ESTRUCTURA RÍGIDA

Las organizaciones rusas están constituidas en pequeñas unidades llamadas Bratvas.

Estructura de una Bratva

1 Jefe Pakan

2 Consejero Sovetnic

2 bis Económico: controla cuentas Obshchac

3 Intermediario brigadier.

4 Jefe de Seguridad Boyeviv

5 Grupo de seguridad Matarides/soldados

6 Asociado(*) Shestiorka.

* Los asociados sólo tienen trato durante dos o tres años con un enviado del brigadier desde las unidades de trabajo de los soldados. Suelen crearse empresas a su nombre que, a través de terceras sociedades, envían su dinero a los inversores.