París
La muerte del terrible «general 0»
Paul Aussaresses rompió el pacto de silencio sobre la actuación del Ejército francés en Argelia, el episodio más oscuro de su historia. Reconoció haber torturado y asesinado a decenas de miembros del FLN
Paul Aussaresses rompió el pacto de silencio sobre la actuación del Ejército francés en Argelia, el episodio más oscuro de su historia
Con su desaparición, Francia pierde un testigo y protagonista de uno de los episodios más sombríos de su historia reciente. El general Paul Aussaresses fallecía a primeros de diciembre. Tenía 95 años y un cierto halo de misterio rodea su muerte, como misterioso fue en vida este personaje inquietante al que su característico parche en el ojo –a consecuencia de una infructuosa operación de cataratas y no una secuela de guerra– acentuaba aún más su intimidante perfil. Sin más precisiones, la asociación de ex paracaidistas «Qui ose gagne» (Quien se atreve, gana) comunicaba el pasado día 4 su fallecimiento en la región de Alsacia, donde residía y llevaba un tiempo hospitalizado.
Pero Aussaresses no quiso llevarse muchos secretos a la tumba. Hasta el año 2000 era uno de esos hombres en la sombra. Un alto grado del Ejército con un disonante historial militar: de héroe de la Resistencia durante la Segunda Guerra Mundial pasó a torturador en Argelia. Durante aquel conflicto (1954-1962), que Francia nunca quiso llamar por su nombre («guerra»), hasta que la Asamblea Nacional gala así lo reconociera en1999, las torturas, abusos y otros excesos perpetrados contra los insurrectos argelinos formaban parte del día a día. La población lo sabía y lo sufría. Los medios que en el Hexágono tenían información, apenas lo evocaban abiertamente. Aussaresses, que llegó a ser el número uno de los servicios de Inteligencia franceses en Argel y lideró lo que él llamó «un escuadrón de la muerte», lo confirmó casi cuatro décadas después en una explosiva entrevista a «Le Monde». Entonces no sólo confesó que la tortura era una práctica extendida y generalizada que él acabó adoptando «porque no se podía hacer otra cosa», sino que además no albergaba «arrepentimiento ni remordimiento». «Si tuviera que volverlo a hacer, me fastidiaría, pero lo haría de nuevo». Los rebeldes argelinos fueron víctimas de esos actos bárbaros pero también de ejecuciones sumarias. Aussaresses admite haber matado a veinticuatro militantes del Frente de Liberación Nacional (FLN), con o sin sangre en las manos, pero por considerarlos «peligrosos».
A las órdenes de Mitterrand
De hecho, un libro de 2010: «Mitterrand y la guerra de Argelia», de François Malye y Benjamin Stora, reafirma la utilización de esos expeditivos métodos, con el beneplácito del entonces ministro de Justicia, un joven François Mitterrand que en solo quinientos días al frente de ese departamento autorizó la decapitación de 45 nacionalistas argelinos en la guillotina al cabo de sumarísimos juicios militares.
Aunque los mayores resultados, admitiría el «general O» –así era conocido Aussaresses–, los obtuvo sin la menor tortura. Simplemente, mediante «la información y la denuncia». «Diría incluso que mis golpes más exitosos fueron sin tener que dar ni un par de bofetadas», explica al vespertino francés.
En esa entrevista rompe un tabú sobre el que meses después se explaya en su libro «Servicios especiales, Argelia 1955-1957». Confirma haber practicado la tortura «tolerada, si no recomendada» por los políticos de la época, asegura. Y que «es legítima cuando la urgencia se impone». Afirmaciones ante las que el presidente francés Jacques Chirac se declara «horrorizado» y que crean malestar en su otra familia, la militar, donde algunos altos mandos desaprueban tales «anécdotas de cantina».
Otros le acusan de hurgar en una herida abierta entre París y Argel, cuyas relaciones todavía no se han normalizado completamente. La ex colonia aún espera un gesto de arrepentimiento o las excusas de la antigua metrópoli pero ni Chirac, que fue en 2003 el primer presidente francés en visitar oficialmente el país magrebí desde su independencia en1962, ni sus sucesores han dado tamaño paso. Francia no sólo silenció la tortura. También el abandono al que condenó a los harkis, la oposición de algunos soldados a participar en aquella guerra o el apoyo de ciertos sectores franceses al FLN. Y es que la guerra de Argelia es uno de esos episodios oscuros, como otros tantos en la historia colonial gala, y que mantuvo dividida a la intelectualidad parisina.
Aquella publicación le valió al general Aussaresses una sanción disciplinaria, la retirada de la Legión de Honor concedida con solo 29 años por su bravura frente al enemigo alemán durante la ocupación –«una dolorosa herida» reconocerá en otra entrevista–, además de ser condenado en 2004 a 7.500 euros de multa por apología de la tortura. Pero la tortura además de practicarla también la enseñó. A los boinas verdes de las fuerzas especiales estadounidenses de Fort Bragg (Carolina del norte) a quienes muestra «las técnicas de la batalla de Argel». En los setenta, recurrirá a su experiencia argelina para impartir «cursos de contra-insurrección» en países de Latinoamérica en plena dictadura militar como Brasil o Chile, antes de dedicarse a la venta de armas por cuenta de la francesa Thomson.
Educado en una familia burguesa y humanista de formación hasta dejarse llevar por los peores instintos del ser humano, Aussaresses llega al final de su vida enemistado con todo el mundo: su familia, el Ejército... Muere sin arrepentirse de nada pero seguramente con el dolor de no llevarse con él el perdón de sus hijas.
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