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Poder Máximo en familia

El único hijo varón de los Kirchner consolida su poder en el nuevo Gobierno que preside su madre

TRIUNVIRATO EN LA CASA ROSADA. Máximo, Florencia y Cristina tras la victoria electoral de la matriarca del clan
TRIUNVIRATO EN LA CASA ROSADA. Máximo, Florencia y Cristina tras la victoria electoral de la matriarca del clanlarazon

El único hijo varón de los Kirchner consolida su poder en el nuevo Gobierno que preside su madre

El vástago de los Kirchner es algo así como un fantasma que gobierna en las sombras, un heredero que nunca quiso el trono. Sin embargo, cada día ejerce más influencia sobre su madre, la presidenta Cristina Fernández, la misma que le bautizó con el nombre del emperador romano. Una especie de profecía que se cumplió con la muerte del ex presidente Néstor Kirchner, cuando en mitad de la tragedia, el primogénito se acercó a la viuda peronista para protegerla. Amor de madre pero también de poder.

La leyenda se hizo carne esta semana. Hubo cambios importantes en el gabinete K., reformas que demuestran que Máximo, pese al discreto segundo plano en el que se mantiene dedicado, se dice, a lucrativos negocios de familia, tiene un rol protagónico en la Casa Rosada.

La designación de Axel Kicillof como titular de Economía marca el avance definitivo de La Cámpora en las áreas clave del Gobierno. Ello, porque por primera vez uno de los líderes de la agrupación juvenil del kirchnerismo ocupará la cabeza de un Ministerio. Del enroque original de seis cargos en juego, la mitad quedó en manos de funcionarios de vínculo personal con Máximo, fundador de la agrupación. La designación al frente del Banco Nación de Juan Ignacio Forlón, un joven abogado amigo del hijo desde la adolescencia, corrobora este avance.

La Cámpora integra a sus filas a jóvenes hijos de desaparecidos, dirigentes universitarios que surgen en los 90 y militantes tradicionales de movimientos sociales. Actualmente, los miembros de la mesa de conducción son Andrés «El Cuervo» Larroque, su secretario general, amigo íntimo de Máximo. Son, en cierta manera, «niños perdidos», huérfanos que se hicieron hombres durante la era K. Son leales porque, entre otras cosas, consideran que el actual gobierno les devolvió su identidad, gracias al apoyo brindado a organizaciones como las Abuelas de Plaza de Mayo. Fue durante esta década, cuando se persiguió a los militares del proceso, muchos de ellos verdugos de sus padres. La deuda de sangre es grande.

«El poder de Máximo es real. Es el más influyente de todos. Estuvo detrás de todas las listas electorales que Cristina armó el año pasado, en las que puso a sus "soldaditos"en los distritos más importantes. Máximo es influyente en la medida en que es el hijo de una presidenta viuda, sin entorno político», afirma Laura Di Marco, autora del libro «La Cámpora». «Muchos dicen que incluso tiene una inmadurez emocional. Sus compañeros de colegio en Río Gallegos coinciden en que es un buen pibe, pero que nunca destacó, y que le interesa mucho más el fútbol que la política. Si tiene pasta de político, no lo ha demostrado hasta ahora», agrega.

El misterio y el silencio rodean su figura. «No estoy acostumbrado a hablar con la prensa», dijo Kirchner tras emitir su voto en las pasadas legislativas. Fueron las últimas palabras que se le recuerdan.

Y es que pocas veces se ha escuchado su voz. Sorprendieron sus declaraciones en un documental sobre la vida de su padre: «Jugábamos a los soldaditos y pasaba papá y rompía todo», recuerda Máximo. «Y se di vertía. Nosotros nos enojábamos. Pero lo volvíamos a armar. Creo que por ahí nos estaba enseñando algo», concluye.

Otro de los momentos clave del ascenso del líder de la Cámpora ha sido la reciente operación a la que fue sometida Fernández, para drenar un hematoma craneal. La planta sexta del hospital central se convirtió durante días en una especie de salón presidencial denominado «el búnker», donde llegaban los ministros para reunirse con CFK, escoltada por su guardia pretoriana. A su derecha, Máximo; a su izquierda, siempre de la mano, su hija Florencia. La abuela Ofelia observaba sentada en una esquina, asintiendo con la cabeza. Todas las audiencias debían ser autorizadas previamente por ambos hijos.

En los 40 días de reposo que pasó su madre en la residencia de Olivos, Máximo se convirtió en su más fiel guardián. Largos paseos por los jardines y asados al mediodía, regados por buenos vinos, mientras se hablaba de política. Es así como, de a poco, fue incluyendo en la lista a sus candidatos. Hay quienes especulan que la familia Kirchner no piensa abandonar el poder, ya que el cúmulo de problemas judiciales que debería afrontar en caso de que eso sucediera sería catastrófico para ellos, de ahí que surja la necesidad de renovarse entre ellos mismos.

Para su madre, Máximo es el mejor, le otorgó su «respaldo espiritual» y se considera el heredero político de Néstor. El «complejo de Edipo» se escenifica en sonados ataques de celos, como los que tuvo con el otrora ministro de Economía, Martin Lousteau, o con el actual vicepresidente, Amado Boudou. Todos bellos efebos, arquetipos de los que suele rodearse la mandataria, pese a las caras largas de su hijo.

La carrera hacia 2015 parece un drama griego, de esos que a Cristina le gustaba leer de niña. Una de sus historias favoritas era la de Hércules, el hijo más fuerte de Zeus y Alcmena, quien debió sortear varias pruebas para reclamar su legítimo derecho a la corona. Una leyenda convertida en metáfora, de esas que tantas veces le susurró al oído a Máximo hasta que se hizo realidad.