La reserva de Rioja

A finales del siglo XIX, cinco viticultores vascos y riojanos constituyeron en el hoy asoledado barrio de la estación de Haro la «Sociedad vinícola de la Rioja Alta». Comenzó una aventura en la que esos cinco fundadores se movían ilusionados para elaborar y criar el auténtico vino fino de alta calidad. Han pasado muchas añadas, la España de hoy sigue tan convulsa como la de entonces y Bodegas Rioja Alta defiende la idea inicial, que no es otra que conservar celosamente el espíritu emprendedor de unos viticultores clásicos. Así, esta bodega y estos vinos manifiestan un enorme respeto a la historia, una devoción casi reverencial a las marcas y a ese aroma tradicional de unos vinos que parecen pasar por encima de las edades.

En este caso, este reserva por derecho se expresa rojo rubí cromáticamente, de capa media y con la típica tonalidad teja que califica esos vinos y enamoraba a nuestros abuelos. Intenso en nariz y con frescura, especialmente a considerar que se trata de un 2001. Mucha fruta compotada, que denota perfectamente la variedad tempranillo, junto a un fondo balsámico propio de la buena crianza. Además, aromas especiados, notas de longevidad y breves recuerdos de chocolate y café.

En plena época de modernidad enológica, donde se han derrotado las clasificaciones y muchas maderas, este vino tiene, nada más y nada menos, cinco años de crianza y seis de botella. Pero, además de su clasicismo, este vino elegante consigue el reto de interesar al bebedor actual por su buena estructura y una gran carga pánica y un redondeo largo en botella. La amplitud de recorrido de este ejemplar permite que el final de boca sea muy agradable e, incluso, podemos disfrutar de su evolución en la copa.