Psicología

Las mejores claves para reconciliarte con tu yo del pasado (por Silvia Congost)

“Mover ficha nos permite avanzar” y tenemos que saber que todos llevamos un niño dentro. Son consejos de la psicóloga Silvia Congost, que ha sacado un nuevo libro con el alma al descubierto.

En la imagen, un chico avanza en dirección contraria.
En la imagen, un chico avanza en dirección contraria.SmartUnsplash

Avanzamos sin mirar hacia atrás porque lo mejor, dicen, siempre está por llegar. Inmersos en el presente nos refugiamos en la máxima popular de vivir el aquí y el ahora. Sin embargo, ese aquí y ese ahora no son sino el resultado del allí y el ayer. Por eso, debemos escuchar la voz de nuestras alas, esas de las que la psicóloga Silvia Congost, que escribe desde que era adolescente, habla en su nueva publicación, a la venta desde el 29 de octubre en las principales librerías, La voz de mis alas. Con ella hemos tenido el placer de hablar del pasado, del desamor y de la oportunidad que la vida nos brinda cada día de reconciliarnos con el niño que un día fuimos.

En la imagen, un baúl de fotografías pasadas.
En la imagen, un baúl de fotografías pasadas.Roman KraftUnsplash

P: ¿Qué le dice a Silvia Cognost la voz de sus alas?

R: Me dice que no debo olvidarme de mirar hacia dentro, de viajar hacia mis propias entrañas para verme, escucharme y comprenderme mejor y así poder cuidarme y darme todo aquello que siento que necesito.

P: ¿Por qué crees que hay quienes no son capaces de oír esa voz?

R: Algunas veces es por miedo y otras por falta de conciencia. Para poder oírla, debemos haber despertado, habernos convertido en seres que se hacen preguntas, que aceptan que son vulnerables (que no débiles) y que se responsabilizan de su parte para crecer y salir de los bucles emocionales en los que de no ser así, quedaríamos atrapados.

P: ¿Es posible que, sin ser conscientes, carguemos en la mochila piedras del pasado que impidan que esas alas tomen protagonismo?

R: Sin duda. Cuando no hay conciencia, eso es justamente lo que ocurre. Reaccionamos de formas poco adecuadas, nos paralizan los miedos ante determinados cambios o retos, tratamos mal a los demás, no avanzamos en determinadas áreas de nuestra vida, etc. Cuando esto ocurre, podemos tener mucho éxito y conseguir muchos logros y aún así, nunca sentirnos satisfechos. Podemos tener a nuestro lado personas que nos aman pero no amarnos a nosotros mismos. Podemos obtener mucho reconocimiento y sentir que no hemos logrado nada…

P: . ¿Qué es para ti el pasado?

R: Es el camino que hemos recorrido hasta hoy, en esta vida que nos ha sido regalada. Son aquellas experiencias que necesitábamos vivir para convertirnos en el ser que somos hoy, para poder crecer, madurar y aprender a ser más compasivos y bondadosos. Es una oportunidad para convertirnos en alguien más consciente, aunque no todos somos capaces de verlo.

P: ¿Cuando hablamos de desamor, lo hacemos siempre en pasado?

R: El desamor es lo que sentimos cuando, en una relación en la que había amor, ya no lo hay. Esto puede suceder en el presente. Lo que sí ha quedado en el pasado (cuando llega el desamor), es el amor, porque ya no está. Cuando llega el desamor, el amor se convierte en un recuerdo, en una ilusión de lo que soñábamos que sería o de lo que fantaseábamos que llegaría a ser.

P: ¿Por qué hablamos de reconciliarnos con nuestro “yo” del pasado? ¿Es que aquel “yo” es siempre peor que nuestro “yo” del presente?

R: ¡No, no es que sea peor! Para nada. Cuando hablamos de nuestro “yo del pasado” estamos hablando de nuestro niño interior, del niño que un día fuimos, durante una etapa determinante de nuestra vida como es la infancia, y entendemos que lo que vivió ese niño, en ese entorno, con esos padres y esas circunstancias concretas, fue lo que nos ha condicionado y marcado para convertirnos en el adulto que somos hoy. A veces rechazamos ese niño porque no nos gusta o nos duele lo que tuvo que vivir, lo que tuvo que experimentar y nos conecta con la pena y la tristeza…Y preferimos apartarlo de nuestra mente. Reconciliarnos con él significa volver a conectar con el amor incondicional hacia nosotros mismos, significa que hemos logrado lo más importante que todos deberíamos hacer: comprender cómo a través de lo que vivió ese niño nosotros nos hemos convertido en quienes somos, comprender que ese niño aún sigue en nuestro interior y que aún nos condiciona y que solo si lo amamos y cuidamos de verdad experimentaremos cambios significativos en nuestra vida.

P: ¿Y si bajo ningún concepto queremos volver a aquello? ¿Podemos seguir hacia adelante sin mirar atrás?

R: Sí, claro que podemos seguir hacia delante sin mirar atrás. De hecho, la mayoría de las personas viven así. Pero solo aquellos que se detienen y se atreven a mirarse a si mismos logran amarse de verdad. Sin condiciones, desde la aceptación total, el respeto y una absoluta y sincera autocompasión.

P: ¿Qué ocurre si cuando miramos atrás sentimos vergüenza? ¿Qué debemos decirnos a nosotros mismos en ese momento?

R: Lo mismo que haríamos si tuviéramos a nuestro lado a un niño pequeño que se siente avergonzado por haber vivido algo exactamente igual. ¿Qué le diríamos? ¿Qué haríamos? Seguramente lo abrazaríamos fuerte, le daríamos un beso y le diríamos algo así como, “no eres culpable de nada”, “ya pasó”, “yo estaré a tu lado”, “no temas que nunca te voy a dejar solo” y si hace falta “haré lo necesario para que logremos curar esa herida”…

P: ¿Y si sentimos miedo?

R: El miedo es resistencia al cambio. Como adultos debemos entender que los cambios son necesarios para crecer y que nos pase lo que nos pase, estamos preparados para afrontarlo. Queremos evitar el sufrimiento y por eso nuestro cerebro hace que no demos esos pasos y el miedo nos paralice, pero no nos damos cuenta de que sin enfrentarnos a los miedos, sufrimos igual…

P: . ¿El tiempo todo lo cura?

R: El tiempo en si no tiene el poder de curarnos. Lo que nos cura es ver las cosas con otra perspectiva, con un poco de distancia, siendo capaces de perdonar y aprendiendo a aceptar y dejar ir aquello que no está en nuestras manos, que no podemos modificar ni forzar y que no depende de nosotros…

P: A veces pensamos que es mejor no hablar de ciertas cosas, no remover. ¿Es siempre mejor exteriorizar aún sabiendo que al hacerlo sufriremos?

R: Si es algo que nos molesta a nivel emocional, que sentimos que nos interfiere, que nos pesa o nos duele o nos condiciona e impide crecer, sin duda siempre tendríamos que exteriorizarlo. Aunque sea a solas, pero atrevernos a mirarlo y verbalizarlo, es muy terapéutico porque una vez has hecho esto, ya no puedes ignorarlo más y tienes que hacer algo con ello. Mover ficha siempre nos permite avanzar.

P: ¿Crees que el confinamiento ha servido a muchos para curar heridas sin cicatrizar?

R: Al ser una situación que nos ha obligado a detenernos, a algunos les ha servido para escuchar ese ruido interno que con tantas actividades y distracciones no oían. Si lo han hecho con conciencia y apertura, seguramente habrán logrado ver cosas que no veían y algunos habrán conseguido cicatrizar heridas. Otros muchos, si no estaban preparados para ello, puede que no…

Las palabras de Silvia Cognost se pueden resumir en el siguiente poema. Uno de los muchos que puedes leer en su nuevo libro. Se titula “Los monstruos que habitan en ti”.

Dicen que hasta que no encontremos los monstruos

que habitan en nuestro interior, seguiremos tratando

de luchar contra ellos en el mundo exterior.

Es así.

Todo lo que somos, lo que hacemos, con quién

estamos, los sueños que perseguimos, los miedos

que cargamos, aquello a lo que nos aferramos,

nuestras manías y sensibilidades... Todo parte

del lugar del que procedemos. Ese pasado tan

nuestro que un día transitamos, a veces bonito,

a veces oscuro, pero tan, tan nuestro al final.

El mejor que podíamos tener para convertirnos

en quienes somos, para llegar a donde estamos,

para decidir hoy qué dirección tomamos...

Siempre podemos decidir en quién queremos

convertirnos a partir de aquí...

Y justo ahí, en nuestro interior, estarán los monstruos

para recordarnos de dónde venimos, para que seamos

fuertes y les hagamos frente, y para que seamos

también humildes sin negar jamás que están ahí.

Cada uno tenemos nuestros monstruos, habitando

las entrañas del profundo mundo interno que

albergamos. Aprendamos, pues, a aceptarlos

y a tratarlos con respeto y compasión.

No los neguemos ni rechacemos, pues están ahí

para cada uno, para ayudarnos a ser fuertes,

a superar cada batalla, y si, a pesar de todo,

los conseguimos abrazar, ellos siempre nos

mostrarán hasta dónde somos capaces de llegar...