Gastronomía
El vino y las prisas
El mundo del vino es el espejo de lo que ocurre en España. Una sociedad acelerada con poco sentido del humor y con el estrés como único argumento de cierre. Poco ritual y mucho postureo. Escasa virtud creativa y un constante paseo por lo ya conocido. De tarde en tarde, hay algún vino que tiene un punto de imaginación y de gracia. Precisamente, se llama Ritus, de la Ribera del Duero, con gran parte de tempranillo y algo de la esquiva merlot; un tinto que nos deja un puntito de felicidad. La añada 2011, que no fue de las peores, y un vino que se llama «de pago» para resumir un ejercicio de buen estilo. Finca en altura, selección de uva al límite y todo lo que deja un ejemplar que mancha y que seduce. La estructura aquí no es un freno ni una reticencia, sino todo lo contrario, pues es una bendición. Boca de seda, carga frutal y la resonancia de un viñedo viejo que sabe tanto como pregona. Los terciarios o aromas evolucionados son el gancho de un vino que todavía no está en las cartas de los mejores restaurantes de postín. Pero estará.
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