Ocio

Restaurantes

Pinceladas de arte dentro y fuera del plato

Ya sea entre obras de artistas emergentes o con la mirada en una pieza de Baselitz, Hay restaurantes que son museos.

Víctor Cuevas es el cocinero de Lobo 8, espacio gastronómico del Gran Hotel Inglés, que acoge la muestra del pintor venezolano Darío Basso. Foto: Cristina Bejarano
Víctor Cuevas es el cocinero de Lobo 8, espacio gastronómico del Gran Hotel Inglés, que acoge la muestra del pintor venezolano Darío Basso. Foto: Cristina Bejaranolarazon

Ya sea entre obras de artistas emergentes o con la mirada en una pieza de Baselitz, Hay restaurantes que son museos.

Aunque esté a punto de hincar el diente a la obra de arte efímera que ocupa su plato, a veces será inevitable que se le vaya el ojo si se encuentra rodeado de otras firmadas por artistas consolidados o emergentes. Inevitable será que le ocurra en El Gran Hotel Inglés, que acoge hasta el día 27 «Emanaciones», del venezolano Darío Basso. Antes o después de contemplarla, reserve en Lobo 8, una casa de comidas con alma de tabanco en la que Víctor Cuevas borda los mejillones tigre con escabeche picante y el pollo coquelet al carbón.

Toño Pérez y José Polo son el alma de Atrio y en cada edición se pierden por ARCO para continuar la importante colección personal que atesoran: «Las colecciones narran la historia de una casa porque es una manera de hacer historia. Tu impregnas el espacio de una personalidad», cuenta Toño, el 50 por ciento de Atrio Relais& Château. Tanto es así, que la bodega, una de las mejores del mundo, con unas 3.800 referencias y unas 50.000 botellas, acoge las verticales de bodegas míticas. Entre ellas, Château Mouton Rothschild: «Cada año esta bodega encarga el diseño de la etiqueta a un pintor (las hay de Miró, Picasso...) y José las tiene todas», añade. Una imponente escultura de Dan Flavin recibe a los comensales, que se sientan en el comedor del dos estrellas Michelin de Cáceres rodeados de piezas de, entre otros, Georg Baselitz y de Candida Höfer, una fotógrafa alemana «que inmortalizó el pasillo de la galería que, tras exhibirse en ARCO, Helga de Alvear, que es una buena amiga, nos la regaló». En las 14 habitaciones del hotel también descansan grandes obras: «En la 102 un Tàpies, y en la 201 un dibujo original de Wharhol, mientras que en el comedor de personal cuelga un Santiago Sierra, «que representa la cantidad de comida que el primer mundo tira y el número de gente que vive de ella». Mientras que es «Lolita», de 1960, de Saura, quien da la bienvenida a los huéspedes, que se acomodan en un mobiliario firmado por Hansen y Nana Diztel. Ya en la cocina Toño incorpora los productos de temporada a sus dos menús. En uno rinde tributo al ibérico con la sopa de tomate envuelta en taro, el atún ibérico, el risotto con trigueros, trufa y un velo ibérico y el choco-jamón, mientras que en el «Mar y campo», destacan las dos ostras con vegetales y la mítica perdiz al modo de Alcántara.

El molino de mareas, que es Aponiente, es un espacio protegido, en cuyo interior las paredes están cubiertas de conchas bruñidas y destacan los telones de cabos de sisal, además de los erizos de bronce y las medusas de cristal soplado. Incluso, unas lámparas evocan algas diatomeas, mientras que la última adquisición de Ángel es un pez luna tallado en madera y cristal soplado llamado Ezequiel. El próximo día 19 inaugura la temporada en la que dará a probar productos inéditos del mar, así como la muestra «Paisajes intervenidos», de Álvaro Fernández Prieto. Álvaro Garrido, por su parte, cocina en un espacio que antaño era la entrada de una mina de Bilbao, de ahí su nombre, que fue galardonado con el Trofeo UNIFA 2014. Sin salir de la ciudad, quien acceda a El Atelier de Etxanobe, de Canales, ha de contemplar la vidriera del taller Vidrieras de Arte, fundado en 1917. Y, si en Arzábal, con Iván Morales y Álvaro Castellano al frente, todos los cuadros de producto son de Belén García Mendoza, en Santceloni, los comensales disfrutan de las elaboraciones de Óscar Velasco frente a la pieza «Quimera en tus formas». En Ikigai nos llamó la atención el mural de Aleix Gordo tanto como la cocina del joven Yong Wu Nagahira marcada por la maduración de los pescados, la tempura y el sushi. Tomen nota, porque hasta el día 18 podemos degustar la merluza con sopa castellana de cangrejos y huevo de Luis Bartolomé tras recorrer «Texturas en el espacio», de Jesús Soler. En cuanto acceda a La Carlota no quite ojo a los murales de El Rojo. Tras el «brunch» de los domingos, un artista presentará su obra. Recuerde, aquí se viene a comer pescados, carnes y verduras a la robata.

Philippe Starck renueva a menudo las piezas que ocupan Ramsés. Mismo espacio en el que hasta el 19 Claudio Palazzo expondrá sus pinturas. En Nubel se puede comer bajo la gran cubierta roja de Jean Nouvel y observando la escultura «La Pincelada», de Roy Lichtenstein. Ya en Barcelona, el hotel The One, de H10, exhibe obra de Tàpies, Miro y Picasso y en el restaurante del Hotel Edition sus paredes las ocupan fotografías de autores de la llamada «gauche caviar» como Colita, mientras que los huéspedes se acomodan en un mobiliario clásico de Dalí y Gaudí.