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Alfonso Hohenlohe: «No temo a la muerte, pero sí a las medusas»
El que fue conocido en España como un auténtico playboy le dio un vuelco completo a su vida y ahora se encuentra con su afición a nadar como pez en el agua.
Alfonso Hohenlohe recibió clases de tenis y de hípica, pero jamás de natación. Ha sido actor, músico y financiero. A sus 59 se ha reinventado en hombre pez. Sus herramientas son ahora un minibañador ajustado, tapones y gafas, «nunca aletas ni trajes de neopreno. Con casi 60 años tengo un cuerpazo que no lo tenía a los 30». El heredero de una pesada historia de linajes y alcurnias, además de estar emparentado con toda la sangre azul que queda en Europa, en España es más conocido por haber sido un playboy que sigue soltero: «He estado a punto de casarme tres veces». Aquí es conocido por ser sobrino del príncipe constructor del Marbella Club y de todo lo que eso significó, como destino vacacional de la aristocracia y el celebritismo mundial.
Su origen se remonta al siglo VI, cuando reinaron en un principado que ahora es Wüttemberg y que Napoleón les quitó por no aliarse con él. Tuvieron cien fortalezas en el llamado «País de Hohenlohe», de las que no queda casi nada en pie. Tiene la nacionalidad de Liechtenstein, son parientes de los príncipes de Liechtenstein y, cuando salieron de Bohemia al ser invadida por los alemanes, sus parientes príncipes les dieron la nacionalidad del principado para así poder entrar en España; «es cuando sucede la famosa anécdota de la llamada que le hace a Franco mi abuelo y le despierta de la siesta». Sus abuelos, sin que ese brusco despertar al caudillo tuviera consecuencias, se instalaron en Marbella, levantaron la casa que ahora es de Ana Gamazo y Juan Abelló y que su abuelo vendió a Rostchild y éste a Gamazo.
Nadador solitario
«Me he reinventado totalmente porque en el 2008 sufrí una crisis laboral enorme y dejé de trabajar en banca privada por obligación, por falta de futuro, y me embarqué en otra vida. Trabajaba entre España y Suiza en un banco de Lietchenstein, hasta finales de 2010», indica. Lo que son las crisis, que igualan a casi todos por abajo, Alfonso tuvo que emigrar a Alemania. Se fue en febrero de 2011 a buscar trabajo y allí lo encontró en el Comité Olímpico para las olimpiadas de 2017, como Múnich perdió ante Korea «y echando de menos la comida, los vinos, el clima y la gente, porque España tira que no veas», decidió regresar en 2012 e instalarse en Marbella, «y un día estando en el Marbella Club, recibí un ‘‘shock’’ brutal. Me metí en el mar, era el mes de noviembre, y salí noqueado». Y así un par de días seguidos y descubrió que ese impacto con el mar le iba bien. Primero nadó cien metros, luego doscientos, un kilómetro y luego dos y siempre solo. «Estaba todo el día mojado como un rodaballo. No había otra alternativa y yo seguía nadando horas. Me lo tomé como un ejemplo de superación y ahora doy hasta conferencias. Soy un ser solitario, nadie quiere nadar conmigo, ni con neopreno. Ni siquiera podría hacerlo con David Meca, sería ridículo, él es un fenómeno, ni le vería, tendría que ponerme un motor en la espalda para seguirle».
Desde marzo del año 2014 se ha recorrido la Ría de Arosa, la de Vigo, las Cies y cruzado el Cabo Finisterre. «Ni los percebeiros se atrevían a acompañarme. He nadado con mantas rayas, y como llevo las gafas empañadas no veo lo que hay debajo. Los tiburones más peligrosos viven más en tu cabeza que en el mar. Lo peor para mí son las medusas. A la muerte no la temo pero sí a las picaduras de éstas». Nadando en aguas gélidas ha hecho el Camino de Santiago desde Catoira hasta Ponteceseures, toda la subida del río Ulla, que es algo que nadó David Meca desde Arousa, pero «él tiene muchos años menos que yo. El río es muy peligroso porque hay corrientes, el alcalde me dijo: ¿‘‘No te importa empezar el día 2 de noviembre en vez del 1, que es el de los difuntos’’? Remontar un río como los salmones tiene mucho riesgo porque tienes que ir en contra de la corriente y puedes pegarte contra una roca». «Hace unos meses me nadé desde Peñaentera hasta la ría de San Vicente de la Barquera con el agua a 10 grados y sin traje de neopreno. En San Sebastián estuve a 9 grados. El tema del agua fría es mental porque la mente no tiene límites; por ejemplo, en Navarra me he entrenado a seis grados», explica. Dice que desde hace tres años no ha padecido gripes y la alergia al polen le ha desaparecido.
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