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Desayunos con sonatas de Bach

En el chiringuito, con Rosa Brever
En el chiringuito, con Rosa Breverlarazon

Vivimos en un mundo en el que lo que no se ve o sale en los medios audio visuales o redes sociales no existe. Ese dicho de nuestras abuelas que reza «El buen paño en arca se vendé» no podía ser más anacrónico. Antes, el asesino se escondía, era difícil averiguar su autoría; ahora la gente necesita su momento de gloria y se graba mientras comete la masacre, envía una carta de 23 páginas explicando sus motivos y despidiéndose antes de disparar en una conexión en directo contra la reportera Alison Parker, el cámara Adam Ward y la pobre entrevistada que, gracias a Dios, se salvó de este horror. ¿Se puede ser más exhibicionista y loco que este sujeto? Hace unas décadas, los perturbados estaban en manicomios, pero ahora andan sueltos, compran armas de fuego y se montan su propia película haciendo de la matanza un espectáculo. No quiero analizar los complejos, odios y neuras de este sujeto. Tampoco entraré a polemizar sobre el libre mercado de armas de fuego en América, aunque creo que denota el tipo de sociedad en que vivimos, en la que el anonimato y la privacidad están perdiendo todo su valor.

Ahí está la gente convertida en reporteros y paparazzis con su teléfono móvil, dedicados a pedir fotos en cuanto ven a un famoso, no por el placer de tenerla, sino por colgarla en las redes sociales como si fuese su amigo. Yo que soy incapaz de decir «no» aunque esté en la playa hecha un cuadro, toda «despeluchada» y en bikini, me veo en Instagram, Facebook, Twitter... y me espanta. Así que he decido cortar un poco con el tema de las fotos indiscriminadas. Y lo peor son los que se dedican a grabarte: te ponen una multa y estás discutiendo con el policía de turno para que te la quite, alguien graba todo y se lo envía a «Sálvame», y ves al día siguiente con enorme sorpresa cómo te comparan con Esperanza Aguirre. Ella fue «chica a la fuga» y yo no. ¿Y qué se puede hacer? Nada, absolutamente nada. En todo caso reírte y tomártelo con humor.

Y con humor y alegría está pasando este verano para mí, un verano que añoraba para volver a estar sola, recapacitar, pero también disfrutar de la vida, que hay que vivirla con frescura e ingenuidad, desafiando pronósticos y olvidando fechas y cánones, bailando incluso bajo el sol y la lluvia, porque la edad no es una cuestión de años, sino de actitud. Hay que vivir como si no hubiese mañana, porque hay gente que vive como si fuese a hacerlo para siempre y debo decirles que no será así.

Ya saben que yo soy muy partidaria de los amores de verano, porque cuando éste toca a su fin, se quedan suspendidos en el tiempo con un gusto siempre dulce. Bueno, pues les cuento que mi amor del último verano, Edmond el Violinista, amenazaba con volver y ha vuelto. Estoy atacada, porque yo pensaba que no me interesaba verlo de nuevo, pero no es así. ¿Será curiosidad por ver si me sigue volviendo «loquita»? ¿Será para recordar momentos estupendos juntos? ¿O será simplemente el puro egoísmo de volver a recuperar esas mañanas en mi terraza, después de desayunar, cuando me tocaba las sonatas de Bach para violín y se paraba el mundo?

Afrodita, la empleada de mi casa de Marbella (sí, sí se llama Afrodita), está entusiasmada con la idea de los conciertos mañaneros. Ella nunca había escuchado un violín y se emocionaba mientras hacía sus labores. A veces decidía sentarse, como si estuviese en el teatro, a escuchar. Así que por diferentes motivos las dos estamos encantadas con su vuelta. Me he cambiado como cinco veces de kaftan, «shorts», pareo y bikini, porque hemos quedado en la playa y quiero que me encuentre radiante. ¿Ustedes qué piensan? Esto será amor... Ahí lo dejo y la próxima semana les cuento. De momento esta noche bailaremos son cubano en una fiesta en el Marbella Club dedicada a ese maravilloso país caribeño y mañana iremos a Sotogrante a la final de Polo. Estoy aprovechando estos últimos días de «dolce farniente» y de vuelta de amores olvidados.