Famosos
Banderas y Longoria, enfrentados por una finca en Marbella
Si ya en su día separaron sus caminos del festival Starlite, que solían organizar junto a María Bravo, el actor reprocha ahora que el Ayuntamiento conceda privilegios a la Fundación Global Gift de la americana.
Si ya en su día separaron sus caminos del festival Starlite, que solían organizar junto a María Bravo, el actor reprocha ahora que el Ayuntamiento conceda privilegios a la Fundación Global Gift de la americana.
A este paso, si mantenemos tal ritmo enfrentador me veo sin vacaciones. No hay día sin que los recién nacidos populares –no los llamemos vips, son otra cosa– sorprenden con alguna novedad jaleadora. La verbena está servida. Cuando parecía calmada la batalla entre Alba Carrillo y Feliciano López vuelve a liarse gorda. Por excesos de su ex suegra, muy meticona, la señora juega el peor encuentro de su vida, mete la bien calzada patita y pasea a su nieto en la final de «Supervivientes». Ella se justifica porque le hizo desplazarse 60 kilómetros, sin más compañía que la de una «nanny», para presuntamente alegrar con el crío el esprint final materno. Hasta la Oficina de Protección al Menor ha terciado: pedirán al certamen que añada vetos y limitaciones para evitar repetir tal abuso. Ahora investiga si solo había buena voluntad en la platinada Lucía Pariente para propiciar una acción punible sin la autorización de sus padres. Es otro de sus muchos excesos, aunque ya estamos acostumbrados a que se propase televisivamente. Su físico de mujer apacible despista mucho, las apariencias engañan.
Y a consecuencia de su abundancia cariñosa hacia su hija o por ansia de plató, propició la de Dios es Cristo dejando perpleja a Alba Carrillo, que no debería asombrarse ya de estos desmadres. Su manipulación quedó clara cuando compitieron en pareja y Alba apareció salida de madre, muy provocadora. Cuando por fin largaron a su progenitora descubrimos a una Alba tranquila, entregada, con ilusión casamentera, nada remolona y hasta simpática. Así la conocí yo años atrás cuando coincidimos codo con codo en un vuelo Madrid-Miami en su primer viaje junto al tenista. Me cautivó como en sus últimas apariciones, aunque también producía desasosiego pródiga en incordiar. Todavía me pregunto cuál es la auténtica y qué castigo, pena o multa recibirá por un exhibicionismo donde no participó al estar en Honduras sin dominar la situación doméstica. Aunque conociendo a su metomentodo mami se podía suponer una tropelía como la de exhibir a un inocente niño de cinco años.
Pero no quedan ahí las tensiones del papel couché. Mientras, Podemos polemiza porque el Ayuntamiento cedió a Eva Longoria y sus obras solidarias de la Fundación Global Gilft una finca, La Panocha, en plena Milla de Oro marbellí de casi dos millones de euros. Es un local destartalado cuya reconstrucción costará tiempo y dinero. Calculan que pueda albergar cinco instituciones, pero no lo ven claro acostumbrados al trapicheo. Podemos denuncia la adjudicación «a dedo», al mejor estilo «gilista», empañando así su intención benefactora. ¿Por qué se lo dan a Longoria cuando el Starlite de Antonio Banderas está mejor considerado, organizado y dota de más beneficios a la localidad? Al actor, la verdad, no le ha hecho gracia.
A esa protesta añadiremos el renovado y previsible revolcón próximo que Banderas proporcionará a Longoria con motivo de su fiesta marbellera, ya lo más esperado del verano. La americana acaba de celebrarlo únicamente respaldada por su socia María Bravo, que nació junto a la muralla mora pero hoy apenas maneja el mercado local tras muchos años alejada de aquel bullicio. De ahí que lo más destacado de sus vips fuese la tan prodigada Ana García Obregón. Le pierde el afán de estar siempre presente y eso resulta perjudicial. Ya no vende imaginadas películas hollywoodienses que nunca filma. El cine no la quiere desde sus años juveniles, con José María Castellví haciéndole creer una estrella.
Aguardan expectantes el 13 de agosto para el festival conjunto de nuestro más internacional actor y Sandra García-Sanjuán, creadora del Starlite, que ha devuelto parte de su esplendor a Marbella, que en su primera edición formaron junto con Longoria y Bravo y rompieron, sin querer más, al no salir las cuentas. Es la noche más importante que actualmente tiene la capital costasoleña, ya sin parecerse al ayer, donde cada noche montaban jolgorio, lo mismo en la taberna de Lola Flores o en el piano-bar de don Jaime de Mora con Régine compitiendo con Olivia Valère festejando la fiesta nacional francesa además de la fiesta de la Triple A, que auxiliaba a perritos aunque su título parece jamesbondiano, la Gala del Cáncer, que presentaba María Teresa Campos con acaso premonición de lo que años después les vendría encima. El de las tres hoy está superado, aunque no parece que la Campos se disponga a concurrir con Bigote –Edmundo–, ahora jaleado hasta por sus contrincantes en el concurso. En su frívola competición les costó descubrir su humanidad, elegancia y buenos modales, tan latentes en su país de origen, de los que aquí debemos aprender, siempre tan alterados. Teresa en eso fue conquistadora adelantada. No le falta olfato para hallazgos en los que nadie reparaba. Edmundo es un tesoro lleno de riquezas que ella descubrió.
Les espera el deslumbrante cobijo alternativo del hotel Don Pepe, el antaño carísimo Los Monteros o el Marbella Club, creado por Alfonso de Hohenlohe fomentando una Marbella idílica muy parecida al país de nunca jamás, que realmente es lo que es ahora sin tan continuado boato. Desde Eugenia Mar-
tínez de Irujo a Cayetano ya han asegurado su presencia como casi figurantes de esta noche única con más estrellas en la pista que sobre el estrellado cielo.
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