Casas reales
¿Es Doña Letizia el espejo de la prometida de Megan Markle?
En su nuevo libro, Andrew Morton afirma que ambas llegaron a la realeza sin miedo a las cámaras, tras un divorcio y con una reputación por ser mujeres de carácter.
En su nuevo libro, Andrew Morton afirma que ambas llegaron a la realeza sin miedo a las cámaras, tras un divorcio y con una reputación por ser mujeres de carácter.
Siempre he querido ser una mujer independiente, una mujer con su propio trabajo». Así es como se presentaba Meghan Markle en sus entrevistas. Por aquel entonces era una «influencer» con blog propio; una joven con carácter capaz de escribir con tan solo 11 años una carta a una marca de detergentes quejándose de que mostraban siempre a la mujer en la cocina; una embajadora de Naciones Unidas, una activista por la igualdad de género y una actriz de éxito acostumbrada a lidiar con los fotógrafos, pero con la libertad suficiente para pasar unas vacaciones en España con amigos sin ser reconocida.
Ahora, sin embargo, Meghan tendrá que aprender a cambiar todo de manera drástica, sin el lujo de poder arrepentirse. El próximo 19 de mayo la estadounidense contraerá matrimonio con el príncipe Enrique y se convertirá en el nuevo miembro de la monarquía más antigua de Europa. La joven disfruta ahora de una adelantada luna de miel. Desde que se hizo público el compromiso el pueblo la adora, los tabloides la cuidan, los niños le regalan flores en cada acto público y la relación con su futura familia política no puede ser más cordial.
Pero Meghan se dará cuenta de que ya no dispone de libertad para salir con el pelo despeinado a tomar un café, que la fina franja que separa su vida pública y su privacidad no siempre estará tan definida y que sus opiniones sobre política no tienen cabida dentro de una institución donde la neutralidad es uno de los pilares para su supervivencia. Será entonces, con el tiempo, y no ahora, cuando se sepa cómo se desempeñará Meghan en su papel de «princesa». Andrew Morton, autor de la biografía no autorizada más famosa de Lady Di –se tradujo en 35 idiomas–, ofrecía esta semana algunas claves en la presentación de su libro dedicado a la actriz. En la antesala de la que será la boda del año, el escritor aseguró que la persona más parecida a la prometida del príncipe es la mismísima Reina Letizia: ambas de orígenes humildes, divorciadas, con una carrera a sus espaldas, con gran carácter y sin miedo a las cámaras.
La vida protocolaria
A priori, el perfil podría chocar con una institución como la Casa de Windsor. En este sentido, Meghan podría encontrarse con los mismos retos que Doña Letizia a la hora de encajar en la encorsetada vida protocolaria de palacio. Y sí, como apuntaba Morton, ambas conocían bien el mundo de los medios antes de que se hicieran públicos sus compromisos. Pero no es lo mismo ser el centro de atención por tu trabajo que por ser consorte de un heredero. En definitiva, Meghan tendrá que aprender a dejar de ser actriz protagonista para adquirir el papel de secundaria. Y eso, para una mujer con carácter, resulta complicado.
El futuro que le depara a la estadounidense es complejo y, a diferencia de la Reina Letizia, tendrá que afrontarlo sin el apoyo de su familia y sus amigos. Si ya es complicado convertirse de la noche a la mañana en «royal», sobre todo viniendo de EE UU, un país republicano, en el caso de Meghan se suma además el hecho de que no tendrá cerca a su círculo más cercano y deberá adaptarse a nuevas costumbres y un clima que, dicho sea de paso, según los propios expertos, no ayuda especialmente a mejorar el estado de ánimo por su carencia de luz.
En este sentido, la vida de Meghan se puede asemejar más a la de Mary Elizabeth Donaldson, actual princesa de la fría Dinamarca, que tuvo que abandonar su vida en la soleada Australia cuando contrajo matrimonio con el príncipe Federico. La de Tasmania conoció al heredero en los Juegos Olímpicos de Sídney, en 2000. Por aquel entonces ella trabajaba en una pequeña agencia de publicidad, Love Branding. Pero su vida cambió por completo y no solo tuvo que aprender su nuevo papel como futura reina, sino que además se vio obligada a lidiar con una nueva lengua, el danés, y con una suegra con la que no guarda precisamente una relación idílica, según escribió en 2008 el aristócrata y periodista alemán Alexander von Schönburg (descendiente de la noble dinastía Thurn und Taxis) en el libro «Lo que no sabes sobre la realeza pero te gustaría saber».
Es cierto que Meghan no tendrá la barrera del idioma, ni tampoco la de la suegra. Aunque la figura de Lady Di es aún mayor, si cabe, desde su fallecimiento, y tanto Meghan como Kate Middleton siempre serán comparadas con una mujer a la que nunca pudieron conocer. Con la estadounidense, una de las comparaciones que se hace es la edad. Diana tenía 36 años cuando falleció en el trágico accidente. Y es precisamente con 36 años cuando la actriz pasará a ser parte de la familia real. El tiempo dirá si se adapta mejor a la vida de Palacio que la madre de su prometido.
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