Lifestyle

Gonzalo Caballero y su gesto arrogante frente a Don Juan Carlos

El joven matador, gran amigo de Froilán, no midió el momento ni el lugar de su arrogancia al devolver el premio que se le entregaba en presencia de Don Juan Carlos, un firme defensor de la Fiesta Nacional

Gonzalo Caballero
Gonzalo Caballerolarazon

El joven matador, gran amigo de Froilán, no midió el momento ni el lugar de su arrogancia al devolver el premio que se le entregaba en presencia de Don Juan Carlos, un firme defensor de la Fiesta Nacional.

Ardor guerrero mostró a sus 80 Don Juan Carlos presentándose a pecho descubierto en un anochecer helador donde destacó su corbata de lunares. Ni el súbito gesto irrespetuoso de Gonzalo Caballero ni el frío de Madrid afectaron al añorado Monarca, al que todos siguen llamando «el Rey», mientras su heredero es el majestuoso Felipe VI, quizá porque aún no tenemos con él la familiaridad generada por el soberano durante tantos años con gestos a veces inesperados que entusiasmaban al pueblo. Son talantes distintos. Don Juan Carlos prescindió de abrigo, al contrario que la Infanta Elena, que lució uno rojo en el acto inaugural de la temporada de San Isidro, en puertas y que durará hasta octubre. El Fandi ocupará tres tardes. Se auguran gloriosas y llamativas, como ese Rolex de esfera verde que lucía, edición aniversario y tamaño súper grande. «Fue un regalo de mi mujer por nuestro aniversario», desveló el torero. Sobresalía en su muñeca izquierda, con la que en grandes tardes agita el capote. Causó admiración a Victorino, desde hace un año heredero de la temida ganadería de tanta casta, y hasta a Ortega Cano, de cuello rojo un tanto acartonado, quizá por la solemnidad de esta apertura a la que no faltaron El Juli, cada día más joven, Enrique Ponce, de negro casi ritual, y la rejoneadora Lea Lices, con toda la espalda al aire bien ribeteada en uve de fino y estrecho encaje. Sobresalió su belleza americana, igual que la guapa esposa de Óscar Higares, también de color rojo tan festivo, santo y seña de nuestra Fiesta Nacional.

Apertura de temporada

Se vio con bronce caribeño a Begoña y Pedro Trapote, abonados al sol y devotos también de Sevilla y Bilbao. Chocó alguna guapa señora de «mataó» sin medias, un casi sacrilegio en el atuendo conyugal, tan cuidadoso de los detalles. Hablamos de una tradición, como también lo es desgraciadamente el aire serrano que dejó ateridos a estos valientes realzadores de adelantada y próxima apertura. Tras Castellón y San Mateo tienen el privilegio de abrir temporada dejando al Pilar su clausura. El Fundi anunciaba su adiós mientras el runrún nada torero era comentar lo último del corazón. Hasta ahí hemos llegado. También se ha convertido en fiesta nacional, que lo mismo alegra que entristece. Tras Paula Echevarría y Bustamante, que ya hartan, igual que Arantxa Sánchez Vicario, llegando a lo ultimísimo: la separación de Raquel Meroño y Santi Carbones. Ahora todos aseguran que «lo sabíamos desde hace meses, no podía ser. Se veía venir». No romperán su asociación en Válgame Dios, un restaurante muy de moda en Chueca donde Simoneta Gómez-Acebo tiene mesa puesta. Echaban de lado el motivo torero de la cita, aunque el clima fue entibiado por el cálido talante físico del Rey, que rió, dio palmadas y hasta abrazos, como el que recibí de su Real Gracia.

Por otra parte, Iván Mañero, un grande de la estética y experto en transexuales, comió con la Peña IV Poder y casi nos dio el postre detallando cómo al operar corta o añade lo que resulte incómodo. Lo hizo científicamente y nadie dejó de saborear el menú de Casa Lucio. Nuevo repaso al «cuore», que es el otro pan nuestro de cada día. Siguen sin entender lo de Meroño, «una pareja tan maja y supuestamente locos el uno por la otra», opinaban desde Rossy de Palma, con su hija Luna, y la enrojecida –hablo del traje, aclaro– Ana Belén, que ultima disco y recitales, igual que Víctor Manuel, juntos pero ya no revueltos. Me lo adelantó en el desfile de Tot-Hom, que sigue en primera línea por la entrega, gusto, corte y confección de Marta Rota. Se nota el estilo Barcelona. Carmen Valiño, un tesoro de las RR PP, lo montó en el embajada de Francia, que vuelve a abrirse para tales eventos después de que los últimos embajadores lo encontrasen degradante para una sede diplomática. Atrae mucho por el morbo de pasearse en una zona «extranjera» y estuvo deliciosa, como suele, Ana Botella. Hablamos de cuando hace treinta años nos conocimos con Aznar presidiendo Castilla-León «y hoy yendo y viniendo incesantemente por el mundo. Está imparable», me comentó.

Pareció un alarde, ¿o fue un suspiro incontenible ante las felizmente recuperadas Patricia Rato, Virginia Troconis, Genoveva Casanova, la siempre platino María León, Arancha del Sol, Gema Ruíz y María Palacios, siempre tan cálida y suave como el cachemir de su jersey, casi tan negro como el polémico gesto del veinteañero Gonzalo Caballero, gran amigo de Froilán, nieto del Rey Emérito, que deshizo su porte de niño bueno devolviendo su premio ante la real presencia. Dijeron de todo: desde arrogante a inconsciente. Se enfadó porque tras triunfar el pasado San Isidro con la mejor estocada, este año le dejan fuera del cartel. Y es que el cerrado mundo del toro tiene su aquel, eso no se modernizó.