Papel
La dieta de las cavernas
Tengo un amigo que ha decidido pasar unas vacaciones muy singulares y encerrarse todo el mes de agosto en su casa para encontrarse a sí mismo, reflexionar y convencerse de que no se ha equivocado con su vida. Sólo de pensarlo me pongo nerviosa. Me imagino en mi casa soñando con el mar y el aire de la montaña, pero encerrada en Madrid, con la lectura como única compañera para encontrarme a mí misma, cuando lo que realmente estoy deseando es olvidarme de mí y perderme en ensoñaciones antes de encontrarme con la realidad del día a día a la vuelta de este paraíso que es mi hogar de Marbella. Allí toco el cielo y la montaña con mis dedos y me pierdo en días interminables de playa, viendo el atardecer desde mi chiringuito del Marbella Club y escuchando la maravillosa música de nuestra DJ Lola, que nos alegra cada tarde. Si a esto se le añade el chute de azúcar de una tarta de limón y helado de vainilla, mi felicidad es completa.
Está claro que cada uno busca su propia terapia y su nirvana particular. La del aislamiento y encierro en un piso tampoco debe estar mal. Mi amigo francés dice sentirse en la gloria: puede montarse su «Haway-Bombay» (como nos aconsejaba la canción de Mecano), leer libros sobre budismo o dedicarse a tomar horchata, que es lo último en alimentación orgánica para los esnobs en Nueva York. Se llama «Tigernut Horchata», la valenciana de toda la vida, pero sin azúcar. Tengo que admitir que los americanos saben vender como nadie: le dan una vuelta de tuerca a lo que ya está inventado y lo colocan en el mercado convirtiéndolo en un éxito de ventas. En el caso de la trufa parece, según cuenta un joven matrimonio de Brooklyn, que era el alimento por excelencia del Paleolítico... O sea, volver al origen para evolucionar. La dieta de nuestros parientes lejanos se componía de un ochenta por ciento de chufa, así que los valencianos deben explicar que la chufa combate el envejecimiento porque es una gran fuente de vitamina E. Y, así, con estos argumentos, se disparan las ventas. Yo estoy absolutamente encantada y sintiéndome a la última, ya que durante dos meses en «Supervivientes» he seguido esta moderna dieta del hombre de las cavernas. En mi caso, modo «coco», que tiene unas propiedades espectaculares, según me acabo de enterar, siendo sin duda el motivo que hayamos vuelto todos los participantes un poco delgaduchos, pero mejor que cuando nos fuimos. Actores como Uma Thurman, Megan Fox o Matthew McConaughey están entregados al Paleolítico. La clave está en comer lo que los seres humanos de aquel periodo recolectaban o cazaban; exactamente lo que hacíamos nosotros en la isla. Soy vegetariana convencida, no como la carne de animales mamíferos desde los 17 años y tengo una salud de hierro, así que desde ahora me apunto también a la chufa y al coco.
Siguiendo con el encierro vacacional, yo no lo practico, pero sí me doy un respiro informativo e intento durante unos días vivir aislada de ese mundo que arde fuera de mi pequeño paraíso. Desde la Bolsa de Wall Street, aterrada con las consecuencias de la crisis china, a las bombas de Turquía o Tailandia, donde intentan disuadir a los turistas para que no vuelvan a poner sus pies en «su territorio». Mi opinión sobre China, país al que hemos ignorado durante décadas de la misma forma que ellos a nosotros, es que después de la locura inicial del consumo, creando burbujas económicas por doquier, está bien que se reestructure, que se encuentre a sí misma y a su esencia como lo está haciendo mi amigo con su aislamiento. Que organice su economía de forma más racional y realista. Yo les aconsejo que no tengan miedo, porque el miedo nunca lleva a ninguna parte; paraliza y atonta.
Pasado el ecuador del verano y habiendo superado tantas noches de fiestas, bailes y risas, estos últimos días prometo volver a encontrarme, porque me tengo un poco perdida. Disfruten los que todavía puedan de este «Happy Time», descalzos, sin artificios, con kaftanes y ropa cómoda, antes de volver al tacón y a la corbata.
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