Casas reales
La maldición de los Hohenzollern
Carlos Godehard se suicidó esta semana, como lo hizo también Margarita de Leiningen, esposa de su tío, el príncipe heredero Federico
Carlos Godehard se suicidó esta semana, como lo hizo también Margarita de Leiningen, esposa de su tío, el príncipe heredero Federico.
Cuando un millonario, cantante, actor o un príncipe se suicidan, muchos se preguntan qué puede llevar a alguien que aparentemente lo tiene todo a acabar con su vida. Está por determinar si ese ha sido el caso del príncipe Hohenzollern, pero posiblemente la decisión de precipitarse al vacío haya sido voluntaria. La historia europea está salpicada de príncipes que decidieron abandonar este mundo, supuestamente brillante y feliz para quien nace en las gradas de un trono. Cayetano de Borbón-Dos Sicilias, marido de la infanta Isabel, aquejado de epilepsia, intentó arrojarse por una ventana. Días después, en 1871, se pegó un tiro en la sien. Aunque el episodio de Mayerling está aún en la nebulosa, muchos consideran que en 1889 el archiduque heredero Rodolfo de Austria se suicidó acompañado de su amante. También quedó en el misterio la muerte de Luis II de Baviera en 1886, después de haber sido declarado inhábil para reinar.
Exilio y desarraigo
Igualmente misterioso fue el deceso del príncipe heredero Alfredo de Sajonia-Coburgo-Gotha en 1899, probablemente tras haberse disparado. En 1913 se suicidó Sofía de Sajonia-Weimar-Eisenach tras impedírsele casar con el hijo de un banquero. Joaquín de Prusia se pegó un tiro en Postdam en 1920, ahogado por la depresión tras el destronamiento de su padre. Feodora de Sajonia-Meiningen se mató en 1945 tras no tener hijos y sufrir de depresión. Ernesto Leopoldo de Sajonia-Coburgo-Gotha y su mujer se suicidaron en 1996 dentro de su automóvil. Ali Reza Pahlevi lo hizo en 2011 aquejado de depresión y conmovido por los males de su patria.
El exilio, el desarraigo, problemas económicos y sentimentales o patologías mentales o físicas pueden estar en la raíz de estas decisiones. En el caso de los príncipes –y también de la nobleza–, en los que el sentido de la honra perdida o del honor mancillado es especialmente vívido, es causa de suicidios. El príncipe Carlos Patricio Godehard de Hohenzollern llevaba cuatro años en prisión condenado por fraude y ha perdido la vida en un hotel de Fráncfort durante un permiso de fin de semana. Solo le quedaban cuatro meses para salir de la cárcel, donde no recibió psicoterapia al no dar señales de problemas psicológicos.
La rama a la que pertenecía es la de los Hohenzollern-Sigmaringen. Su tatarabuelo Leopoldo de Hohenzollern-Sigmaringen, fugaz candidato a la corona de España tras la caída de Isabel II, fue el detonante de la Guerra Francoprusiana que dio al traste con el Segundo Imperio francés. Su bisabuelo, el príncipe Carlos Antón, se casó con Josefina de Bélgica y fue hermano de Fernando I de Rumanía. Carlos, de 39 años, era primo del rey Felipe de los belgas y del difunto Miguel I de Rumanía. Su padre, el príncipe Godehard Federico, amasó una fortuna que le permitió ser un gran coleccionista de arte. Su hijo dilapidó esas riquezas y tomó decisiones equivocadas que le llevaron a ser encarcelado por fraude. Creó una empresa de comunicación de lujo. Con el tiempo engañó a incautos clientes que creían que su dinero era invertido en fondos que resultaron inexistentes. Se embolsó el dinero y derrochó esa fortuna.
Carlos tuvo el triste ejemplo del suicidio en su propia familia. Se suicidó Margarita de Leiningen, esposa de su tío, el príncipe heredero Federico Guillermo. Todo indica que, una vez más, un príncipe germano ha caído víctima de un insoportable desgarro interior.
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