Artistas
La Pantoja, de saldo
Seis fotógrafos, dos femeninos, pertenecientes a cuatro agencias distintas que estuvieron de guardia durante diez días, trabajaron pensando que el resultado cotizaría como hace tres años cuando hubiesen pagado 300.000 euros en vez de los 40.000 de ahora
Seis fotógrafos, dos femeninos, pertenecientes a cuatro agencias distintas que estuvieron de guardia durante diez días, trabajaron pensando que el resultado cotizaría como hace tres años cuando hubiesen pagado 300.000 euros en vez de los 40.000 de ahora.
Todos hacen las mismas preguntas, el tema «boom» del verano resulta desconcertante o casi preocupa. ¿Por qué la Pantoja ha sido impactante portada en actitud pensativa, acaso nostálgica, cuando no tiene nada que promocionar? Y a qué obedece la chocante novedad de ser fotografiada con bañador de estampado floral muy suave sin el respaldo de las oscuras gafas antisol, casi ya una segunda piel. Eso aumenta las sospechas de que fue un robado pactado, entiéndanlo como quieran. Sin conciertos a la vista, salvo uno que le queda pendiente en la Semana Grande de Bilbao y otro en Perú donde aún se cotiza, a qué viene esa tan de agradecer fotografía playera 17 años después de aquel revelador retozo sobre la arena portuguesa felizmente em-
parejada con María del Monte, que acabó rompiendo con aquella amistad. Tenía sentido porque no escondían y casi exhibían su felicidad y plenitud sentimental de entonces. Me pregunto si lo hará costumbre, como Ana Obregón prodigó cuando podía lucirse. Aumentan las sospechas y el cuestionamiento, no a la magnífica imagen estática tan lejos del folklore y los volantes.
Se sabe que seis fotógrafos, dos femeninos, pertenecientes a cuatro agencias distintas, trabajaron con la idea de que el resultado cotizaría como hace tres años cuando hubiesen pagado 300.000 euros en vez de los 40.000 de ahora, cifra muy alejada de los 150.000 que costaría hace dos años o incluso de los 70.000 que hubiesen dado el verano pasado. Está a la baja, un fiasco sus actuaciones y decepcionante la venta del disco recopilatorio ideado por Juan Gabriel que sigue –más bien seguía– creyendo en ella. Un mazazo que no mereció los 10 días ansiosos que los seis colegas estuvieron de guardia.
El hecho de que la hayan «pillado» –nunca mejor puesto el entrecomillado– a la salida de la ibicenca y céntrica Marina Botafoc, donde en tiempos triunfó la desaparecida Cuqui Fierro que tanto juego daba, en vez de hacerlo en una calita de las muchas casi vírgenes que tiene la abarrotada isla, demuestra que no vendió ni luciendo a toda la familia –Chabelita y Kiko con sus parejas chapoteando desinhibidos y divertidos– hasta con el agua al cuello mientras ella no descompone su figura ni melena recogida. No faltó nadie, están hasta la embarazada Irene Rosales, que alumbrará a primeros de año, Alejandro Albalá y el pequeño Alberto. Un completo impensable difícil de volver a reunir. Eso acelera las sospechas, como también ver a Isabel con la cara lavada y las piernas perfectamente cruzadas sin el salvavidas auxiliador de enormes gafas oscuras, el recurso que Rocío Jurado prodigaba fingiendo esconderse. Siendo tan diferentes en eso también se parecían usando los mismos tics con distinto resultado cantaor. Es algo jondo.
Superadas quedan ya también las especulaciones que señalaban a Kiko Rivera como posible negociador. «Pero él nunca vendió a su madre», me asegura uno de los fotógrafos que muchas veces tuvo que dejarle dinero al entonces Paquirrín para ir aguantando. El reportaje me consta que tiene un «continuará», la parte menos sorprendente vendida como saldo a más de una publicación «del lunes», que compiten con «Lecturas», «Diez Minutos», «Semana» y «¡Hola!», las tan esperadas cada miércoles. Hay una sesión completa de la artista mirando con prismáticos comprobando que no haya moros en la costa, que los había, nada menos que seis, que finalmente vieron compensada su paciencia y compañerismo, aunque el negocio no resultó lo que esperaban. Gajes del oficio. Tocaron a poco, pero es que la crisis persiste –y lo que te rondaré morena– en la Prensa.
Coincidiendo con esta imagen plácida, exuberante, relajada y familiar, un contrapunto equilibrador lanzado por el tío Pepín –uno de los dos hermanos de doña Ana– y su hijo de mismo nombre. Atacan de frente los «Pepines», supuestamente más ofendidos que molestos. «Isabel lleva un año sin contestar mis llamadas. Llamo a Cantora para preguntar por mi hermana y no me cogen el teléfono», lamenta y denuncia. Nuevos elementos que dará mas juego en este ajedrez de arsa y toma.
El tío se queja, recuerda o denuncia que «yo la llevé España adelante durante 15 años en mi furgoneta, pactaba las actuaciones y no hay derecho a que nos haga esto». Su hijo, Pepín en «Sálvame» atribuyó el distanciamiento a que desatendieron a doña Ana el año y medio que Pantoja estuvo encerrada «y le pareció imperdonable que no abandonásemos nuestro trabajo para estar pendientes de ella». A eso añade que le alquiló por 600 euros mensuales un piso a su primo Kiko, lo usó cuatro meses, «se fue sin previo aviso, con una deuda de varios meses y lo dejó muy deteriorado, incluso con rotos en la tapicería de un sofá. Se lo conté a mi prima Isabel, pero ante lo visto pasó del tema». Un nuevo frente se abre contra la cantante. Y donde más le duele, que es la familia. Ha sido un mal remate estropeando su relax del posado –robado o pactado– veraniego. Pero, eso sí, a la baja.
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