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Laura Ponte: «No volveré a casarme, creo en el poliamor»
Separada de Beltrán Gómez-Acebo desde hace cinco años, no tiene previsto volver a contraer matrimonio. Vive volcada en sus hijos, que pronto irán a estudiar a Londres, y en su pasión, la pintura
Separada de Beltrán Gómez-Acebo desde hace cinco años, no tiene previsto volver a contraer matrimonio. Vive volcada en sus hijos, que pronto irán a estudiar a Londres, y en su pasión, la pintura
Laura Ponte pasará hoy un sábado muy tranquilo. Ha quedado para comer con su madre y su hermano, como hace habitualmente los fines de semana, pero en esta ocasión faltarán sus hijos porque están en casa de la abuela, Doña Pilar, celebrando la boda civil de su padre. Por la noche, Laura, sin un atisbo de nostalgia, se enfundará un traje y acudirá a una cena que organizan unos amigos para recaudar fondos y ayudar a niños con cáncer. Así transcurrirá su día, mientras su ex marido, Beltrán Gómez Acebo, se casa por la mañana en una ceremonia muy sencilla en el juzgado civil de Pradillo de Madrid en la que solamente están acompañados por el núcleo central de ambas familias. Una ceremonia muy diferente a la que celebró el primo hermano de Felipe VI con Laura Ponte en el Palacio de La Granja y a la que asistieron los Reyes y las Infantas. «Me casé con todo. Uno no elige dónde nace. Ahora mismo me preguntan si lo volvería hacer y diría que no. En un matrimonio sitúo el amor por encima del papeleo. Los papeles lo ensucian todo, nunca me han gustado».
Laura, a la madre de su ex marido, la Infanta Pilar, sigue llamándola suegra, «lo hago porque es más corto y siempre en plan cariñoso, además referirme a ella como ‘‘ex’’ me cuesta, no me gusta». Mantienen una relación tan cordial que en septiembre próximo será la encargada de costear los dos años de internado que sus hijos, Laura y Beltrán, pasarán en Inglaterra. «Es un regalo que les hace». La que fuera modelo y ahora pintora ha tenido varias parejas desde que se separase en 2010 de Beltrán Gómez Acebo, pero casarse no entra ahora en sus planes. «Ahora no. Una pareja significa respeto y amor y nadie necesita papeles para ello. Hay mil fórmulas y no creo que haga falta casarse. A lo mejor en lo que creo es en el poliamor porque se puede querer a mucha gente. La capacidad de amar y de odiar del ser humano es infinita. En una pareja se trata de compartir, no de poseer», explica. Por muy bien que se lleve con la que fue su familia política, ella no cree que tenga que ir hoy a la comida que se celebrará en la casa de la Infanta Pilar, aunque todos hayan compartido más de una celebración navideña juntos y que su ex marido se case le parece muy bien: «Llevan muchos años de novios. Andrea me cae muy bien, es tranquila, muy educada y se lleva fenomenal con mis hijos».
Aunque todo transcurra de forma civilizada, Laura admite que entra en una nueva fase: «Ahora llega a mi vida un cambio emocional importante, pues la estructura familiar que hemos mantenido estos once años. Ya no tiene sentido vivir en la misma urbanización que mi suegra. Allí reformé la casa para estar cerca del colegio de los niños, porque cuando ellos regresen de Inglatera dentro de dos años ya no irán al mismo centro educativo y tendrán otras necesidades como preadolescentes. Además, esta vivienda es grande para mí y me aísla mucho. Desde aquí me cuesta moverme. Estoy tan a gusto que no salgo de ella y eso no es bueno», explica. Aún no sabe a dónde se mudará, pero sí que pondrá la casa a la venta. «Quiero una parada de metro pegada a mi casa y tener una panadería y una farmacia en la esquina».
Autodidacta
La nueva actividad artística de la modelo no es inédita, ya que comenzó a pintar con veintidós años, «pero sólo me duró una temporada», lo hacía por las noches con óleos, que es una técnica que no ha vuelto a utilizar. «Soy autodidacta, no tengo ni idea de arte, pero sí el ojo educado y pinto algo entre lo que soy y lo que veo». Si uno observa sus obras de grandes dimensiones, lo que ve son figuras geométricas hechas con rayas gruesas: «Son caras. La gente ve color y rayas pero detrás hay volúmenes, ojos abiertos, rostros pero no de gente concreta. Empecé con un rotring y depués me pasé a los rotuladores Edding de toda la vida. Más tarde descubrí otros con acrílicos y témperas que son más cómodos porque así no tengo que estar limpiando pinceles. A los rotuladores les pones el capuchón, y ya está. A veces también he empleado sprays», comenta. Como todo artista, Laura necesita un marchante, aunque a ella eso le parezcan palabras mayores: «No he vendido ningún cuadro porque me hace ilusión regalarlos a los amigos y también porque me da pudor venderlos. No controlo cómo se valora un lienzo». Es una mujer tan atípica en todo que le cuesta poner precio a su obra. «¿Cuánto cuesta? Pues no lo sé porque no hay unos parámetros normales para evaluar. Sí, acabaré vendiendo, pero aún me cuesta. De momento lo que hago son trueques». Laura ha cambiado sus cuadros por ejemplo, con Diego Postigo, por un vídeo. Con Xavi de Salón 44, que se ocupa de su pelo, y ahora ha retratado a sus hijos, «pero eso no es un trueque, sino amor», confiesa. «Cuando mis hijos se vayan internos, algo que me duele mucho a pesar de ser consciente de lo que les beneficiará, tendré más tiempo para mí, sin necesidad de conciliar».
En un par de semanas viajará a la feria de Arte de Colonia junto a los artistas del estudio Urgel 43. «Allí tendremos un espacio común y llevaré mis cuadros. Como en Alemania no me conocen, quién sabe si me comprarán alguno». Cree en el poliamor y en la poliactividad , ya que durante años hizo ropa «a la sombra con Miguel Palacio y ahora sigo siendo consultora de algunos diseñadores. Lo perfecto sería hacer un poco de todo. No estoy para hacer el circuito de temporada pero sí me gustaría diseñar prendas puntuales o alguna joya especial, que es algo que tengo ahí latente y que retomaré».
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