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Lucía Dominguín: «Picasso me consolaba la tristeza de estar lejos»

La hija de Lucía Bosé prefiere no comentar nada sobre el juicio al que se enfrentaría su madre por el cuadro, pero sí recuerda su infancia junto a Picasso –«Se disfrazaba para mí de indio y veíamos lucha libre», afirma– y a su hija Bimba.

Lucía Dominguín: «Picasso me consolaba la tristeza de estar lejos»
Lucía Dominguín: «Picasso me consolaba la tristeza de estar lejos»larazon

La hija de Lucía Bosé prefiere no comentar nada sobre el juicio al que se enfrentaría su madre por el cuadro, pero sí recuerda su infancia junto a Picasso –«Se disfrazaba para mí de indio y veíamos lucha libre», afirma– y a su hija Bimba.

Es la mayor de los tres hijos del torero Luis Miguel Dominguín y de la actriz italiana Lucía Bosé. Hoy, ambos progenitores serían «celebrities» con millones de seguidores, pero para Lucía eran sus padres y figuras destacadas en sus respectivas profesiones. Con 18 años se echó a la espalda la responsabilidad de ser madre y tuvo a Eleonora, Bimba, que también fue un icono de su generación. Luego llegaron Olfo, Jara y Lucía. Se ha reinventado en multitud de ocasiones y de todas ha sacado una moraleja. Dice ser un corcho porque flota, pero lo suyo sería esponja porque absorbe emociones de las que se alimenta. Dominguín recogió el testigo de Bimba y participó en la VIII edición de la Land Rover Discovery Challenge, que posiblemente pasará a la historia de los desafíos como uno de los más extremos.

–¿Sabe que el año pasado competí con Bimba en esta misma Land Rover Discovery Challenge?

–Pues tuviste muchísima suerte, pero no voy a hablar de mi hija porque es algo muy mío. Nunca me acostumbraré a su pérdida. Yo te hablo del gusto que me ha dado tener entre las manos un pedazo de máquina potente, conducir por los sitios más salvajes o desenterrar un Discovery y todo por una buena causa, por la Fundación Bobath, que asiste a personas con parálisis y daño cerebral.

–¿Le desahoga hablar de la ausencia, de la tristeza?

–Tan solo con mi hermana y con cuatro personas más.

–¿Fueron educados, como los reyes, para no mostrar emociones en público?

–Hombre, yo creo que lo llevas en la genética. ¿Quién ha tenido un padre torero?, pues El Cordobés y pocos más. No es corriente, y más cuando sales de la sociedad española, que aquí puede ser más natural, pero en el extranjero, cuando te preguntan qué es tu padre, anda explícales que es torero y tu madre una actriz y, encima, una diva.

–¿Cuántas vidas ha vivido?

–No tengo ni idea, pero seguro que muchas. Más que cuantificar las vidas que he vivido, prefiero referirme a diferentes experiencias vividas.

–¿Ahora en qué ocupa su tiempo?

–Pinto, hago escultura, manualidades, me invento cosas, hago un poco de todo porque también soy canastera y cestera, pero siempre reciclando. Por ejemplo, con el periódico A RAZÓN, una vez que lo he leído, hago tubitos con el papel y luego los aplico a las cosas que me encuentro por la calle. Me paso la vida reciclando.

–¿Cómo es un día perfecto?

–Es cuando todo se hila con una fluidez sencilla. Cuando las sonrisas aparecen en lo inesperado y la temperatura es agradable, ni frío ni calor. Cuando mis pensamientos se relajan y llego sin darme cuenta al atardecer.

–¿Es mejor vivir con su hermana que con un novio?

–Lo mejor es que es mi hermana. Las células se reconocen, conoce la historia, los gustos se asemejan, el histórico de vida es conjunto, por eso te entiendes solo con una mirada y luego, las caricias, los abrazos, los mimos, son como dártelos a ti misma. El amor es bello porque es tu sangre, reconoces a tu padre y a tu madre en ella y es mágico. Soy afortunada. Con un novio es un trabajo, ja,ja,ja.

–¿Su padre toreó con usted en brazos?

–No, nunca, no le gustaba involucrarnos. Vivíamos al margen del toro. Con mi padre hemos bebido otros elixires, más la parte artística. Curiosamente, entendí lo que era la parte taurina por mi pareja Carlos Tristancho, porque vivíamos cerca de la plaza de toros de Olivenza y gracias a nuestro hotel Rocamador creamos una peña taurina bastante importante.

–¿Cómo hizo la transición de la urbanización madrileña de Somosaguas a la vida rural extremeña?

–Cada uno se plantea el lujo como quiere. Para mí el lujo es el bienestar, puede ser encontrarte debajo de una encina con un botijo, haciendo gazpacho esperando a que vengan los niños o comerme un bocadillo de papada o un plato de caviar.

–¿Su hermano le ha dedicado alguna canción?

–No, nunca. Ojalá, me hubiese encantado. Igual se inspiró para alguna, habría sido bonito, le preguntaré, porque «Morena clara» no creo que, siendo rubia, sea yo, ¿verdad?

–¿Se ligaba más con un hermano cantante y famoso?

–Las «Dominguinas» ya ligamos por nosotras mismas, no nos quites mérito. Teníamos nuestros propios admiradores. Ahora estoy más regordeta y soy lo que llaman «curvy», pero tengo mi público.

–¿Siente a los ángeles?

–Siempre han estado presentes en mi vida.

–¿Tiene el suyo propio?

–Tengo varios. He vivido durante una época en el Museo de los Ángeles de mi madre en un pueblo de Segovia.

–¿Y también tuvo una época azul?

–No, esa era mi madre y la época azul de Picasso. Yo siempre he llevado mi pelo rubio. La de azul es Lucía Bosé, yo soy Lucía Dominguín.

–¿Qué recuerdos tiene de Pablo Picasso?

–De Picasso mis recuerdos son los más tiernos, me consolaba la tristeza que sufría por estar lejos de mi familia. Estuve viviendo con él a los 9 años porque me mandaron interna a Cannes. Picasso trataba de hacerme los días que pasaba fuera del cole más alegres. Se disfrazaba para mí de indio, veíamos los combates de lucha libre en blanco y negro y hacía preparar tortilla de patatas o pollo con patatas fritas.

–¿Qué ha pasado con el Museo de los Ángeles?

–Que ahí está, pero cerrado. Ha tenido su momento, como Rocamador o igual que cualquier otro «business» en España. Mi madre también ha tenido sus historias y el museo tuvo su momento.

–¿Cómo se lleva la ausencia de Bimba?

–Creo que no hay ausencias, creo que hay otro plano, otra dimensión. Están aquí, a nuestro lado. Por supuesto que siento la presencia de los ausentes, son los que nos ayudan. Son nuestros duendes.